Desespero

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Chaud.

El castaño no tenía ni una sola idea de cómo Froid lo había logrado convencer para que ambos terminaran en la azotea de la casa de algún chico de último año, donde se desarrollaba la fiesta más escandalosa a la que alguna vez había asistido. 

Ya eran alrededor de las dos de la madrugada y Froid había bebido un par de cervezas, pero Chaud ya sabía que era un peso ligero, por lo cual decidió que mantenerse sobrio era la mejor opción. Aunque no tenía ninguna objeción sobre tener a Froid encima suyo besándolo cada diez minutos, eso le resultaba ligeramente emocionante, solo ligeramente.

Su respiración estaba acelerada mientras el rubio se estaba comportando de una manera extrañamente indómita: subido en su regazo, jalándole el cabello y besándolo de una manera que le estaba robando hasta el último aliento. Sus labios se movían sin mucha precisión, con sus lenguas acariciándose y enredándose una con la otra.

Chaud se sentía mareado, con sus labios hormigueando y la sangre corriendo caliente por sus venas. Era una adictiva sensación cosquillosa en su vientre que lo tenía transpirando en medio del frío de la madrugada. Froid lo había besado un montón de veces antes, pero todas ellas habían sido mucho menos, esta vez era diferente y la manera en la que sentía que los nervios le apretaban en el estómago se lo confirmaba.

Fue cuando Froid se removió en su regazo que el poco aire que tenía se le atascó en la garganta.

Bueno, ahora estaba empezando a tener una vergonzosa situación en sus pantalones, por lo cual sus mejillas se sonrojaron todavía más mientras se apartaba un segundo de los labios del rubio. Éste lo miró a los ojos con los suyos oscurecidos, el cabello desordenado, las mejillas encendidas y los labios más rosados de lo normal.

—Espera —dijo Chaud—... Necesito-

—Shh —Froid lo silenció volviéndolo a besar, no dejándole más remedio que corresponder.

Chaud en serio necesitaba detenerse por un momento porque el mar de sensaciones lo estaba abrumando y no quería espantar a Froid con ningún movimiento apresurado. Entonces rompió el beso de nuevo.

—Froid, necesito-

Esta vez se interrumpió a sí mismo, casi atragantándose con su propia lengua, cuando los besos del menor empezaron a descender por su mandíbula y cuello, donde repartió un montón de ellos mientras Chaud se mordía el labio inferior. Froid subió de nuevo y dejó varios besos más por sus mejillas.

No es que a Chaud le desagradara la situación, es solo que Froid estaba siendo demasiado esta noche. Su agarre se había posado sobre sus hombros, donde apretaba su sudadera con demasiada fuerza y sus besos habían empezado a ser un poco bruscos.

—Froid —llamó, pero el menor lo ignoró continuando con los besos en su cuello, donde empezó a chupar para dejar una marca—. Froid, espera —intentó de nuevo, pero esta vez, cuando no funcionó, lo tomó por las muñecas y lo obligó a levantar el rostro para verlo—. Oye, espera.

Froid le devolvió la mirada y Chaud se sorprendió de verla cristalizada. Posó una de sus manos en la mejilla del rubio y la acarició, preocupado.

—¿Qué pasa, pequeña abeja? —preguntó, escrutando su rostro por alguna señal.

El rubio bajó la mirada de nuevo, tardándose unos segundos en responder.

—Por favor, dime que no te arrepientes de quererme aunque haya causado que tu familia te odie.

Chaud se quedó quieto, procesando sus palabras y exprimiendo su cerebro antes de responder. Pero se le dificultó aun más cuando Froid levantó la mirada de vuelta hacia él y Chaud pudo ver una lágrima descender por una de sus sonrojadas mejillas.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora