Un consejero inusual pt.2

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Chaud.

—Yo... No entiendo a qué se refiere, entrenador —mintió, bajando la vista para esconder la conmoción. Probablemente no estaba hablando de lo que Chaud creía que estaba hablando.

La risa de su entrenador fue el único sonido en la habitación por los siguientes segundos.

—Price —llamó y él levantó la vista de nuevo, algo nervioso—, realmente no es de mi incumbencia lo que está pasando, mi tarea es exigirles una buena convivencia durante las siete horas que se la pasan aquí metidos —Hizo un ademán hacia su alrededor—, lo que pase o deje de pasar allí afuera ya no es mi problema. Sin embargo, todos sabemos que no soy un fanático de seguir las reglas al pie de la letra, y Lisa no es realmente alguien en quien confiar tan fácilmente, si nos permitimos ser sinceros.

—¿A qué se refiere? —Chaud estaba confundido, farsas a un lado.

—Te voy a contar una historia —El entrenador dejó el bolígrafo sobre el escritorio y se recostó en la silla de nuevo—. Hace muchos años tenía un mejor amigo en la secundaria, era la persona con la cual podía contar siempre y en quien podía confiar plenamente. Difícilmente hubo alguien más cercano a mí que él. En toda mi vida —su tono de voz se tiñó ligeramente de melancolía—. Siempre es bueno tener alguien en quien poder apoyarte cuando no puedes solo.

—La única vez que me apoyé en Froid fue después de la prueba de veinte minutos que usted nos aplicó, y terminé botándolo al piso —comentó, sin poderlo evitar.

El entrenador se rió entre dientes mientras asentía.

—Para resumir, los años pasaron y terminé desarrollando sentimientos como todo un imbécil; hasta sentía esas horribles mariposas en el estómago y la sonrisa de muchacho falto de ácido fólico cada vez que lo veía —se interrumpió a sí mismo con un bufido—. Pero ¿sabes qué fue peor? Que a él le pasó exactamente lo mismo.

—¿Estaban enamorados el uno del otro? —inquirió Chaud con el ceño fruncido— No parece un problema.

—Lo es cuando ambos estábamos metidos doscientos metros en la jodida friendzone —respondió, riéndose levemente—. Ambos éramos demasiado jóvenes, demasiado torpes, demasiado cobardes y en una época no tan liberal como la de ahora —La sonrisa se esfumó de su rostro en cuanto comentó la última parte—. La gente empezó a sospechar, porque la gente siempre termina dándose cuenta. 

»Él no era del tipo de persona valiente, lo conocía hace años y sabía muy bien que era un cobarde de primera, entonces no me sorprendí mucho cuando consiguió una novia. Alguien que ayudó bastante a calmar los rumores hasta que terminamos la secundaria. Pero entonces vino la Universidad, allí teníamos mucho más tiempo juntos y éramos un poco menos vigilados por ojos juzgadores. Entonces lo inevitable pasó: terminamos enredándonos, confundiéndonos y arruinando por completo nuestra amistad, cuando nos dimos cuenta, ya no había marcha atrás. Así que él hizo lo que yo ya esperaba: fingió que nada pasó. Consiguió otra novia con la cual duró años besándola en mi jodida cara, llevándola a vivir a nuestro departamento y pidiéndole matrimonio en nuestra jodida ceremonia de graduación.

—¿Se casó con ella? —preguntó con sorpresa, de repente demasiado interesado.

—Yo fui el maldito padrino —Una sonrisa que salió más como una mueca apareció en su rostro—. Entonces, justo cuando lo ví caminando por el altar, me di cuenta de que la habíamos cagado en grande. Yo no había sido lo suficientemente valiente por los dos, no lo había ayudado a hacerle frente a nuestra situación y-

—Pero usted no hizo nada malo —lo interrumpió con  su ceño fruncido—, él fue quien decidió casarse con otra persona.

—Querido Price  —Smith frunció sus labios juntos, mirándolo con cruda honestidad—, las personas como él nunca van a poder hacer nada por su propia cuenta. Las personas como él necesitan a otras personas que les den un empujón, que no los abandonen sino que les den un motivo para hacerlos saltar del abismo tomados de nuestra mano. Los cobardes pasan toda su vida al borde, esperando una ayuda para decidirse a saltar. El problema es que llegará el día en el que inevitablemente alguien los va a tirar, y no va a ser amable, entonces la caída va a ser terriblemente dolorosa.

Chaud parpadeó lentamente, sus dos neuronas trabajando rápidamente para entender el mensaje encriptado.

—Yo... —Se interrumpió a sí mismo con un suspiro cuando se dio cuenta que no sabía qué decir.

—No dejes que Froid sea empujado por la vida y ayúdalo a saltar —La mirada azul del entrenador rebosaba sinceridad—. No dejes que se arruine la vida y, de paso, te arruine la tuya.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora