Vacaciones homosexuales

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Froid.

Froid estaba calmado, muy calmado, calmadísimo. En ese momento era el rey de Calmalandia.

—Froid, vamos a hablar de manera pacífica —Le informó su madre, quien acababa de aparcar el auto en frente de la casa de Chaud.

El rubio observó a su madre, suspirando y finalmente asintiendo. Era consciente de que las cosas ya estaban lo suficientemente pesadas como para que él las complicara aun más, pero no podían culparlo cuando Chaud había aparecido en su casa hace una hora, llorando y simplemente congelado debido a que apenas si había tomado un suéter antes de salir. Froid estaba seguro de que iba a contraer un resfriado, pero todo eso pasó a un segundo plano en cuanto el castaño les contó a sus padres y a él lo que había ocurrido.

—¿Por qué crees que no pueden aceptarlo? —preguntó, justo después de que su mamá apagara el auto y se quitara el cinturón de seguridad para salir.

—Yo... —la rubia mujer dejó escapar un pesado suspiro, su vista pegada al frente—. No lo sé, supongo que hay personas a las cuales les cuesta separarse de la manera en la que han sido criados —respondió—. Debe ser difícil para alguien cambiar los ideales que ha tenido por treinta o cuarenta años, bebé —Claudia apretó los labios en su dirección con tristeza.

Froid parpadeó, procurando tener eso en cuenta en cuanto enfrentara a los señores Price.

Ambos estaban de pie en la puerta después de haber tocado el timbre, frotando sus manos frías entre ellas para tratar de obtener un poco de calor. La nieve ya había dejado de caer desde anoche, pero igualmente hacía un frío terrible.

—Señora Price, hola —saludó su madre con una sonrisa en cuanto la puerta de madera fue abierta, revelando a la madre de Chaud—. Soy Claudia, la madre de Froid y-

—¿Está con ustedes? —ella la interrumpió, de manera brusca.

—Sí —respondió Froid en su lugar, su mirada dura se posó en la mujer—, está en casa con papá.

—Díganle que será mejor que esté aquí antes de la cena —informó ella con su rostro imperturbable, casi cerrando la puerta en sus narices de no ser por que Froid interpuso su pie.

—Necesitamos hablar —pidió el rubio.

La puerta fue abierta de nuevo, pero esta vez la mitad que antes, la señora Price apenas asomándose.

—Mi familia y yo vamos a ir en estas vacaciones a casa de mi madre para pasar las fiestas —su mamá dijo, todavía sonriendo amablemente a través de la incomodidad—. Entonces, al ver la situación por la que están pasando con su hijo, creímos que sería una buena idea que él nos acompañara mientras ustedes aclaran sus ideas por aquí.

—¿Chaud? ¿Viajar con ustedes? —La madre de Chaud enarcó una ceja y el tono despectivo en el que preguntó aquello colmó la paciencia de Froid.

—Marie —empezó, sabiendo que no había vuelta atrás—, discúlpeme por las terribles palabras que voy a usar, definitivamente mi mamá no me ha criado de esa forma, pero no se me ocurre de qué otra manera explicarlo —frunció su ceño, tratando de parecer más intimidante y serio de lo que se sentía—. Todos los presentes aquí sabemos que su esposo y usted han sido unos padres de mierda, y me niego rotundamente a dejar solo a mi novio en su cumpleaños, navidad y año nuevo con personas que solo lo van a deprimir y lastimar. Personas como su familia. Personas como Greg —dijo, la acidez en su tono de voz podría derretir el piso sobre el que estaban parados—. Así que no voy a aceptar un "no" como respuesta. Chaud va a viajar a casa de mi abuela con mi familia y conmigo. Pueden pararse sobre sus pestañas y rezar mil padres nuestros para que Jesús interrumpa nuestras vacaciones homosexuales —la cara de Marie era un poema, Froid se habría cagado de risa en otras circunstancias, mientras que la de su propia madre estaba contraída mientras ocultaba profesionalmente sus reacciones—. Hágase a un lado y déjeme ir por la ropa de mi hombre, mujer de poca fe.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora