Algo mejor

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Chaud.

Ok, él realmente no era bueno en esto, para nada bueno. Nunca en su vida había pasado por algo similar, así que no podían culparlo por la manera en la que se acercó y simplemente lo dijo:

—Hey, vamos a salir.

Observó a Froid tardar años en levantar la vista de su teléfono celular, con los nervios a flor de piel y un nudo en la garganta. Las manos le sudaban y su corazón latía como loco cuando el rubio enarcó una ceja, mirándolo con aquel cielo personal que traía dentro de sus ojos.

—¿Qué? —inquirió simplemente.

Entonces Chaud se dejó caer en la banca, frente a Froid, y cruzó sus brazos sobre la mesa de madera, escondiendo su rostro entre ellos mientras se quejaba en voz alta.

—Me odio —escuchó la ligera risa del menor y eso no ayudó para nada a su ya muy acelerado corazón—. Estoy tratando de pedirte que salgamos pero no se me ocurre ninguna manera para hacerlo. Y me odio porque si tú quisieras hacerlo, lo harías genial, entonces eso me humillaría de por vida. No puedo dejar que me humilles durante toda nuestra vida juntos —confesó—. No puedo permitir que nuestros hijos sientan que eres el papá genial y yo-

—¿Nuestros hijos?

Chaud en realidad no se había dado cuenta de que estaba divagando en voz alta hasta que Froid lo interrumpió. Levantó la cabeza de su escondite para encontrarse con la expresión divertida pintada en las facciones del rubio.

—No sé que estoy diciendo —confesó, negando con la cabeza.

Estaba dibujando patrones invisibles sobre la mesa cuando una mano se posó sobre la suya y lo detuvo. Levantó su vista, encontrándose con la de Froid, casi en un momento romántico que lo tendría suspirando, y pateando el aire, ocho horas más tarde en la soledad de su habitación. Casi, porque Froid lo arruinó de inmediato, por supuesto.

—Estás imbécil si crees que por hacerme desarrollar estos sentimientos repulsivos hacia ti voy a aceptar que me pidas salir de esta forma —escupió el rubio, quitando su mano para palmearle la mejilla levemente.

Chaud se rió.

—No seas tan cruel conmigo —pidió—. Ambos sabemos que de igual forma dirás que sí —se encogió de hombros, sonriendo con confianza.

Observó a Froid estrechar sus ojos mientras miraba al cielo y ponía una mano sobre estos, como viendo algo muy en lo alto. Levantó su dedo índice para señalar.

—¿Ves eso? —preguntó y Chaud levantó la vista hacia donde señalaba el rubio, sin captar nada.

—¿Qué cosa?

—Por allí —respondió Froid, sin bajar su mano—, por allí se encuentra mi orgullo y autoestima —mencionó, bajando su brazo para ponerse de pie y poner su mano justo a la altura de su cabeza. Chaud no entendía nada—. Y por aquí, justo en este metro con sesenta y siete centímetros, está este nuevo y bajo, muy bajo, sentido de autoconfianza tuyo —explicó.

—No seas un hijo de puta —le dijo Chaud, casi haciendo un puchero.

—¡Wow! —exclamó el rubio con una mano sobre su pecho—, esto es artillería pesada en groserías para el vocabulario de Chaud Price.

—Anda a que te pida salir "tu orgullo y autoestima", que ya casi está de la mano con Jesús —rodó los ojos, sus hombros cayeron.

Sintió que Froid se quedó observándolo en silencio durante unos largos segundos, hasta que tomó asiento de nuevo, se acercó a él a través de la mesa y depositó un pequeño beso en sus labios. Entonces Chaud supo que no podía enojarse, no por Froid siendo simplemente Froid.

De todas maneras, sabía que él merecía algo mejor.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora