Mala experiencia

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Chaud.

La habitación se quedó sumida en el silencio durante unos segundos, en los que Chaud solo tenía deseos de desaparecer o morir ahogado con una arveja.

Y es que él había intentado despedir a Froid antes de que su molesto tío llegara a cenar, pero el rubio se había puesto a conversar con su papá sobre fútbol y su madre había terminado invitándolo a cenar.

—Greg, no es un buen momento para hablar de esto —Su padre habló, su mirada era seria y severa.

—Solo cenemos —pidió su madre con suavidad.

Pero Chaud ya había perdido el apetito, así que solo quitó su mano de la de Froid y se dedicó a jugar con los bordes del mantel mientras sentía la impotencia de éste mismo a su lado. Sabía que el rubio estaba a punto de salir disparado hacia el techo como un cohete.

Diez segundos después, Froid depositó los cubiertos sobre su plato con tanta fuerza que llamó la atención de todos los presentes.

—¡No! —dijo en voz alta y las ganas de morir de Chaud aumentaron cuando su tío levantó la mirada hacia el rubio— ¡No es correcto que lo dejen presionar así a su hijo! —Esta vez se dirigió hacia sus padres.

Sus padres observaron al rubio con asombro.

—No creo que entiendas de esto, Froid, eres muy chico —respondió su madre, regalándole una sonrisa amable.

—No soy muy chico para entender que no es correcto implantarle ese pensamiento a un adolescente —respondió Froid. Chaud dudaba haberlo visto tan en desacuerdo con algo alguna vez—. Esta es una edad en la que estamos definiendo lo que somos y lo que nos ayudará a convertirnos en lo que queremos y nuestra orientación sexual hace parte de todo esto. Es importante que lo dejen desarrollar sus propias ideas y no lo opriman por ningún motivo, podrían arruinarle la vida.

—No necesito que me digas cómo debo criar a mi hijo, Froid —Le respondió su padre, calmado, como siempre.

—Sí necesito si va a permitir que este tipo de gente le impida desarrollarse como persona —Froid señaló a Greg con su dedo índice.

—Pero bueno... —Se quejó él.

—Froid, solo déjalo —pidió Chaud esta vez en voz alta, cansado de la incómoda situación.

Froid se giró para observarlo con sus ojos azules destellando inconformidad. Aun así, el rubio terminó asintiendo levemente.

El resto de la cena fue en silencio, donde la mayoría de los presentes comieron por compromiso. Sobre todo Chaud, quien perdió todo el apetito y el molesto nudo en su garganta no le permitía ni pasar saliva con tranquilidad.

—Yo... Necesito irme a casa ya —anunció el rubio cuando terminó.

—Te llevo —ofreció Chaud aunque no había terminado su propia cena, ignorando a sus padres y a la regla de su madre sobre no conducir de noche.

—Gracias por la cena, Marie —agradeció Froid a su madre—. Que tengan una linda noche.

Ambos muchachos salieron del comedor y de la casa en silencio. Al subirse al auto, Chaud finalmente no pudo soportarlo más y rompió en llanto, pero Froid estuvo allí para consolarlo.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora