Alpacas

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Froid.

Froid en realidad amaba los fines de semana en los que Chaud venía a su casa, traía consigo un montón de alimentos basura y simplemente ambos se encerraban en su habitación a mirar alguna cosa en la computadora. La mayoría de veces ni siquiera se molestaban por ver algo de buena calidad, a Froid le bastaba y sobraba con estar en la simple compañía de su novio.

Como justo ahora, que estaban, sin razón alguna, mirando un documental sobre alpacas.

—Mira, van al baño juntas, como las mujeres —comentó Froid, cuando en la pantalla de su computador portátil apareció la escena de varios animalitos con pelaje color beige mientras iban al baño, en una especie de fila india, y depositaban su popo en un mismo lugar, creando una pequeña montaña.

—Que lindas que son —respondió Chaud, su tono desbordando ternura.

Pasaron alrededor de diez minutos más en silencio, demasiado sumidos en el documental, hasta que Froid volvió a hablar.

—¡Oh! —Medio gritó cuando una alpaca adulta escupió un monto de saliva en dirección a una de las personas encargadas de presentar el documental— ¡Si no les agradas te escupen! Definitivamente se acaban de convertir en mi animal favorito. En mi próxima vida quiero ser una alpaca, escupir a quien no me agrade y nunca ir al baño solo —declaró.

Una pequeña risa retumbó en el pecho de Chaud, sacudiendo su propia mejilla apoyada sobre el pecho de éste.

—No puedes, eres una abeja —reprochó de vuelta Chaud.

Froid frunció su ceño.

—No me gustan las abejas, llámame "pequeña alpaca" de ahora en adelante.

Los brazos de Chaud se envolvieron a su alrededor, haciendo la computadora a un lado y halándolo hasta que estuvo sobre su regazo. Levantó un poco la cabeza para poder observar la mirada dulce y miel del castaño.

—Te llamaré como yo quiera —Una sonrisa socarrona se deslizó sobre los gruesos labios de Chaud y Froid no se resistió a tomarlos entre sus dedos, sellándolos.

—Algún día me voy a cansar de ti —respondió.

Su mirada subió en cuanto Chaud sonrió tanto que tuvo que apartar las manos de sus labios y deleitarse con el sonido de su suave risa.

Había extrañado tanto verlo de esa manera, verlo reír a tal punto de que pequeñas arrugas aparecieran a cada lado de su boca y sus ojos. Tantos días habían pasado con Chaud estando apagado, apenas dándole sonrisas a medias, con sus bonitos ojos tristes y su mente mayoritariamente lejos de sí mismo.

Entonces, aunque guardara pequeñas inseguridades debajo de su máscara petulante, un sentimiento egocéntrico apareció, haciéndole darse cuenta de que él le hacía bien a Chaud. Él era como un calmante a toda la mierda que lo rodeaba. Y amaba serlo, estaba locamente feliz de poder cambiar aquella expresión apagada en tan solo un par de días.

Chaud estaba bien con él, podría caerles el mundo encima, pero Froid siempre encontraría la manera de sanarlo y ser una razón más, a veces la única, para que siguiera adelante.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora