Un momento familiar

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Chaud.

Antes de que el castaño pudiera darse cuenta, el invierno ya había llegado y la Navidad con él. Estaba tirado en su cama, mirando alguna comedia navideña a la cual no le estaba prestando mucha atención por estar texteando con Froid. 

—Chaud.

Escuchó el llamado de su madre desde la cocina, entonces se levantó y salió de su habitación para llegar a ella.

—¿Qué sucede? —preguntó cruzando el umbral, aún con el teléfono en la mano.

—Hijo, ven a tener un momento familiar con tus viejos —dijo su padre, quien estaba mezclando alguna sustancia blanca con una cuchara.

—Deja ese teléfono por un momento —Su madre le arrebató el aparato de las manos y lo depositó encima de la nevera— y ayúdanos a hacer las galletas de papá.

Chaud rodó los ojos, suspirando al darse cuenta que no tenía otra opción y acercándose a su mamá para empezar a ayudarla a darle forma a la masa con los distintos moldes de estrellas y corazones.

Alrededor de dos minutos después, se vejiga hizo un llamado a la naturaleza y él se disculpó para subir al baño. Ya en él, hizo pipí y se lavó las manos rápidamente. Volvió a bajar hasta la cocina, caminando relajado hasta que entró en ella y, al ver a su madre con su teléfono en la mano, el color abandonó su rostro.

—¿Estás saliendo con ese niño, Chaud? —La voz dura y fuerte de su padre le preguntó, su rostro se encontraba tan tenso que Chaud sintió la ansiedad escalándole por el pecho.

—Y-yo...

Se interrumpió a sí mismo cuando su madre le lanzó el teléfono y él lo alcanzó a tiempo para que no se estrellara contra el suelo.

—¿Qué hicimos mal, Chaud? —Le preguntó la mujer, al borde de las lágrimas.

—¿Por qué? —preguntó esta vez su padre, su ceño fruncido y su rostro lleno de pura y dura decepción lo golpeó tan fuerte que dio un traspié hacia atrás— ¡¿Por qué nos haces esto?!

—No... —su garganta parecía haberse cerrado, las palabras atragantadas en el fondo de esta sin querer cooperar para ordenar sus ideas, digerir lo que estaba sucediendo y poder responder alguna cosa.

Ahora solo podía sentir la ansiedad arañándole el estómago y algo parecido a una opresión en en el pecho. La manera en la que su madre había empezado a llorar y su padre negaba una y otra vez con la cabeza le hacían pensar que se habían enterado de que era una especie de abusador o asesino en serie, y no de que simplemente estaba saliendo con una persona. Una persona a la que realmente estaba empezando a amar, pero eso no parecía relevante en su contexto.

—¡Contéstanos!

El grito de su padre lo devolvió a la realidad, donde sus mejillas ya estaban húmedas por las lágrimas y su cuerpo tenso por la sorpresa.

—Sí —respondió al fin, bajando su cabeza para evitar tener que seguir observando los rostros de quienes le dieron la vida—, Froid es mi novio.

Escuchó el sollozo que soltó su mamá seguido del estruendo de algo de cristal rompiéndose contra el suelo. Cuando los pedazos de vidrio llegaron a sus pies, se dio cuenta de que era el tazón donde su padre estaba mezclando minutos atrás.

—No puede ser —Escuchó a su mamá susurrar, levantó la cabeza para verla negando—. ¿Qué va a decir el resto de la familia? Los vecinos, mis amigas...

—Te exijo que rompas con ese niño en este momento, Chaud.

Fue como una pequeña chispa, un ligero click en su cabeza, y antes de que siquiera se diera cuenta, ya se encontraba respondiendo:

—No —dijo fuerte y firme, levantó su rostro y enfrentó la mirada de su papá—, no voy a romper con Froid porque lo quiero demasiado y no voy a dejar que decidas con quién puedo salir y con quién no. Me gusta Froid y no hay una maldita manera en el mundo de que me hagan sentir mal por lo que soy.

Observó a su padre mirarlo en silencio, procesando sus palabras.

—Cariño, por favor —Su madre le saltó encima, acunando su rostro con sus manos húmedas debido a que se había limpiado sus propias lágrimas—, no destruyas esta familia, no-

Se zafó tan violentamente del agarre de la mujer, que el dolor brilló en los ojos de ésta.

—Yo no voy a destruir esta familia porque ya lo estaba desde antes de que siquiera tuviera consciencia, cuando dejaron que ese imbécil se metiera en nuestro hogar, que les llenara la cabeza de mierda y les dijera cómo criar a su propio hijo —Su tono de voz se elevó tanto que le empezó a doler la garganta, sentía la sangre corriendo caliente por sus venas—. ¡Desde que permitieron que se acercara a mí y me lastimara! ¿En serio van a jugar a ser los padres del año cuando permitieron que su propia familia me hiciera algo así? —gritó, esta vez observando a su padre.

—Sabes que Greg nunca lo hizo con una mala intensión —Le respondió él de manera calmada.

Chaud rió tan amargamente que hasta él mismo se sorprendió, se limpio las lágrimas con brusquedad y se armó de valor para lo que estaba a punto de decir.

—¿Estás seguro de eso, papá? ¿Será que seguirías creyendo lo mismo si te digo la manera en la que tenía pensado hacerme entender que los hombres no deben salir con otros hombres? —se acercó lentamente al mayor, controlando sus propias lágrimas ante el rostro imperturbable de su padre— ¿Será que seguirías creyendo lo mismo si hubieras llegado al mismo tiempo que mamá para observar cómo se volvía a acomodar la ropa porque interrumpieron su bien merecida reprimenda? —se detuvo en cuanto su propia voz se rompió y vio una lágrima deslizarse por la mejilla izquierda de su padre, su expresión ahora era de total estupefacción.

—¿Chaud...?

El castaño sonrió de lado, dándose media vuelta para salir de allí, pero antes de hacerlo, dijo:

—Pero tranquilos, pueden pensar lo que quieran, de todos modos hace tiempo que ya no los siento como familia.


Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora