Froid lo lamenta

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Chaud.

Se encontraba sentado en una banca del parque con Froid a su lado. El día estaba nublado y la brisa fuerte por lo cual no había mucha gente allí, para suerte de ambos.

—Necesito que hables —dijo, girándose hacia Froid, pero él no le devolvió la mirada, aunque sabía que lo estaba escuchando—. Froid, necesito que seas sincero conmigo.

Observó al rubio juguetear con sus manos en su regazo, con su mirada baja y frunciendo el ceño.

Chaud casi podía leer los pensamientos del rubio, casi podía escuchar la lucha interna por la que estaba pasando. Él mismo estaba pasando por aquello; la confusión en la que vivía obligado a enfrentar los sentimientos que habían aparecido antes de darse cuenta, las miles de preguntas sin respuesta y todas las opciones de lo que podría salir bien o mal si se arriesgaba.

Pasaron varios segundos antes de que le respondiera.

—Necesito tiempo.

Tiempo.

Chaud lo entendía, pero ya no quería esperar. Llevaba toda su vida esperando, pensando, reflexionando y nunca actuando. Había pasado toda su vida en su zona de comfort, nunca atreviéndose a ir más allá.

—Lo sé —Suspiró—, lo se, Froid. Te entiendo más de lo que puedas creer, pero necesito que me digas si hay... Si hay alguna, así sea mínima, posibilidad de que esto funcione. Por favor, no me dejes esperando como un imbécil.

Finalmente Froid levantó la vista y sus ojos azules se encontraron con los suyos. Veía tantas cosas allí adentro; veía miedo, curiosidad, angustia y tristeza al mismo tiempo. A pesar de la máscara de indiferencia, allí estaban presentes todos aquellos sentimientos, en el cielo tormentoso que eran aquellos orbes.

—N-No sé si pueda, Chaud, yo...

Su voz se rompió y antes de que algo más pasara, Chaud lo apretó entre sus brazos, dejándolo esconder su rostro en su cuello y acariciando con cariño su suave cabello rubio.

—Sí puedes —Le dijo al oído, sintiendo el estremecimiento que atravesó al menor entre sus brazos—. Sé que puedes, te conozco y sé que no es nada contra ti. Puedes hacerle frente a todo, esto no es nada comparado contigo.

Se vio desesperado por consolar al rubio cuando lo escuchó llorar, leves sacudidas atacaban sus hombros y Chaud sentía un dolor en su corazón. La intensa necesidad de hacerlo sentir bien lo estaba enloqueciendo.

—L-lo siento —Se disculpaba Froid en medio de sus lágrimas.

—Eres un imbécil —dijo, en cambio—. Mira que no aceptar la apuesta... Hubieras ganado diez billetes.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora