Cambios

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Froid.

Ellos ya habían estado en Malteadas Locas muchísimas veces, pero esta vez era diferente. Se sentía diferente. Empezando porque Froid estaba atragantándose con su malteada de vainilla para evitar hablar sobre lo que hizo hace media hora.

Ni el mismo sabía porqué lo hizo, se quedó esperando a Chaud toda la jodida tarde para después hablar con él sobre como lo que había pasado no podía volver a pasar y como seguían siendo mejores amigos antes que cualquier otra cosa y confusión. Incluso había planeado un discurso y todo lo necesario, pero cuando vio a Chaud, cerca de él por primera vez en toda la semana, con sus bonitos crespos y ojos miel brillantes, solo no pudo contenerse. Fue como si actuara por instinto y ahora no sabía si estaba más avergonzado o agradecido con lo que había hecho.

El silencio entre ambos no era exactamente incómodo, pero tampoco reconfortante, definitivamente todo había cambiado. Absolutamente todo. Y Froid quería tirarse a llorar al piso de solo pensarlo.

—Ni siquiera sé que decir —confesó Chaud, mezclando su malteada de fresa con el popote, sin levantar la vista.

Froid se mordió el labio inferior.

—¿Deberíamos...? —Empezó y Chaud levantó la mirada hacia él— ¿Deberíamos pasar la página?

El castaño lo observó en silencio durante unos segundos, finalmente bajó la cabeza y dejó salir un suspiro. No lucía feliz.

—Está bien —aceptó, aunque luciendo un poco cabizbajo—, si es lo que quieres... Cambiaremos de página y haremos como que esto nunca pasó aunque yo me termine suicidando por verte toda mi puta vida de lejos. Y cuando consigas a una bella chica y decidas casarte, yo ni siquiera asistiré a la boda porque estaré muy ocupado bebiendo cloro. Y cuando la embaraces tampoco iré a conocer a tus hijos porque estaré muy ocupado colgándome del techo con papel higiénico. Y cuando todos sean una bella familia y adopten un perrito tampoco estaré allí para verlo porque también estaré muy ocupado lanzándome por las escaleras. Y-

—Chaud —Froid lo interrumpió, alcanzó su mano a través de la mesa. Le dolía escucharlo hablar así.

Pero Chaud ni siquiera levantó la vista, solo negó con la cabeza, sacó dinero del bolsillo trasero de sus jeans, lo dejó sobre la mesa y se levantó para salir del lugar.

Froid quería tirarse a llorar al piso por segunda vez.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora