Promesa

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Chaud.

Quizá estaba un poco mareado por las cinco botellas de cerveza que George le ofreció en tan solo dos horas, pero se obligó a sí mismo a no aceptar ninguna más. Sería extremadamente inapropiado embriagarse como un loco en la casa de los abuelos de Froid. Apenas los había conocido hace dos días, pero es que George había insistido tanto en que debían celebrar su mayoría de edad como "era debido", que llegó un punto en que Chaud se quedó sin excusas.

Ahora estaba buscando a Froid por toda la casa, caminando un poco raro pero muy consciente aún.

Lo encontró en el patio trasero de la casa, sentado en los escalones, de espaldas y con la cabeza gacha.

Chaud se acercó en silencio, caminando de puntitas y se sentó rápidamente detrás del rubio, abriendo sus piernas para dejarlo en el medio y abrazarlo contra su pecho.

—¿Terminaron de alcoholizarse? —Le preguntó Froid, recostándose sobre él. El castaño sonrió, enterrando su nariz en el cabello del menor e inhalando su adictivo aroma.

—Hmm —respondió simplemente, paseando su nariz por las hebras suaves y rubias, después bajándola hasta su cuello y frotándola ahí.

—¿Ya es mañana? —Froid apoyó su cabeza en su hombro y la giró para verlo al rostro.

Chaud sonrió en cuanto se vieron a los ojos y, después de depositar un pequeño beso en sus labios rosados, respondió:—Nop, son casi las once y media.

Observó la mirada cristalina de Froid pasearse por su rostro y un nudo se apretó en su estómago al darse cuenta de la manera en la que lo estaba admirando. Antes de que pudiera comentar al respecto, sus mejillas se tornaron rosas y apartó la vista de inmediato.

Froid se removió en sus brazos, zafándose de su agarre y dándose la vuelta para que pudieran quedar frente a frente. El rubio se arrastró a sí mismo hasta terminar sobre su regazo con la mirada gacha y sus manos jugueteando entre ellas.

—¿Qué anda mal, pequeña abeja? —preguntó suavemente, acomodando sus piernas mejor para comodidad del rubio y rodeando su cintura con sus brazos.

—Yo... —Froid de interrumpió a sí mismo, lamiendo sus labios—. Uh, yo te compré... algo —Finalmente levantó la vista, viéndose tan pequeño y nervioso.

Sus cejas castañas subieron en cuanto lo escuchó.

—No tenías porqué hacerlo-

—No, yo quería hacerlo —Lo interrumpió, llevando su mano hasta el bolsillo izquierdo de su sudadera y sacando algo de allí que, por su puño cerrado firmemente alrededor del objeto, Chaud no pudo ver—. Es solo que no sé si es demasiado o si es inapropiado, yo-

Chaud acunó el rostro del menor y le sonrió con dulzura.

—Lo voy a amar —dijo con seguridad—. Amaré cada cosa que provenga de ti, pequeña abeja.

A Froid se le sonrojaron las mejillas y, finalmente, con un suspiro tembloroso, abrió la palma de su mano lentamente y dejó a la vista su regalo.

No era un solo objeto, de hecho, eran dos: dos pequeños y delgados anillos brillaron en la oscuridad de la noche, ambos estaban hechos de un tipo de plata plateada y dorada, con un pequeño nudo en el frente. Chaud los amó al instante.

—No es como de... compromiso —se apresuró a aclarar el rubio—. Es uno de promesa.

—¿Un anillo de promesa? —inquirió, curioso.

—Sí —respondió Froid, tomando su mano para ponerle el anillo en su dedo índice derecho, la joya de deslizó fácilmente por él y luego el rubio se puso a sí mismo el suyo—, pienso que tiene más significado que un anillo de compromiso.

—¿Ah, sí?

—Mmm-hmm —Froid asintió con entusiasmo—. Creo que es, principalmente, muy diferente por todo lo que el matrimonio significa. Este anillo solo es... —observó al menor sonreír levemente al ver sus dedos entrelazados con el anillo puesto—. Solo representa nuestra promesa de estar el uno con el otro. Puede ser tan vacío o tan significativo como solo nosotros queramos.

Chaud se mordió el labio inferior, evitando sonreír como un maniático y tomó del rostro a Froid para unir sus labios. Su corazón latía desenfrenado mientras abrazaba la cintura del rubio e introducía su lengua en su boca. Era increíble la manera en la que Froid podía descontrolar sus emociones y hacerlo sentir a kilómetros del suelo, lo hacía olvidarse de toda la mierda que estaba ocurriendo a su alrededor, pero al mimso tiempo también se sentía como una fuerte promesa de que todo iba estar bien. Estaba tan enamorado de su pequeña abeja que podría derretirse en el suelo.

—Gracias, mi amor —susurró sobre los labios del menor, abriendo sus ojos para observarlo más sonrojado que nunca y con los labios húmedos.

—Está bien —Froid asintió, removiéndose en su regazo para sentarse casi sobre sus caderas—, el momento de miel homosexual ha terminado, empieza el besuqueo sucio.

Chaud no terminó de reírse cuando Froid ya lo estaba besando de nuevo, con intensidad y casi necesidad, arrancándole suspiros y jadeos cuando halaba de su cabello con algo de fuerza. Sus propias manos fueron a parar a las piernas del rubio, subiéndolas hasta que, con timidez, las puso sobre su trasero, luego dando un apretón con un poco más de confianza cuando Froid rompió el beso para jadear.

Dios bendito.

Ambos se sobresaltaron, casi gritando cuando golpearon con fuerza el vidrio de la ventana que daba al patio trasero. Chaud estaba muy seguro de que se mordió su propia lengua.

—Ya es tarde —escuchó Chaud decir a la abuela de Froid a sus espaldas—, ambos a la cama —ordenó y después de unos segundos, añadió:—. Y no a la misma.

Chaud se sonrojó tanto sintió que sus mejillas explotarían. Por otro lado, Froid solo se rió con fuerza.

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Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora