Claudia

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Chaud.

Chaud se hallaba sentado en la sala de estar de la casa de Froid, la hermana menor de éste se encontraba sentada en la alfombra viendo televisión y el rubio estaba a su lado en el sofá, ambos desarrollando su parte del trabajo de matemáticas. El ambiente parecía muy relajado pero los dos adolescentes estaban devanándose los sesos por poder resolver los ejercicios que tenían que entregar mañana a primera hora.

Entre su niebla de sufrimiento, Chaud pudo distinguir el sonido de la puerta principal siendo abierta, por lo que inmediatamente llevó su mirada allí.

—Esta maldita puerta, le dije a George hace dos semanas que la arreglara —Una señora de no más de cuarenta años de edad entró en la casa, se quitó su abrigo negro y lo puso en el perchero de la entrada, seguido se dirigió a la sala con una expresión agotada—. Froid, será mejor que hayas lavado los platos antes de tirarte en ese sofá como el gato gordo en el que te convirtió tu abuela —advirtió ella.

—Buenas tardes para ti también, mamá —Le respondió Froid, sin quitar la vista de su libro de matemáticas.

—Oh —La madre de Froid pareció notar su presencia, por lo que Chaud se acomodó en su sitio y le sonrió con educación—, hola, ¿eres amigo de Froid?

—Sí, señora —Chaud se puso de pie para darle un apretón a la mano de la madre de Froid—. Soy Chaud.

—Claudia —Le respondió ella con una sonrisa amable y él volvió a tomar asiento. Chaud notó varios detalles en ella; su cabello rubio cenizo, sus ojos verdes y sus pómulos marcados. Definitivamente Froid tenía algunos rasgos de su madre, la mayoría, diría él.

—Que bueno que llegaste, vieja —dijo Froid—. Chaud y yo estábamos muriendo de hambre, ya puedes ir a cocinarnos algo.

Chaud observó en cámara lenta como la madre de Froid se quitaba una de sus botas marrones y se la lanzaba por la cabeza a Froid, quien ya estaba al otro lado de la habitación, riéndose.

—Recuerda que tu abuela llega hasta las siete, mocoso —amenazó Claudia, rodeando el sofá y dejándose caer en él. Lucía cansada—. Ve y hazme un té, por favor.

Froid desapareció de la sala aún riendo.

—¿Y tú qué, mocosa? ¿No vas a saludar a quien te llevó en su panza nueve meses? —Claudia se dirigió a la hermana menor de Froid, Emma, quien de inmediato se levantó de la alfombra y le dio un tierno abrazo a su mamá.

—Chaud me agrada, mamá —dijo Emma en voz alta, viéndolo con sus enormes ojos azules y una sonrisa dulce.

—Tú también me agradas, Emma —Le respondió él con una sonrisa.

—No, es que tú haces que Froid esté de buen humor.

En ese momento el rubio regresó de la cocina, comiendo un trozo de pollo frito y se quedó a un lado suyo. Claudia dejó ir a su hija y los observó a ambos con una pequeña sonrisa.

—Me gusta, Froid —Le dijo Claudia a su hijo, pero él frunció el ceño y Chaud solo pudo sonrojarse, sintiéndose tímido de repente—, es lindo.

—Ok, ok... ¿De qué me perdí?

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora