Feliz navidad

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Froid.

Froid usualmente odiaba a su familia, sus tías, tíos y primos no eran personas de las cuales él presumiera, pero a partir de esa noche, él realmente podría empezar a hacerlo.

Hace dos horas había estado asustado como la mierda de que todas aquellas personas con las cuales compartía un lazo familiar, abordaran la casa de sus abuelos, puesto que iban a encontrarse con Chaud por primera vez. Había estado tan nervioso, aguantando la respiración cuando alrededor de diez personas atravesaron la puerta principal y le sonrieron de manera cálida a su novio y a él. Su tía Mariane había sido la primera en acercarse adecuadamente y presentarse ante el castaño, pellizcando una de sus mejillas y halagándole con cumplidos que hicieron a Froid sonrojarse.

Había ido más bien de lo que nunca se habría imaginado o, por lo menos, nadie había comentado algo grosero o incómodo al respecto. Así que sí, después de veinte días en Florida, el rubio al fin pudo relajarse y bajar la guardia.

No podían culparlo, Chaud había salido de un lugar con gente haciéndolo sentir horrible por su orientación sexual, y Froid no lo había traído aquí para que pasara por lo mismo.

Ahora, eran pasadas las dos de la madrugada del veinticinco de diciembre, pero ambos estaban tranquilamente acurrucados el uno contra el otro en un pequeño sofá del patio trasero, escuchando las risas y voces de su familia dentro de la casa.

—¿A veces...? —Froid habló— ¿A veces no se te hace difícil creer que estamos juntos? —preguntó, su cabeza estaba apoyada en el hombro de Chaud, ambos arropados completamente por una suave manta de lana de su abuela.

—¿Difícil?

—Sí —respondió—, como que antes esto parecía imposible —una sonrisa divertida se deslizó por su boca—. Yo en serio, realmente, no podía soportarte —confesó con una pizca de diersión.

—Supongo que, una vez que te acercas realmente a alguien, no es tan difícil empezar a verlo de otra manera —le respondió Chaud suavemente, su mano posándose en su cabeza y acariciando su cabello rubio—. Yo nunca pensé que eras alguien desagradable, como que te odiaba porque tú me odiabas. Nunca tuve una razón válida para no soportarte, ¿tiene eso sentido?

Froid se rió un poco, entonces, sin pensar, dijo: —Bueno, yo te odiaba porque le provocabas cosas locas a mi corazón, así que tiene más sentido tu razón que la mía.

Su sonrisa se congeló en cuanto se dio cuenta de lo que había confesado. Él rogó, en serio lo hizo, internamente para que Chaud lo dejara pasar, pero claro que no fue así.

—¿Tú qué? —preguntó Chaud, incrédulo.

Froid suspiró, tratando de esconder su rostro bajo la manta y cuando alzó la mirada hacia el castaño, éste lo observaba de vuelta con interés.

—¿Podrías fingir que no dije eso? —preguntó, bajito.

—¿Yo te gustaba, Froid? —insistió.

—Está bien —bufó, rodando los ojos y revelando su rostro de debajo de la manta—. Sí, creo que lo hacías, desde que teníamos quince, más o menos, solo que yo siempre he sido emocionalmente torpe y tú eras... Eras . Entonces tenía dentro un enredo de emociones que no podía descifrar, así que las reprimí tratándote mal y convenciéndome de que en realidad te odiaba. 

—¿Por qué yo no sabía eso? —preguntó Chaud después de unos segundos, cuando al fin salió de su estupor.

—No lo sé —el rubio hizo una mueca—. Siempre te veía con chicas, asumí que debía sacar esa estúpida idea de mi mente de cualquier manera, así que un día tomé la iniciativa y te tiré esa soda encima —Froid terminó riéndose ante el recuerdo.

—Estaba tan enojado porque te burlaste en mi cara —respondió Chaud.

Froid levantó la vista y Chaud le devolvió la mirada con una suave sonrisa.

—Si yo hubiera demostrado mi interés en vez de dedicarme a odiarte, tal vez ahora estuviéramos casados —bromeó.

—Bueno... —Chaud bajó la mirada, tomando su mano y entrelazándolas, ambos anillos hicieron contacto—. Lo estamos casi ahora.

Froid no pudo evitar sentir cosquillas en la panza y escondió su rostro en el hombro del mayor.

—Eres tan dulce, te odio —Se quejó con su cara aplastada contra el suéter de Chaud.

El castaño rió con suavidad y enredó sus brazos a su alrededor, tirándolo hacia su regazo y cubriéndolos a ambos con la manta. Froid restregó su mejilla contra su hombro y después recostó su cabeza sobre éste.

—Sabes que lo voy a ser aún más solo para molestarte, ¿no? Probablemente frente a tu familia también —respondió Chaud.

Froid le pellizco uno de sus brazos y no sonrió conforme hasta que escuchó el quejido que soltó.

—Un paso más cerca del divorcio—amenazó, pero Chaud solo lo abrazó aun más contra su pecho y depositó un beso sobre su cabello.

Si, Froid fue bastante feliz esa Navidad.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora