Chaud.
Todavía estaba recogiendo sus cosas de la mesa de estudio ya que su compañera y él habían terminado el trabajo hace algunos minutos atrás.
—Nos vemos luego, Chaud —Se despidió Anna con una sonrisa que Chaud le devolvió.
—Cuídate —respondió viéndola salir de la biblioteca.
Tomó su teléfono para ver que eran las cinco y media de la tarde, por lo que se apresuró a salir de la biblioteca ya que su mamá estaría esperándolo en casa. Estaba caminando lentamente hacia la salida de la escuela cuando fue halado tan fuerte que casi se cae de bruces contra el suelo. Se dio cuenta cuando ya estaba dentro de una de las aulas del pasillo con Froid viéndolo fijamente a los ojos.
El rubio no dijo nada, por lo cual Chaud se aclaró la garganta y sonrió de manera tensa, disimulando los nervios que lo estaban atacando.
—Uh, hola —dijo por lo bajo, tragando saliva y evitando mirar al menor al rostro.
Sinceramente sentía que en cualquier momento podría morirse de la vergüenza hirviendo lentamente en el fondo de su estómago.
—Hola —Le respondió Froid con simpleza.
Entonces Chaud no supo si continuar con una conversación casual o directamente disculparse por lo del viernes. Froid ya había dado el primer paso: buscarlo, así que ahora era su turno de disculparse para que ambos pudieran volver a ser los mismos de antes. Eso era lo correcto, lo que se supone que debía hacer.
—Escucha —Se interrumpió a sí mismo con un suspiro tembloroso y enredó sus manos en las tiras de su mochila para hacer menos evidente el temblor en ellas. Lo que estaba a punto de hacer le iba a romper el corazón, pero no importaba porque era lo correcto para la amistad más valiosa que había tenido en su corta vida—... Ni siquiera sé que decirte, solo sé que lo siento por lo del viernes. Realmente no estaba pensando con claridad y creo que me aproveché un poco de que estabas ebrio, lo cual estuvo mal en muchos niveles —reflexionó para sí mismo—. Bueno, no lo había visto de esa forma hasta ahora, supongo que me acabo de crear otro trauma —su voz se fue apagando notablemente mientras su ceño se frunció.
Fueron alrededor de treinta segundos de absoluto silencio donde Froid solo se quedó mirándolo sin decir algo. Entonces, casi de la nada, el rubio le saltó encima, enredándose en él como un pulpo y estrellando, en todo el sentido literal de la palabra, sus labios juntos. Fue tal el impacto que la espalda de Chaud chocó contra uno de los armarios del aula, la cerradura de metal clavándose en uno de sus omóplatos y haciéndole soltar un bajo quejido de dolor.
Por otro lado, estaba Froid tirando de su cabello y besándolo como si pudiera morirse en cualquier segundo. En realidad no le molestó, es más, las bonitas punzadas en su estómago y corazón comenzaron.
Besar a Froid era mucho más maravilloso de lo que alguna vez pensó que sería besar a alguien; sus labios cálidos y suaves le provocaban cosquillas y su lengua se paseaba por su boca arrancándole el aliento. Eran movimientos mucho más estables y confiados que los del viernes.
A Chaud le encantaba.
Fue Froid quien se alejó, respirando con agitación y acunando sus mejillas en sus manos suaves y cálidas. Chaud levantó la vista hacia aquel intenso y hermoso cielo que el rubio tenía en sus ojos y entonces sonrió, ciñendo sus brazos más fuerte alrededor de la cintura del más bajo.
—¿Quieres ir por una malteada?
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Adversarios [EDITANDO]
Teen FictionChaud y Froid han sido enemigos desde que tienen memoria, siempre andan discutiendo y peleando, jamás han logrado mantener una conversación que no termine en insultos o en un castigo en la dirección. Los maestros, directivos y hasta el conserje, han...