Prólogo

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Mi sexta navidad, una navidad que —como todas las demás—, estoy rodeada de las personas que más amo en el mundo; mi padre, mi madre y mi hermano mayor.

—Abre tu regalo —me dijo mi madre al darme una pequeña caja.

La abrí y tenía una cadena con un dije en forma de corazón.

—Es hermoso —dije con mi voz dulce y angelical.

—Es un camafeo —me dijo mi madre sentándose a mi lado—. Tiene nuestra foto aquí adentro.

Mi madre abre el camafeo dejando a la vista dos fotos: una de mi padre y otra de mi madre.

—Es para que nunca nos olvides —dijo mi padre sentándose al otro lado.

Yo, con mi gran inocencia y sin saber lo que estaría por suceder, los abracé con mucha fuerza y les susurré:

—Somos vampiros, siempre estaremos juntos.

En ese instante mi hermano se quejó al no estar en el camafeo que mis padres me habían dado.

Solté una risita al ver su puchero, lo abracé y le dije lo mucho que lo amaba, le dije lo buen hermano que era.

Mis padres nos tomaron en sus brazos y nos llevaron hacia nuestra habitación. Mi madre plantó un beso sobre mi frente para que después mi padre hiciera lo mismo.

—Descansen pequeños —nos dijo mi padre a mi y a Noah.

—Descansen —dijimos mi hermano y yo al unísono.

Mis padres salieron de la habitación y yo, abrace mi oso de peluche para después cerrar los ojos y caer en un sueño profundo.


Era media noche, un estruendo me despertó haciendo que dé un respingo sobre mi cama. Me talle mis ojitos verdes para después ver a mi alrededor y buscar el origen de aquel estruendo. No encontré el origen de aquel ruido, pero me encontré con mi hermano asomado en la puerta de la habitación.

—¿Noah?

Mi hermano se gira rápidamente para verme y cierra silenciosamente la puerta. Se acerca a mi cama y hace que me acueste de nuevo tapándome con las cobijas.

—Vuelve a dormir hermanita —dijo Noah un poco asustado.

—¿Qué pasa? —pregunté angustiada.

Noah estuvo a punto de hablar pero un grito proveniente de la voz de nuestra madre lo interrumpió.

Me levanté rápidamente de la cama y corrí hacia la puerta dejando a mi hermano a mis espaldas. Abrí la puerta y vi a unos hombres con trajes blancos rodeando a mis padres.

—¡Mami! —grité sin saber que pasaría al hacerlo.

La mirada de todos se fijaron en mi haciendo que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Mi hermano salió detrás de mi y me tomó del hombro.

—Así que esos son los niños —dijo un hombre alto, pelo negro, cejas pobladas, delgado, un porte elegante, su voz era tan escalofriante que hizo que los bellos de mi piel se erizarán.

—Niños —dijo mi madre con la voz temblorosa—, vuelvan a su habitación.

—No. No. Quiero conocerlos —dijo el mismo hombre dando un paso hacia enfrente.

Mi padre detuvo su andar parándose enfrente de aquel hombre.

—Le pones una mano encima a mis hijos y juro que te mataré —dijo mi padre amenazante.

—Ya lo veremos —dijo el hombre con una sonrisa de lado.

En un abrir y cerrar de ojos, la sangre estaba por todos lados, mi padre estaba en el suelo y el traje blanco de aquel hombre estaba teñida de rojo; había asesinado a mi padre, habían asesinado a mi padre enfrente de mis ojos.

Un grito salió de la boca de mi madre. Noah y yo solo nos quedamos petrificados, viendo el cuerpo decapitado de nuestro padre.

Aquel hombre dio un paso hacia las escaleras que lo llevaba al segundo piso donde nos encontrábamos mi hermano y yo. Mi madre —con su velocidad sobre humana—, corrió hacia nosotros metiéndonos en la habitación y cerrando la puerta con cerrojo. Con su poder —manipular la flora—, creó un muro de raíces impidiendo que entraran por la puerta, o al menos esa fue la intención de mi madre.

—Mis niños —dijo mi madre—, se supone que siempre estaríamos juntos para siempre, pero el para siempre no existe, tarde o temprano algo nos tenía que separar, y los perfeccionistas nos han separado.

Mi madre abrió el clóset y sacó una mochila, comenzó a introducir fajos de billetes dentro de la mochila, la cerró y se la entregó a mi hermano mientras acariciaba su cabello rubio.

—Vayan a Canadá con sus abuelos, ellos los mantendrán con vida —dijo mi madre con la voz temblorosa.

Mi madre abrió la ventana y nos hizo una seña para que saliéramos por ella. Noah fue el primero en salir, enseguida me arroje a la nieve blanca que cubría la mayor parte del área.

—Noah, cuida bien a Adrienne, recuerda que es a ella a quien buscan, no dejes que la encuentren. Los amo —dijo mi madre para después cerrar la ventana y cubrirla de raíces.

Noah me tomó de la mano y comenzamos a correr hacia el interior del bosque. A tan solo cincuenta metros el grito de mi madre llegó a mis oídos; la habían asesinado.

Mi hermano y yo nos la arreglamos para poder llegar hasta Canadá con mis abuelos, y entonces, supe que nunca estaría segura, supe que no podría vivir normalmente como lo había hecho hasta ahora.

~•~•~•~•~•~

3 de cada 10 vampiros tiene algún don; desde poder leer la mente hasta poder controlar los cuatro elementos. Pero yo, Adrienne Moonlight, nací con un poder único e inigualable; robar otros dones. Mi don consiste en sólo tocar a otro vampiro y poder adquirir su don o poder —como quieran llamarle—, dicho vampiro no perderá su poder pero yo lo tendré.

Los perfeccionistas son la más poderosa ley en el mundo de los vampiros, ellos mantienen nuestro mundo en orden, es por eso que me buscan, porque para ellos, soy un peligro.

AdrienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora