Capítulo XXV

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Maneje un largo rato que pensé que la carretera nunca se acabaría, pero un enorme alivio me lleno al ver a lo lejos las luces de la ciudad. Por fin habíamos llegado a la civilización.

Y bueno, ya estando aquí, en una ciudad, en el municipio de Crodoy, Inglaterra, comenzaría mi plan de mantener a mi hermano y a Peter a salvo.

Al encontrar un hospital, me estacione enfrente de la entrada principal, tomé un lapicero y una hoja que se encontraban en el auto y escribí todos los datos de Peter junto con un par de indicaciones, tomé algunos fajes de billetes y con la hoja envolví dicho fajo. Bajé del auto y abrí la puerta de la parte trasera del auto.

—Es momento de decir adiós —dije con un hueco en el corazón.

Tomé Peter entre mis brazos, coloqué su brazo izquierdo alrededor de mi cuello y con mi mano derecha lo sostuve de la cintura. Caminé hacia la entrada del hospital y antes de poner un pie dentro del enorme edificio saque el arma que tenía en la parte trasera de mi pantalón, entré en el hospital con el arma en mano apuntando hacia las enfermeras.

—¡Rápido! ¡Una camilla! —grite en inglés—. ¡Rápido si no quieren que los mate!

Las enfermeras, asustadas, llegaron corriendo con una camilla, con demasiado miedo de acercaron a mi y tomaron a Peter para colocarlo sobre la camilla. Apunte hacia las enfermeras que estaban al rededor de la camilla para que se alejaran y así poder acercarme a Peter, para poder verlo por última vez, para despedirme.

—Adiós amor mío —susurre mientras acariciaba su frente—, conmigo no estás a salvo, regresaras a salvo a casa y todo esto terminará, al menos para ti. Nos volveremos cuando todo esto se resuelva, cuando vuelva a ser libre. Te amo.

Con los ojos cristalinos, con lágrimas rodando sobre mis mejillas me acerqué a él para poder besar sus labios por última vez. Me quedé un par de segundos mirándolo para no poder olvidar su rostro y sin más me di la media vuelta y comencé a caminar hacia la salida.

—¡Hey! —le grite a una de las enfermeras.

La enfermera se giró hacia mí y le lancé el fajo de billetes. Caminé hacia la salida y corrí hacia el auto, entré en el y lo encendí rápidamente antes de que llegaran los policías.

—¿Adrienne? —dice Noah mientras enciendo el auto—. Adrienne, ¿y Peter?

No respondo su pregunta, solo me dispongo a conducir a una gran velocidad para salir de las calles de Crodoy para alejarme de aquel lugar, para alejarme del amor de mi vida.

Las lágrimas no dejaban de caer por mis mejillas, nunca me había sentido tan destrozada.

—Adrienne, ¿dónde mierda está Peter? —preguntó Noah.

—En el hospital —dije con la voz entre cortada—. Él volverá a casa Noah, él estará bien.

—Adrienne, si los perfeccionistas lo encuentran lo mataran. Adrienne tenemos que regresar. ¡Da la vuelta!

Ignoré completamente a mi hermano y seguí manejado. Él no paraba de preguntar por Peter y en un intento de desesperación abrió la puerta del auto y se lanzó, pisé el freno hasta el fondo haciendo que mi cuerpo saliera impulsado hacia enfrente.

—Idiota —susurre entre dientes.

Apagué el auto y saqué las llaves de su lugar, bajé del auto y lancé la puerta en signo de que estaba molesta.

—¡Que demonios te pasa Noah! —grite mientras caminaba hacia él—. ¿Estas loco? ¿A caso quieres morir?

Una sonrisa llena de ironía se forma en mi rostro al escuchar lo estúpida que soné al decir eso, somos vampiros, somos inmortales.

Llegué a mi hermano y me quedé parada a un costado de él esperando a que se levantará.

—¿Por qué dejaste a Peter? —pregunto Noah.

—¿No era lo que tanto querías? —dije con frialdad—. Tú me dijiste "conviertelo en vampiro o déjalo", y preferí dejarlo a condenarlo a esta maldita vida de fugitivos.

Noah se quedó con su mirada fijada en el cielo lleno de estrellas como si estuviese procesando todo lo sucedido.

—Anda, levántate, tengo que mostrarte algo —estire mi mano para que él la tomara y se pudiera levantar.

Cuando se encontraba de pie comencé a caminar hacia el maletero, lo abrí e hice un movimiento con la cabeza indicándole a Noah que viniera. Mi hermano, a paso lento, comenzó a caminar hacia mi.

—Lo que está aquí nos sacará de problemas —le dije a mi hermano cuando se encontraba cerca de mi.

Noah abrió los ojos llenos de asombro al ver todo el dinero que se encontraba en el maletero.

—¿Piensas comprar nuestra libertad con esto? —pregunto Noah con sarcamo.

—No —cerré el maletero—, solo tu libertad.

Noah me miró con confusión y de un momento a otro le di un golpe haciendo que cayera al suelo.

—¡¿Qué hiciste Adrienne?! —grita Noah mientras se toca la nariz.

—Dejándote libre —dije para darle otro golpe dejándolo inconsciente.

Tomé el cuerpo de mi hermano y lo subí en el asiento trasero del auto.

—Tranquilo Noah, en poco serás libre.

Subí al asiento del piloto y encendí el auto para comenzar a manejar hacia nuestro destino, comencé a manejar hacia la libertad de mi hermano.

Después de manejar horas, y horas, por fin llegué a nuestro destino, a la enorme casa que en algún momento fue de nuestros padres.

—Llegamos —dije apagando el auto.

Bajé a mi hermano y lo metí a la casa a la que habíamos llegado, sin tanto esfuerzo lo subí al segundo piso y lo deje acostado en la cama que estaba ahí. Bajé nuevamente para ir al auto y del maletero saqué una montaña de billetes y los subí a la habitación donde se encontraba Noah, escribí una carta y la dejé sobre todo el dinero.

—Te extrañaré hermanito —dije plantando un beso en su frente.

Y sin más, bajé a la cochera para poder encender el auto e irme dejando a mi hermano completamente libre.

—Adiós Noah —dije con un nudo en la garganta mientras veía por el retrovisor la casa blanca.

Dejar a Peter me dolió en lo más fondo de mi alma, pero dejar a mi hermano, alejarme de la persona con los que he compartido en los buenos y malos momentos, dejar a mi compañero de vida eso mata, quema en lo más profundo de mi ser.

Con lágrimas en los ojos y un hueco en el pecho, comienzo a manejar hacia el aeropuerto para así poder dirigirme a Italia, la bella Italia, para poder estar en paz un pequeño momento antes de comenzar a perseguir a cada uno de los perfeccionistas.

Todo sea por mi hermano.

AdrienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora