Capítulo LIII

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*Narra Peter*

Me levanté sobresaltado del lugar donde me encontraba acostado pero unas cadenas me impidieron moverme libremente. Parpadeo para aclarar mi vista y lo que veo no es nada alentador; me encontraba en un calabozo, las paredes eran de piedra, húmedas llenas de musgo, solo había un par de pequeñas ventanas que permitían la entrada de luz, el olor a sangre estaba presente en todo el lugar al igual que el olor a putrefacción.

Mire mis pies y estaban encadenados al igual que mis muñecas. Observé a mi alrededor y pude notar que no era el único que se encontraba encadenado contra la pared, había personas que se notaba que tenían tiempo aquí siendo torturados, con heridas graves y cicatrices, incluso había personas que estaban agonizando. Había otras personas que se podía notar que llevaban poco tiempo aquí ya que sus heridas no eran graves.

Trate de romper las cadenas pero fue imposible, eran de plata. Forcejeo demasiado que el ruido de las cadenas resonó por todo el lugar.

—Aunque lo intentes no se romperán —susurraron entre las sombras—. Son cadenas de plata, la debilidad de todo vampiro y hombre lobo.

Me quedé en total silencio analizando lo que el hombre me acababa de decir, aquel sujeto tenía razón, la plata no solo debilita a los hombre lobo, también debilita a los vampiros y al estar debilitados se volvía casi imposible romperlas.

Forcejeo una vez más pero el resultado no fue agradable, un sujeto de traje negro entró al calabozo, camino hacia mí y golpeó mi rostro con una cadena de plata, pude sentir como mi piel se abría al mismo tiempo que el ardor se hacía presente.

—¡Cállate! —ordenó el vampiro de mala gana. Se dio la media vuelta y salió del calabozo.

La plata estaba haciendo demasiado efecto en mi cuerpo que me debilitó tanto haciendo que perdiera la conciencia.

No sé cuánto tiempo pasó, había perdido la noción del tiempo, pero al cabo de unas horas —posiblemente días—, el mismo vampiro de traje negro que me había golpeado entró al calabozo y me desencadenó, me levantó de un tirón del suelo para después arrastrarme hacia el exterior del calabozo. Gracias a las cadenas de plata me sentía demasiado débil para luchar, me sentía demasiado débil que al salir del calabozo colapse cayendo de rodillas a lo que el vampiro de traje negro azotó mi espalda con una cadena de plata.

—¡Levántate! —ordenó con furia—. Quieren verte rápidamente.

Me tomó del antebrazo e hizo que me levantara, totalmente débil, comencé a caminar a la par del vampiro. El pasillo era tétrico, estaba alumbrado con la luz del día que entraban por unas pequeñas ventanas, el lugar olía demasiado mal, las paredes estaban húmedas y con musgo, a decir verdad me daba repulsión al estar y caminar en un lugar como este. Al final del pasillo había unas escaleras en forma de caracol, las subimos y al salir de aquel lugar oscuro y tétrico la luz del Sol me cegó totalmente, parpadeo para poder acostumbrarme a la luz, me toma tiempo pero finalmente lo logré y entonces me percato que estoy lejos del castillo.

Mis pasos eran demasiado torpes lo cual provocó que tropezara y cayera de rodillas sobre el camino de piedras, nuevamente el vampiro azotó mi espalda con la cadena de plata que llevaba en su mano en la cual tenía un guante de cuero. De un tirón hizo que me pusiera de pie y comenzó a caminar aún más rápido. Recorrimos una distancia de aproximadamente cien metros hasta llegar al gigantesco castillo, entramos y me llevó hacia el gran comedor en el que se había llevado a cabo el festejo de "purificación".

Entramos al gran comedor y lo primero que vi fue a Scarlett parada entre los tres perfeccionistas de capa roja, y a sus costados se encontraban otros vampiros de traje blanco. Scarlett tenía su mirada fija en mi lo cual me dio escalofríos, me miraba con odio y frustración, su mirada era tan intimidante que tuve que desviar la mirada al suelo mientras caminaba hacia ellos.

AdrienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora