Capítulo XXXIII

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Abrecht y yo caminábamos en dirección al hotel, en los primeros minutos de caminata hablamos sobre los encabezados de los periódicos y sobre cómo entrar al escondite secreto de los perfeccionistas, pero después de eso, nadie hablo, nadie pronunció una sola palabra más, íbamos caminando en completo silencio.

—Oye —me atreví a hablar después de minutos de silencio—, quería pedirte una disculpa por lo que dije el otro día en mi habitación, no debí entrometerme en el asunto de tus padres.

—No te preocupes —bajo su mirada al suelo—, era algo que supuse pero nunca quise aceptar.

Seguimos caminando pero a unos cuantos pasos Abrecht se quedó parado, al percatarme de que él no iba a mi lado detuve mi andar y me gire sobre mi propio eje, miré a Abrecht y él tenía su mirada fija en mi.

—Mis padres murieron por saber el futuro, tú estabas en esa predicción, mis padres pusieron su fe en ti, mis padres me mandaron a ayudarte —guardo silencio un par de segundos—. Haz que valga la pena, has que los perfeccionistas paguen.

Sus palabras me dejaron en trance. Una gran responsabilidad estaba en mis hombros, el padre de Abrecht lo sabía, sabía que el futuro está en mis manos, sabía algo que nosotros no pero los perfeccionistas sí.

—Haré que los perfeccionistas paguen, lo juro. Haré que paguen por cada inocente asesinado a sangre fría, por tus padres, por mis padres, y por los padres de muchos como nosotros.

Él asintió con la cabeza y camino hacia mí para que ambos pudiéramos caminar a la par.

Después de caminar unos minutos vi una tienda de celulares, tomé a Abrecht del brazo y lo llevé hasta aquella tienda.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Abrecht mientras miraba los celulares.

—Necesito un celular —dije observando los dispositivos.

No necesitaba un gran celular, al final los destrozaba o los pierdo durante una batalla.

Después de haber adquirido mi celular salimos de aquella tienda y seguimos caminando en dirección al hotel. Fuimos platicando de cosas random que el camino se me hizo demasiado corto.

—Bueno, hemos llegado —dice parándose enfrente del enorme edificio.

—Supongo que irás a casa —dije algo desanimada.

—Así es, iré a casa a descansar —tomo la pequeña bolsa que tenía en mi mano derecha y saco la pequeña caja del celular que había comprado—. Guardaré mi número por si necesitas algo.

Tecleó un par de veces y me regreso el celular.

—Si necesitas algo solo llámame. Hasta mañana.

Asentí con la cabeza y enseguida Abrecht se dio la media vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria al hotel. Me di la media vuelta y caminé hacia el interior del enorme edificio, subí al elevador para poder llegar al piso correspondiente, en el transcurso del pequeño viaje comencé a pensar en todo lo que hice y vi el día de hoy.

«Los perfeccionistas ocultan sus crímenes con "incidentes", matan personas sin motivos, ponen leyes que ni siquiera ellos mismos respetan, no cabe duda que ellos no tienen nada de "perfectos"».

El ligero sonido de la campana del elevador me hizo regresar a la realidad, ya había llegado al piso correspondiente. Las puertas se abrieron y salí del elevador, comencé a caminar por el pasillo en dirección a mi habitación.

Cuando llegué a mi habitación, justamente cuando coloque la mano sobre la manija de la puerta, sentí la presencia de otro vampiro, rápidamente abrí la puerta y vi una sombra saliendo por la ventana a velocidad sobrehumana, fue tan rápido que un humano no podría haberlo visto. Corrí hacia la venta y saqué la cabeza para poder ver al sujeto que había entrado a mi habitación y vi a un sujeto con gabardina café y un sombrero, estaba de espaldas, no podía ver su rostro, giro su rostro muy poco —supongo que lo hizo para verme de reojo—, alzó su mano como en signo de despedida y comenzó a caminar entre la multitud.

AdrienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora