Capítulo XXXIV

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*Narra Peter*

Después de estar hospitalizado una semana y media, por fin me habían dado de alta, estaba muy feliz al salir de aquel hospital, de respirar aire fresco, estaba feliz de sentir los rayos solares tocando mi piel bronceada. Después de estar hospitalizado y comer comida no tan apetitiva, todo es maravilloso, solo me faltaba una cosa: Adrienne. Casi dos semanas, sin saber nada de ella y me hace demasiada falta. Eso es lo peor de amar a alguien, de acostumbrarte a una persona, que el día que se va sientes que todo el mundo se derrumba a pedazos.

Con el dinero que Adrienne me había dejado, me compre un teléfono, lo pude haber usado para ir a mi casa, pero sin identificación es demasiado difícil conseguir un boleto de avión. Ya teniendo mi celular llamé a mi madre —hace meses que no pensaba en ella, estaba tan ocupado huyendo y tratando de sobrevivir que me olvide completamente que tenía una familia—. Mi madre, al escuchar mi voz por el teléfono soltó en llanto, al escucharla llorar se me estrujó el corazón, me dolía demasiado el saber que todos estos meses ella y mi familia se preguntaban donde me encontraba.

—No llores madre —fue lo único que pude decir—. Estoy bien.

Mi madre no paraba de llorar y eso me mortificaba más.

«¿Cómo pude olvidar a mi familia? ¿Cómo olvidar lo que realmente es importante?»

Después de tranquilizar a mi madre le pedí que por favor viniera por mi ya que no tenía forma de regresar a casa —como típico adolescente que salió de casa y ahora no sabe como volver—. Mi madre no dejaba de hacer las típica preguntas de "¿cómo?, ¿por qué?, ¿estás bien?", yo sin saber que responder me limité a decir:

—Te contaré todo cuando estemos juntos.

Vaya, que respuesta tan cliché. Corté la llamada y me dispuse a pensar donde carajos quedarme ya que mi madre estaba a cientos de kilómetros lejos de mi, sería un viaje largo. Conté el dinero que me había sobrado y tenía lo suficiente para quedarme en un hotel y poder comer algo decente.

«¿De dónde habrá sacado tanto dinero Adrienne?», me pregunté al pensar en todo el dinero que dejo para que me atendieran y para que yo pudiera regresar a casa.

«También necesito ropa», pensé al ver que traía la misma ropa ensangrentada que traía el día que llegué al hospital.

Después de comprar ropa nueva y de varias miradas llenas de horror por toda la sangre que traía mi ropa, me hospede en un hotel cerca del hospital. Lo primero que hice fue darme una ducha con agua caliente, mientras me duchaba a mi pensamiento vino Adrienne —siempre esta en mi mente—, ella también se baña con agua caliente, ya que le trae paz. Ella, a comparación de mi, ella ama el clima frío, su estación favorita es el invierno, sin embargo yo amo el verano, amo el clima caluroso.

Ella y yo éramos diferentes; ella era ruda, y a pesar de ser jugador de fútbol americano era muy pasivo. Adrienne amaba el frío y yo el calor, ella prefería su café con leche y yo lo prefería sin leche, aunque eran pequeñas cosas ella y yo no coincidamos en todo, es increíble que ella fuese tan diferente a mí y sin embargo me enamoré de ella, no hay duda de que polos opuestos se atraen.

Terminé de bañarme, salí del baño con una toalla envuelta en mi cadera, caminé hacia la cama y saqué la ropa nueva de las bolsas, le quite la etiqueta y me dispuse a vestirme.  Mientras me vestía pensaba en que mentira decirle a mi mamá, ¿cómo le digo que nunca volví a casa por qué me estaban persiguiendo unos vampiros para matarme a mí, a Noah y a Adrienne? No hay manera de decirle la verdad a mi madre, porque si ella sabe de la existencia de los vampiros estaría en peligro, y lo que menos quiero es que mi madre salga lastimada.

AdrienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora