Capítulo LXII

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*Narra Adrienne*

Abrí los ojos rápidamente al percibir un gran estruendo viniendo desde el exterior, aún estaba oscuro, el Sol seguía oculto en el horizonte, me levanté de la cama, camine hacia la ventana más cercana y me llevé una gran sorpresa al posar mi mirada en el exterior; todos estaban alistándose para la guerra, preparando sus armas y armaduras. Un golpeteo en la puerta de madera hizo que girase sobre mi eje y fijar mi mirada en la puerta.

—Adelante —dije a la persona que estaba detrás de la puerta. Inmediatamente ésta se abrió dejando a la vista a Erik.

—Argus solicita tu presencia, te espera afuera —dijo de manera autoritaria.

—Ahora voy —respondí.

Erik se dio la media vuelta y estaba a punto de salir de la habitación, pero en un movimiento rápido corrí hacia él y lo tome de la muñeca.

—Dime que tu promesa sigue en pie —le dije en un susurro.

—No me gusta la razón de mi promesa, pero no la romperé —dijo serio y preocupado al mismo tiempo—. Puedes estar tranquila.

Asentí y levemente solté su muñeca para dejarlo ir. Cerré la puerta y camine hacia el pequeño closet, de su interior saqué un pants negro y una playera de tirantes color blanco, después me dispuse a vestirme y para terminar me puse mis tenis. Recogí mi cabello en una coleta alta. Cuando termine de atar el nudo que sujetaba mi cabello sentí un gran peso en mi cabeza ya que mi cabello estaba bastante largo.

Salí de mi habitación y camine por el largo pasillo que me llevaba hacia la salida de la enorme casa. Salí de la casa y pude ver como todos se estaban preparando, comencé a caminar en dirección de la carpa más grande que se estaba en el jardín, levanté la tela dejando a la vista a todo el grupo de los Liberatae y otras cuantas personas, María me hizo un gesto en señal de que podía entrar y así lo hice, entré y camine hacia la gran mesa de madera que se encontraba en el centro del lugar, sobre esta pude ver como había un tipo de dibujo con figuras geométricas trazadas con gis blanco.

—Erik dijo estabas buscándome —me dirigí a Argus.

—Así es —dijo Argus—. Pronto partiremos, es hora de hechizarte para que puedas abrir el portal cuando rescates a Noah. Por favor párate sobre la mesa.

Lo mire con el ceño fruncido pero no dije nada y obedecí su orden, subí a la mesa con mucha delicadeza tratando de no borrar el trazo de gis.

—Colócate en el centro y alza tus brazos a la altura de tus hombros —me ordeno Argus y así lo hice—. Vas a sentir un poco de dolor, trata de no moverte.

—Espera, ¿qué? —dije asustada, claramente ignoro mi comentario ya que comenzó a recitar algunas palabras en un idioma que desconocía y un rayo comenzó a salir de sus manos en mi dirección.

Un leve dolor comenzó a hacerse presente por todo mi cuerpo, era un dolor soportable. El resto de personas que se encontraban presentes colocaron sus manos en mi dirección y de la palma de sus manos comenzaron a salir rayos de luz que inmediatamente al tocar mi cuerpo estos comenzaron a doler y los gritos desgarradores comenzaron a salir de mi boca, el dolor era casi insoportable pero trate de moverme lo menos posible mientras que seguían recitando todas aquellas palabras extrañas.

Finalmente, mis gritos cesaron, el silencio gobernó el lugar y los rayos de luces desaparecieron. Cansada, caí de rodillas para después dejar caer mi cuerpo completamente sobre la mesa.

—¿Por qué dolió tanto? —pregunté en un gemido de dolor.

—Son poderes que solo poseen los hechiceros, al ser transferidos a otro ser humano o inhumano su cuerpo no es capaz de recibir dicho poder —explicó.

AdrienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora