Capítulo XXX

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Ya instalada en la habitación del hotel, me dispuse a volver a leer los documentos de los perfeccionistas sin saber que hacer con ellos; no sabía si ir matando a cada perfeccionista o usar dichos documentos para hacer un chantaje para que ellos sigan con su reinado pero me dejen a mi en paz.

Mientras pensaba en como usar esos documentos también pensaba en Scarlett, mi hermana, desaparecida, si es que existe. En ese instante recordé mi sueño, con mi madre.

—Mi madre me había hablado de ella, no solo en esa ocasión —dije mientras dejaba las hojas sobre la cama—. Recuerda Adrienne, recuerda, estoy segura que mamá habló de ella en diversas ocasiones...

Me puse de pie a lado de la ventana para poder ver el gran espectáculo que se había formado; el Sol ocultándose en el horizonte mientras las pequeñas estrellas se veían poco a poco.

—Necesito saber que pasó con Scarlett. Necesito información.—susurre.

Necesitaba entrar a la biblioteca vampírica y buscar información, toda la información posible, necesitaba saber si Scarlett en realidad existía.

Me quedé de pie junto a la ventana por aproximadamente una hora, me quedé viendo como el Sol de ocultaba dejando brillar a la hermosa Luna iluminando la noche junto con sus hermosas acompañantes; las estrellas.

—Mañana tendré que ir a la biblioteca a investigar —dije mientras caminaba hacia la cama.

Junte todas las hojas que estaban sobre la cama y las dejé en el cajón del buró que se encontraba a un costado de la cama. Preparé la cama para irme a dormir, pero alguien interrumpió mi acción llamando a la puerta.

—Adrienne, soy Abrecht —dijeron al otro lado de la puerta.

Caminé en dirección a la puerta y con lentitud abrí la puerta.

—Buenas noches Adrienne —saludo Abrecht—. Casi termina mi turno y quería saber si necesitabas algo antes de irme a casa.

—No necesito nada, gracias... —hice una pequeña pausa—. Cuándo termines tu turno ¿puedes venir? Necesito enseñarte algo.

—Claro, en una hora termina mi turno, así que te veo en un rato.

Me despedí de Abrecht y cerré la puerta con pasador. Caminé nuevamente hacia la cama y me acosté boca arriba con los brazos extendidos hacia cada lado haciendo una cruz con mi cuerpo, miré fijamente el techo esperando a que Abrecht regresara.

—Necesito un teléfono móvil —susurre al sentir que los minutos se hacian eternos.

Me levanté de la cama y comencé a revisar los cajones de los muebles que decoraban la habitación donde me encontraba.

Normalmente siempre que iba a hoteles habían revistas o algo que leer en los cajones, así que espero encontrar algo, aunque sea un cómic o algo, necesitaba matar el aburrimiento.

Al abrir el tercer cajón que abrí encontré una revista de chismes junto con una guía telefónica. Al abrir el quinto cajón encontré un mapa de la ciudad —eso si me servirá—. Seguí buscando entre los cajones pero no había nada, me dirigí hacia el ropero y lo abrí dejando expuesto todo su interior, estaba dividió en tres secciones; la primera era para colgar tu ropa obviamente, la segunda era para colocar tus zapatos —supongo— y en la tercera y última sección se encontraba una caja fuerte. Abrí la caja fuerte y encontré un pequeño y viejo cuaderno forrado de piel, lo tomé y lo analice detalladamente, parecía un cuaderno común y corriente. Lo abrí y en la parte interior de la portada tenía el nombre del propietario de dicho cuaderno: Mr. Black. Le di la vuelta a la primera hoja para poder saber su contenido.

AdrienneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora