Maratón 1/3
-¿Y si nos volvemos a Columbia?- se volvió a quejar Tony.
-No lo vamos a hacer- volví a responder lo mismo.
-Esta casa no me gusta- se cruzo de brazos como un niño pequeño -Mi habitación tampoco.
-Tendrás que acostumbrarte- habló resignado Nathan.
Les explicó, la casa no es muy grande que digamos, solo cuenta con la planta baja y un primer piso donde están todas las habitaciones. Las cuales no son muy espaciosas, incluso la mía no me gusta.
Tiene baño propio pero todo está muy cerrado, solo tengo una ventana con un pequeño balcón. Nada más. Parece una cárcel.
No llevábamos ni media hora aquí y todos querían volver, claro que no lo decíamos por respeto a Kyle, pero las caras nos delataban. La excepción fue Tony, él nunca se puede quedar callado.
-Chicos, basta de berrinches, debemos acomodar nuestras cosas y luego prepararnos para mañana- habló decidido Jones.
Todos asistieron y subimos a nuestras habitaciones. Yo solo me limité a guardar mis cosas y las de Kylan. Sus juguetes los había enviado por encomienda Christopher así que supongo que cuando lleguen me los traerá. También le hice un espacio para Lechuguita. ¿Que pensaban? ¿Que la dejaría solita? Obviamente la trajimos con nosotros.
Una vez que termine me fui a bañar, estaba un poco cansada pero no me iría a dormir, tenía unas cosas que hacer antes.
Me puse mi pijama solo para disimular, no quería que los chicos hicieran preguntas o me siguieran. No me malinterpreten, yo los amo, pero a veces quiero salir sola.
-Veo que ya estás lista para dormir- Chris apareció en el marco de la puerta con una enorme caja en sus brazos.
-Si, estoy un poco cansada por el viaje- trate de sonar convincente -¿Traes las cosas del bebé?
-Si, llegaron hace un momento- dejo la caja a un costado de la puerta -Si quieres mañana te ayudaré a ordenar, ahora debes dormir.
-Gracias- le dedique una sonrisa -¿Y los chicos?
-Ya se fueron a dormir, creo que es la primera vez que los veo tan temprano en la cama- me reí ante su comentario -Buenas noches, cariño.
-Buenas noches- me acerqué y le di un abrazo -Te quiero- le susurre al oído.
-Sabes que yo también, pequeña- depósito un beso en mi frente -Descansa.
-Tu igual- espero a que me acostara en mi cama y se fue cerrando la puerta.
Odio ocultarle cosas, pero puede ser peligroso si va. Me cambie rápidamente, me puse un short negro, un top del mismo color junto con mis vans. Recogí mi cabello en una coleta alta y me apliqué un poco de maquillaje.
Tome una pequeña mochila negra con tachas y metí dinero y mi celular.
Estaba lista, decidí que bajaría por el balcón, no puedo arriesgarme a hacer ruido por las escaleras. Desordene mi cama y coloque la almohada en mi lugar. Camine despacio hasta la ventana que se encontraba abierta.
No me sería difícil salir, ya hice esto varias veces y por fin supere el miedo a las alturas.
¿Sabes que te estás metiendo en problemas verdad?
Haz de cuenta que esto nunca pasó.
Si tu no nos delatas yo tampoco lo haré.
A veces pienso que olvidas que somos la misma persona.
Ate la soga en el balcón y empecé a bajar con mucho cuidado, una vez en el piso decidí que dejaría todo como estaba para cuando volviera. Corrí hasta donde estaba estacionada mi moto. En Columbia teníamos al lado de la casa un enorme garaje, aquí tenemos que dejar nuestras cosas en el patio. Es un asco, lo se.
Le saque el seguro y empecé a caminar mientras la arrastraba apagada, no podía hacer ruido alguno. Camine hasta estar un poco lejos y recién me subí. Era un suerte que conociera Stanford, podría llegar sin problemas.
Mientras conducía pase por esa casa. Me detuve al frente, era extraño volver a verla. Me invadieron recuerdos que no quería que volvieran. Instintivamente dirigí mi mirada a esa maldita habitación, donde dormía cada noche mi adorada pesadilla.
"Quizás tuvieron razón en colocar el amor en los libros... Quizás no podía existir en ningún otro lugar"
William Faulkner.
Mierda.
Debo dejar de escuchar a Félix.
Negué con la cabeza y arranque la moto otra vez, ellos no tuvieron ni el más mínimo descaro en dejarme, ellos eligieron a otra, a una perra que los traicionó.
¿Recuerdan que les dije que sabía algo de ellos? Pues lo sé por la muy maldita.
*Flashback*
Termine mi helado y salí a buscar mi moto, debía volver temprano a casa de mi padre para volver a New York.
-Miren a quien encontré aquí- escuche una voz chillona a mis espaldas. En ese momento quise que el suelo me tragara.
Me giré lentamente y la encare -¿Que quieres?
-Uy señorita Madison Cooper- se burló -¿Desde cuando es tan descortés?
-Repito, ¿Que quieres?- mi rostro no tenía expresión.
-Nada en particular, solo quería saber que era de tu vida- sonrió divertida -¿Que hiciste después de que los idiotas esos no te eligieron?
-Eso no te interesa, debes estar feliz con ellos.
-Debería, pero no lo estoy- miro sus uñas -Ya no soy parte de los Zeta- la mire sorprendida -¿No lo sabías?
Solo me limité a negar con la cabeza.
-Me aburrí, es decir, yo nunca quise estar ahí, solo que me gusta arruinar las cosas- se rio descaradamente -Les vendía información a sus enemigos siempre que podía, lo seguí haciendo hasta hace unos meses cuando al fin se dieron cuenta.
¡Que hija de fruta!
-Recién en ese momento se arrepintieron de no haberte elegido- largo una carcajada sarcástica -De seguro te inventaran excusas de que fue mi culpa que no te acepten que yo los extorsione y miles de cosas más para hacerme quedar mal y que los perdones.
-Eso no pasará.
-Creeme querida, ellos intentarán manipularte- me miro arrogante -Incluso ese que se decía tu novio estuvo conmigo después de que te fuiste.
*Fin Flashback*
Ese encuentro nunca se lo conté a nadie, ni siquiera a Patrick quien intentaba meterme excusas en la cabeza. Quizás ella tenía razón o quizás no. Pero no me arriesgaria a comprobarlo.
Una cuadra más adelante y ya tenía mi destino. Esta noche debía hacerme más famosa y convertirme en el dolor de cabeza de los Zeta.
ESTÁS LEYENDO
Nadie Se Mete Conmigo #2
Teen FictionDespués de un año de no saber nada de Stanford y de los chicos que habitan ahí, mi vida cambió completamente. Ya no más niña tonta. Ya no más nerd débil. Ya no más juguete de nadie. Ahora cambié, y con mis nuevos amigos nos convertimos en los reyes...