El avión aterrizó aproximadamente al medio día en Los Ángeles. Estaba agotada, tener las intensas conversaciones con Bell nunca es fácil.
Y aún nos quedaba hacernos camino hasta la universidad de Stanford. Como ninguno de mis adorados amigos -notece el sarcasmo- iba a conducir cinco horas decidimos recurrir a mi padre y a su jet privado. Claro que el señor Stefan Cooper no tuvo queja alguna y gustoso nos ofreció sus servicios (incluso quiso acompañarnos), todo gracias a que estaba Christopher Jones, su futuro yerno y actual padre de su nieto favorito. Así es, mi padre sabía sobre nuestro matrimonio y les aseguro que estaba más emocionado que yo.
En fin, terminamos llegando aproximadamente a las 3 de la tarde ya que comimos en casa de mi padre y quedamos de acuerdo con respecto a Kylan. El abuelo no desistió hasta que consiguió tener días con su nieto.
Al llegar me puse unos anteojos de sol negros, llevaba mi pelo suelto y mis labios pintados de rojo. Vestía un pantalón negro largo, un top crema descontado y un bleiser negro.
Si bien donde aterrizamos no había gente igualmente tendríamos una parada en la universidad para hablar con el director, por ende no quería ser reconocida.
Megan y Thomas nos estaban esperando uno en cada auto, al verlos corrí a los brazos de mi mejor amigo. De verdad lo había extrañado, claro que después pase a los de mi hermana.
—Los extrañe tanto— dije una vez que nos separamos.
—Y nosotros a ti, enana— acarició mi mejilla Tomy —Estas irreconocible.
Bingo, justo lo que quería lograr.
—¿En que sentido?— pregunté divertida.
—Estas muy extrovertida, hermosa y quizás un poquito más alta, solo un poco— habló con tono burlón.
—Ja ja muy gracioso Deep— lo mire mal aunque por mis anteojos no se notaba.
Luego de las presentaciones (aunque la mayoría conocía a mi hermana y su novio) nos dividimos en dos grupos para entrar en los autos, ya que los nuestros posiblemente estarían en el estacionamiento de la universidad desde esta mañana.
En mi defensa, fue idea de Nathan enviar los autos y dejarlos ahí.
Al final terminamos llamando a varios taxis puesto que con nuestras valijas y nosotros no entrabamos. Si, somos un desastre organizandonos.
No voy a mentir, el camino hacia la entrada de la universidad se me hizo el más corto de todo el mundo y los nervios me matarían en cualquier momento, solo lograba disimular un poco cuando me reía de las anécdotas de Meg aunque no prestaba mucha atención.
—Y llegamos— estacionó el auto. Maldeci mentalmente al darme cuenta que este horario es cuando se empiezan a desocupar de sus clases.
Una mirada basto para acobardarme, miles de recuerdos pasaron por mi mente logrando un gusto amargo en mi garganta.
Baje del auto ante la mirada curiosa de todos, no me reconocían y yo a ellos tampoco, y eso me daba un poco de seguridad. Espere a que los chicos llegarán para hablar con Deep y mi hermana, ellos serían los encargados de llevar nuestras pertenencias a nuestra nueva casa, son muy lindos al ofrecerse.
—Los veremos luego— Meg me dió un abrazó.
—Claro— hice un intento de sonrisa, no podía controlar mis nervios.
Esperamos a que se fueran en los autos para mirarnos entre nosotros bajo la mirada de todos los curiosos.
—¿Estas bien, Ayli?— me pregunto Félix.
—Si...
—No suenas convencida, cariño— intervino Bastian.
—Tengo miedo— admiti, posiblemente ellos sean las únicas personas con las que me podía mostrar cómo era y me sentía cómoda.
—Estamos contigo— me tomo de la mano Frederic —No tengas miedo.
—Camina segura de ti misma, vamos a mostrarle a todos estos perdedores quien es la fraternidad Omega Zeta Phi— me sonrió Tony.
Les dedique una enorme sonrisa a todos y asentí con confianza.
Empezamos a caminar por medio del campus ignorando la mirada de todos los presentes, Chris iba a mi lado derecho, ambos encabezabamos al grupo. Escuchaba los susurros y sentía miradas clavadas en mi hasta que los ví.
Estaban parados a mi izquierda, venía la mayoría y al encontrarnos se pararon sorprendidos. Algo se dio vuelta en mi estómago al mirar a mi hermano, pero fue más fuerte cuando ví al innombrable.
Seguía igual de guapo que siempre, aunque su pelo estaba un poco más largo y tenía un pequeño corte en su mejilla.
Seguí mirándolos hasta cuándo se encontraban detrás mío, solo hasta que mi mirada chocó con la de Alec recibiendo un guiño de su parte, y ese fue el detonador de confianza que necesitaba.
Camine tal como Tony me indicó, segura en cada paso que daba, haciendo sonar mis tacones.
Si bien no los había enfrentado aún, sabía que está batalla la había ganado yo al estar acompañada de mis verdaderos amigos, pero la guerra aún no terminaba y encuentros peores vendrían. Para ese entonces estaré lista.
Al llegar a dirección golpeamos la puerta esperando la afirmación del director para entrar que no tardó en llegar.
Aunque fue desagradable, junto al viejo Sherman se encontraba una de las personas que quería evitar.
—Jack— susurre, o eso creo que hice ya que el nombrado se dio vuelta dedicandome una mirada curiosa.
—¿Me llamaste?— me pregunto. Mi garganta se sentía seca, no quería hablar, no podía hablarle.
—Ella no dijo nada— intervino seco Jones mirando mal al chico de ojos azules.
—Okey— respondió frío.
Esta situación era curiosa, justamente había conocido a Hefferman en esta misma habitación y en unas condiciones similares a estas.
—Jack— lo llamo el director —Ellos son la fraternidad Omega Zeta Phi, de la universidad de Columbia— nos presento.
—Ya tuve el gusto de oir de ellos— sonrió con arrogancia.
—Chicos, él es Jack Hefferman, de la fraternidad de Zeta Phi Beta, por si no lo conocen— volvió a hablar.
Claro que lo conocía, todos lo hacíamos. Nosotros conocíamos al que se hacía llamar mi mejor amigo.
—Es un gusto, Jack Hefferman— hice notable énfasis en su nombre mientras le estrechaba mi mano.
No sentí la mirada curiosa de ninguno de mis amigos, ellos sabían lo que intentaba hacer y agradecía que me apoyarán.
Sin dudarlo acepto el gesto pero al momento que nuestras manos se tocaron su cara cambio a una de confucion y me miro intentando reconocerme. Sabía que esto pasaría. Sonreí con arrogancia viendo como negaba lentamente con su cabeza, posiblemente desechando opciones sobre mi identidad.
—Jack— volvió a llamar su atención —Tengo asuntos que arreglar con nuestros invitados, si no te molesta podemos hablar luego— él asistió —Puedes retirarte.
Aún mirándome raro se fue sin decir ni una palabra más. Dirigí mi sonrisa triunfante al director quien se sacó los ridículos lentes que usaba y me sonrió divertido.
—Muy buena primera impresión señorita Aylen Manson ¿O debería decir Madison Cooper?
—Yo también lo eché de menos Sherman— irónice.
ESTÁS LEYENDO
Nadie Se Mete Conmigo #2
Ficção AdolescenteDespués de un año de no saber nada de Stanford y de los chicos que habitan ahí, mi vida cambió completamente. Ya no más niña tonta. Ya no más nerd débil. Ya no más juguete de nadie. Ahora cambié, y con mis nuevos amigos nos convertimos en los reyes...