What about us

quince

Me estaba recuperando con rapidez para la magnitud de la paliza que me llevé.

Estuve dos semanas ingresada en el hospital, por las mañanas estudiaba y hacía los deberes que mandaban en el instituto, era un poco aburrido, pero así no tenía que hacerlo por la tarde y podía hacer algo entretenido con Miriam cuando venía a visitarme. 

Ella venía todas las tardes y las pasábamos viendo películas, jugando al fifa en la play que conectábamos a la televisión, jugando a juegos de mesa o simplemente hablando de cómo nos había ido el día.

 En realidad, me daba igual lo que hiciésemos con tal de pasar tiempo juntas, tiempo el cual pasaba demasiado rápido. Para cuando nos queríamos dar cuenta, ya era hora de despedirse.

Hoy me daban el alta, los hematomas ya estaban prácticamente curados, pero con las costillas rotas, seguía sin poder hacer ejercicio... ¡Cómo lo echaba de menos!

 Me encontraba con Miriam esperando a que viniese el médico para revisarme y darme el alta.

-  Bueno, Canaria, ya te dan el alta. ¿No vas a echar de menos tu nueva casa?- dijo en broma.

- Deja de vacilar me, estoy deseando dormir en mi cama- dije pensando en lo cómoda que iba a estar y en lo mucho que echaba de menos mi casa.

- Canaria, descansa bien esta noche porque mañana vas a tener un día movidito, prepárate para la sorpresa que te voy a dar. Y hablando de la sorpresa, me tengo que ir a preprarar la- dijo levantándose.

- Jooo... No te vayas, quédate un ratito más- dije poniendo un puchero.

- Anita, que no puedo. Que tengo una sorpresa que preparar a la personita que amo- dijo besándome.

- Yo también te amo Miri, hasta mañana- dije despidiéndome.

 Llegó el médico y me hizo varios exámenes para asegurarse de que estaba lo suficientemente recuperada como para darme el alta y finalmente me pude ir.

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Me desperté llena de emoción, no podía esperar a ver la sorpresa de Miriam. Desayuné a toda prisa y me entretuve imaginando que podría ser la sorpresa de Miriam hasta que pasó a recogerme.

- Canaria, buenos días. ¡Qué feliz te veo!- dijo dándome un pico.

- Buenos días amor- dije abrazándola.

 Fuimos en autobús a un sitio que no conocía y cuando bajamos me tapó los ojos con las manos.

- Tranquila, confía en mí- dijo al verme un poco inquieta.

- Siempre- contesté.

 Estuvimos andando unos cinco minutos, aunque se me hicieron eternos.

 - Cuidado,paso de cebra- decía de vez en cuando- Cuidado, escalón- Cuidado, bordillo- comentaba indicándome las cosas para que no me cayese, y alguna que otra vez decía-Cuidado, gato muerto- para intentar asustarme, pero en realidad, ya me esperaba alguna que otra broma. 

Así, entre risas y bromas llegamos y me destapó los ojos.

- Señorita ha llegado ha su destino- dijo con la voz del GPS.

 Abrí los ojos y... ¡No me lo podía creer! Era un refugio de perros.

- ¡Cómo molaaaaaaa!¡Me encantaaaaaaa! ¿Cómo sabías que estaba aquí?- pregunté con curiosidad.

- Ana, cuando te dieron la paliza... Los primeros días... Me sentía muy culpable y salía a correr por ahí para despejarme y un día lo encontré. Me trae mucha tranquilidad- dijo Miri un poco triste recordando lo que nos había pasado.