sesenta y uno

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-¿Sabes? Cuando el doctor ha salido de la habitación todas las posibilidades estaban rondando por mi cabeza. Realmente no tenía ni idea de qué hacer; sin embargo, cuando has entrado en la habitación, mi corazón me ha dicho a gritos que.... Me opere- dije contra su pelo.

-¿Y si sale mal? Amor, no te quiero perder.

-¿Y si sale bien? Conoces la otra alternativa. Sabes que la enfermedad continuará expandiéndose. El doctor me ha dicho que si sigo así me queda un año, como mucho dos- dije desatando aún más su llanto. Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos- Además, ¿cómo sería ese año? Me olvidaría cada vez más de las cosas que amo y ni siquiera podría cuidar de mi misma.

-Pero yo te cuidaría. Ana, no soportaría perderte. Dios, siento si soy egoísta, pero prefiero tenerte un año conmigo a no tenerte nunca más- dijo Miriam llorando aún más fuerte.

-Amor... ¿No podrías intentar entenderlo?

-¡¡¡No!!!- exclamó- ¡¡No puedo entender que quieras operarte!! ¡Hay un cuarenta por ciento de probabilidades de que no salga bien, y aun si saliese bien, a lo mejor tu cuerpo rechaza el implante o se te olvida toda tu vida!- gritó Miriam.

-Miriam...- dije con tranquilidad- Tranquila, confía en que saldrá bien- dije con calma.

-¡¿Cómo puedes estar tan tranquila sabiendo que te puedes morir?!- preguntó enfadada.

-Por favor- supliqué con la mirada que se calmara.

-¡Déjalo! No puedo entenderlo. En serio. No puedo- dijo saliendo por la puerta.

Me dolía que se fuera, pero entendía que estaba aterrada y que lo ocultaba detrás de la ira. Yo lo estaría si estuviese en su lugar, no podía imaginarme afrontar una noticia como esta si le pasara a Miriam. Tendría tanto miedo de perderla... Necesitaba poder explicarle mi decisión, no quería que estuviese sola y asustada; sin embargo, sabía que era mejor darle un respiro para que pudiera asimilar lo que había pasado. Así que, decidí escribirle una carta en mi diario, el cual llevaba siempre conmigo.

Querido diario, hasta el momento te he escrito como si nadie fuese a leerte; sin embargo, en el fondo de mi corazón siento que Miriam lo hará, tarde o temprano pero lo hará. Así que a partir de ahora escribiré teniendo eso en cuenta.

Miriam, estoy en la habitación del hospital. Te acabas de ir por la puerta hecha un huracán. No te lo reprocho, sé que tienes miedo de lo que se avecina. ¿Cómo lo sé? Pues lo sé porque te conozco desde que éramos unos micos y conozco cada una de tus expresiones. Antes de irte tu mirada reflejaba ira, pero solo en la superficie, en el fondo había pavor.

Eres la "chica dura" de esta relación, me has ayudado a superar todos los desafíos a los que me he tenido que enfrentar desde que nos conocimos; sin embargo, no tiene que ser siempre así. Como te conozco tan bien, sé que ahora mismo te estarás reprochando el haberte ido, sé que te recriminarás el ser una "cobarde" y el haber "huído"; sin embargo, déjame decirte que no tienes nada que reprocharte. Yo no lo hago. Entiendo que a veces te sobrepase la situación, es normal, a mí también me pasa, somos humanos.

Me gustaría poder explicarte el porqué de la decisión que he tomado. Como bien te he dicho antes, cuando el doctor me ha mostrado todas las opciones y ha salido de la habitación, me he quedado un rato sopesando cada una de ellas y realmente no sabía cuál elegir; sin embargo cuando has entrado por la puerta, todas las dudas se han esfumado. En lo más profundo de mi alma siento que debo operarme. ¿Por qué? Podría decirte que porque, aunque haya muchas posibilidades de que salga mal, es la única opción que me permite no morirme. También podría decirte que porque no quiero tirarme un año sin poder hacer nada por mi misma debido a los problemas motores o que no quiero tirarme un año olvidando los mejores momentos de mi vida, olvidándote. Pero realmente no lo hago por eso. Lo hago por nosotras, por ti; sin embargo, no quiero que te culpes si la operación no llega a salir bien, ya que es una decisión que he tomado yo. Además, nadie tiene la culpa de la enfermedad que me ha tocado vivir.

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