veintisiete

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Los días fueron pasando, y con ello los partidos. La mujer castaña seguía viniendo a todos lo partidos, coreando mi nombre en cada uno de ellos. Y no sólo estaba en los partidos, si no que también la veía cuando entrenábamos o cuando simplemente nos relajábamos tomando el sol en la playa. No quería imaginarme cosas raras pero es que, ¡la veía en todas partes!

Terminamos ganando todos los encuentros de la fase de grupos, clasificándonos así para cuartos. En cuartos jugamos contra el Wolfsburg, un equipo alemán que jugaba a las contras aprovechando así la velocidad de sus extremos y la defensa férrea de sus centrales, fue un partido difícil, pero al final conseguimos pasar a la semifinal.

La semifinal fue un partido muy complicado, jugamos contra el París Saint-Germain, uno de los mejores equipos del mundo. Llegamos al final del encuentro con el marcador empatado a 0, y procedimos a la tanda de penaltis, en la que conseguimos hacernos con la victoria gracias a las increíbles paradas de Noelia, nuestra portera.

El sol se colaba por la rendija de la persiana dándole a la habitación un color anaranjado muy bonito. Me encontraba durmiendo plácidamente cuando alguien se tiró encima de mí.

-¡Pero que coño haces!- grité exaltada sin saber aún quien estaba encima de mí- ¡Cómo osas despertarme!- dije con aire amenazador aunque todavía estaba con los ojos cerrados porque la luz me daba en toda la cara.

-Joder Canaria, que tampoco es para ponerse así- dijo una voz que me recordó a Miriam.

-¿Miriam?

-Ya te gustaría a ti- dijo esa voz- Soy María. 

-Oohh- dije desanimándome.

-Oye, gracias por valorar tanto mi compañía- dijo María seria.

-Perdón, es que me había ilusionado y- contesté atropelladamente.

-¡Qué es broma!- me cortó- Por cierto, te he demostrado que soy capaz de levantarme antes que tú y que tú tienes peor despertar que yo. Menudos gritos, te vas a quedar afónica- dijo con sonra.

Le di un golpe en el brazo de broma y me levanté intentando acostumbrarme a la luz. Entonces miré el reloj para ver la hora, y me di cuenta del día que era hoy.

-¡Hoy es la final!- exclamé emocionada- Por fin jugamos contra el Olympique de Lyon.

-¡Síííí!- gritó María- Vamos a mandarlas a la luna de una patada.

-¡¿Podéis dejar de pegar semejantes gritos?!- dijo Julia desde su cama- A este paso vais a despertar a todo el hotel.

-Bueno, da igual, que se despierten. Más gente que va a ir a animarnos- dijo María con una sonrisa traviesa- ¿Y si...?

-Sea lo que sea, ¡NO!- dijimos Julia y yo a la vez. 

Las ideas de María eran horribles, era capaz de coger una cacerola e ir golpeándola por todos los pasillos para despertar a la gente gritando que nos fuesen a animar a la final.

-Vaaaaale.

Bajamos a desayunar junto con el resto del equipo, cuando los vi. Me acerqué corriendo hasta ellos y salté encima de él dándole el abrazo más grande del mundo.

-¡Papá! ¡Abuela!- exclamé- ¡Qué alegría veros! Os he echado mucho de menos. 

-Y nosotros hija, y nosotros.

Entonces, me puse a buscarla con la mirada. ¡Cuántas ganas tenía de verla! Se me debió notar porque mi padre soltó una carcajada.

-No está, ha tenido que quedarse- dijo mi padre.

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