veinticinco

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Me desperté al oír que alguien la daba golpes a la puerta.

-Canaria- dijeron al otro lado.

Me levanté corriendo al escucharlo pensando que era Miriam, pero al abrir la puerta me llevé un buen chasco. Eran Natalia y Alba.

-Ya puede ser importante porque como sea una estupidez, me cargo a alguien- dije mirando la hora.- ¡Si son las seis de la mañana!- exclamé.

-Tranquilízate, te llamaba para ir a ver el amanecer a la playa, seguro que es increíble. Levanta a estas pencas y vamos que el sol va a salir dentro de poco- dijo Natalia- Mientras, yo voy a levantar al resto.

-A mí no hace falta que me despiertes, con los gritos que dais despertáis hasta a un oso pardo en invierno- dijo Juls.

-No entiendo qué quieres decir con eso- dijo Alba reprimiendo un bostezo.

-Lo digo porque los osos en esa época están ivernando y es muy difícil despertarlos, por no decir imposible- explicó.

-Bueno, me voy a llamar a los demás, suerte con intentar levantar a la Mari- dijo despidiéndose.

Julia y yo nos quedamos en silencio un rato, para acto seguido compartir una mirada cómplice, de eso no podía salir nada bueno.

-¡Putas del demonio!- gritó María.

Nos habíamos tirado encima suya para despertarla y le estábamos haciendo cosquillas.

-Parad o esta noche lo vais a lamentar- advirtió.

Entonces paramos, porque las ideas de María eran cuanto menos muy extrañas.

Fuimos a la playa para ver amanecer, pero cuando lo estaba viendo sentía que me faltaba algo para poder disfrutarlo del todo, y sabía que era ese algo, que en realidad era alguien, decidí llamarlo.

-¿Sí?- dijo Miriam al otro lado de la línea.

-Hola Amor- contesté sonriendo como una boba, ahora sí que estaba disfrutando.

-¡Ana! ¿Ha pasado algo?¡Son las siete y media de la mañana!- preguntó alarmada al ver que la llamaba tan pronto.

-No, tranquila, sólo necesitaba escuchar tu voz. Ahora estoy en la gloria- respondí.

-¡¿Me has despertado sólo para eso?!- exclamó con una indignación exagerada.

-No te quejes, que sé que no te importa tanto como haces ver...¡Si te encanta hablar conmigo!- dije con chulería.

-Touché.

Nos quedamos un rato hablando mientras contemplaba el amanecer disfrutando de tranquilidad que transmitía el mar y aprovechando el momento de calma, pues en breves empezaríamos el entrenamiento.

-Bueno Leona, me tengo que ir. Te amo.

-Y yo, disfruta del viaje- contestó.

Regresamos al hotel para desayunar.

-Chicas, tomad poca comida, no quiero que os pongáis a vomitar por hacer la digestión mientras entrenamos- dijo Aurora.

-Joooo- dijo María que ya se había llenado el plato hasta arriba.

-Tranquila, después del entrenamiento, os dejo disfrutar de la comida- contestó Aurora yéndose a su mesa junto con los entrenadores de los otros equipos.

-¿Qué creéis que haremos hoy?- pregunté.

-Probablemente trabajaremos físico pero también técnica- dijo Natalia- Además, creo que entrenaremos en la playa.

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