dieciséis

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1 año más tarde

Estábamos a mediados de tercero de la eso. La diferencia de nivel con el curso anterior era bastante grande, pero como Miriam y yo éramos estudiantes aplicadas, nos daba tiempo a todo. 

Conseguí convencer a mi padre y me dejó adoptar a Thor bajo la condición de que me hiciese cargo de él responsablemente.
Cuando lo adoptamos, era un cachorro, pero en este año había crecido muchísimo y estaba enorme.
Como me encargaba yo de él, habíamos acabado muy unidos y siempre intentaba tener al menos una hora para jugar con él en el parque, aparte de sacarlo otra hora todos los días.
Era muy bueno y estaba muy bien adiestrado, Miriam y yo le habíamos enseñado algunos trucos y solíamos llevarlo a pasear cuando quedábamos.

Con la pandilla nos veíamos todos los días en el instituto y en los entrenamientos, éramos una segunda familia y estábamos muy unidos. Solíamos intentar hacer una quedada grupal al mes, a la que asistiéramos todos, aunque era bastante difícil porque éramos muchos.

El equipo había subido a autonómica y los entrenamientos eran de mayor nivel y exigencia.
Miriam y yo formábamos la pareja de oro, nos entendíamos solo con la mirada, sin la necesidad de palabras. ¡Eran muchos años jugando juntas!
Nos habían hecho bastantes ofertas desde otros equipos, pero en ninguna podíamos jugar juntas, así que las declinamos. Además, con el resto del equipo también teníamos mucha química y no queríamos dejarlos porque entre todos estábamos subiendo de categoría progresivamente, por lo que estábamos contentas. Habíamos mejorado mucho en este último año.

Era sábado por la mañana, estábamos tomándonos unos refrescos en un bar, después del partido.

-Chicos, como ya sabéis, se acerca mi décimo quinto cumpleaños. Quería deciros que lo voy a celebrar en la bolera del centro comercial para después, ir a comer al Mc Donalds que hay en frente. Y por supuesto, estáis todos invitadísimos, eso no hace falta ni decirlo- dije con una sonrisa.

-Seguro que recibirás algún que otro "regalo" de tu novia... ¡Cómo me gustaría recibirlo yo!- dijo Amaia mirándonos a Miriam y a mí con una sonrisa pícara- Bua, que horror, perdón.

-¡Amaia!- dije roja como un tomate- ¡Que tú puedes recibir todos los "regalos" que quieras de Alfred!- exclamé.

Amaia y Alfred, al igual que Aitana y Nerea, habían empezado a salir juntos a principios de curso.

-Que guay Ana. Me encanta la bolera- dijo Aitana.

- ¡A todos!- gritaron.

- Y Canaria, te pienso dar muchos "regalos"- dijo Miriam haciendo que se me subieran los colores.

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Por fin llegó el ansiado día. Cuando me desperté, cerré los ojos y me quedé pensando un rato en todo lo que había pasado durante este último año. 

La pelea con Miriam, nuestra separación, la pelea, como se me cayó el alma al verla herida, la paliza, la reconciliación, como me cuidaba y se preocupaba por mí... Me acordé del anciano que me ayudó con el consejo y se me dibujó una sonrisa en la cara, me encantaba que en el mundo hubiese buena gente que te ayudase sin siquiera conocerte, por el simple hecho de preocuparse por los demás. ¡Cómo me gustaría poder darle las gracias!

También recordé las tardes pasadas con Miriam, la conexión que teníamos en el campo, los momentos en que todo desaparecía y solo estaba ella... Sus besos, sus caricias, su mimos... me daba cuenta de que ella era más de demostrar sus sentimiento con sus actos que con palabras y eso era algo que me encantaba.

Me vinieron a la cabeza los momentos con la pandilla, la celebración por ascender de liga, los partidos y entrenamientos, los cumpleaños, las excursiones, el fin de curso, las tardes que pasábamos simplemente hablando... Pero también los momentos de bajón, donde estábamos todos apoyándonos y sacándonos sonrisas, intentando salir del pozo... Amaba a mis amigos.

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