treinta

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-Bueno, llegó el momento- dijo mi madre acomodándose en el sofá.

Suspiré pesadamente preparándome para lo que se venía.

-Bien, déjame contar la historia y si tienes alguna duda, entre tu padre y yo te la responderemos si está en nuestra mano.

Vivía en un pueblo costero y la población era muy anticuada y su mentalidad seguía tan cerrada como lo estaba en las generaciones anteriores. Por aquel entonces, yo era adolescente. Era una romántica empedernida y estaba a la espera de encontrarme con mi príncipe azul, aquel que llenase de luz mis días, aquel con el que compartir toda mi vida... Ahora me doy cuenta de que esa perspectiva que yo tenía del amor era muy machista, pero era lo que siempre me habían enseñado desde pequeña.

Era otra noche de verano en Canarias. Me encontraba en el muelle disfrutando de la tranquilidad que me brindaba el mar. Admirando la belleza de la Luna e imaginando una vida llena de aventuras junto con el amor de mi vida. Entonces, escuché crujir la madera del muelle, me giré y vislumbré a un hombre que desde el primer momento me dejó encandilada.

-Hola- dijo sonriéndome.

-Hola...- saludé un poco cortada.

-Hace una noche hermosa. Además, es mucho más agradable si la comparto con la mejor de las compañías- dijo galantemente.

Me sonrojé notablemente.

- Estoy de acuerdo.

-¿Hay algo que pueda hacer para endulzar aún más tu noche?

-No... Muchas gracias.

Nos quedamos un rato en silencio disfrutando de la noche y cuando empezó a refrescar nos despedimos.

-Espero que nos volvamos a ver. Me encantaría poder disfrutar de tu compañía por lo menos una vez más.

-Yo también lo espero.

Eran mis primeras sensaciones con ese amor que tanto esperaba. Estaba nerviosa, pero sobre todo estaba exultante de ilusión.

-Así que papá era todo un galán- dije asombrada.

-Hija, tampoco te sorprendas tanto. ¿Es qué no me ves?- dijo mi padre provocando nos una carcajada.

-Bueno, prosigue con la historia por favor- dije intrigada.

-Él se había trasladado recientemente al pueblo para trabajar en el muelle. Pronto descubrí que éramos vecinos. Desde aquella noche, empezamos a vernos cada vez más a menudo. ¡Tenías que ver cómo iba detrás de mí! Por supuesto, yo intentaba hacerme la dura para que me conquistase como en tantas historias que había leído pero por dentro bebía los vientos por él.

El equinoccio de otoño fuimos al muelle para disfrutar de la última noche de verano. Al llegar estuvimos abrazados un rato en silencio. En un momento dado, me giré para mirarlo a la cara y de repente, se me paró el tiempo. Todo desapareció, la Luna, las estrellas, el muelle... Todo. Sólo estábamos él y yo, poco a poco fuimos acercando nuestros rostros y finalmente, nos besamos. Fue un beso dulce que provocó que subiese al cielo y luego bajase en caída libre, para acabar en un sus brazos. Ese día me fui a mi casa sintiéndome como en una nube.

A los pocos días nos presentamos formalmente a nuestras familias, su familia se lo tomó bien y lo aceptó- dijo mirando a la abuela- pero la mía no se lo tomó igual. Intentaron separarnos porque estaban preocupados por nuestra diferencia de edad, pero no por mí, sino por el qué dirán. Estaban muy anticuados y siempre les preocupó la reputación que tenían en la sociedad. Después de las numerosas charlas que mantuve con mis padres sobre eso, se dieron por vencidos al comprobar que yo estaba perdidamente enamorada de él y que no nos íbamos a separar por mucho que intentasen comerme la cabeza.

Llevábamos juntos ya un año cuando hicimos el amor por primera vez, fue una noche que jamás olvidaré. Fue una noche mágica pero también fue el inicio de todos los problemas. Tomamos las precauciones que creíamos necesarias, pero se ve que no fueron suficientes porque al poco tiempo de aquello, descubrí que estaba embarazada.

Desde ese momento todo fue a peor. Mi familia nos obligó a casarnos, pues como ya he mencionado, estaban muy anticuados y les parecía una sacrilegio tener un hijo fuera del matrimonio. Estábamos muy agobiados y preocupados por la criatura que iba a dar a luz, no sabíamos que hacer. Las discusiones que antes brillaban por su ausencia ahora estaban más que presentes y poco a poco fuimos separándonos consumidos por los problemas.

Habíamos pasado de querernos con locura a matarnos con la mirada. Nos separaba un abismo tan negro como la noche y tan grande que nos parecía imposible salvarlo. Además, estábamos constantemente discutiendo y teníamos una relación muy tóxica. Así que, decidimos romper la relación y aunque hubiésemos contraído matrimonio, nos mantendríamos alejados. Pues era lo mejor para ti, tú no tenías la culpa de nada y no era justo que vivieses en un ambiente oscuro, sin amor y cargado de resentimiento.

Como él era mayor y había estado trabajando un año en el muelle, tenía unos ahorros guardados. Los íbamos a emplear para independizarnos y mudarnos los dos juntos, pero los planes cambiaron. Tu padre y su familia se fueron del pueblo cuando tú naciste llevándote con ellos. Quedamos en que te vería por lo menos una vez al año para saber cómo estabas y en que tu padre me escribiría al menos una carta a la semana contándome tus progresos.

Finalmente, nos terminamos divorciando y al mudaros, perdí el contacto con vosotros- finalizó.

Había estado aguantando el llanto durante toda la historia, pero al final no pude más y estallé. Estuve un rato llorando y desahogándome, cuando por fin conseguí calmarme me vinieron a la cabeza muchas preguntas.

-¿Por qué sólo te veía una vez al año? ¿Es que acaso no me querías?

-Hija... Siempre te he querido y no voy a dejar de hacerlo nunca. Sólo nos veíamos una vez al año porque el ambiente seguía caldeado y creíamos que era mejor para ti. Además, tenía que desplazarme yo porque no queríamos que tuvieses que irte de tu zona de confort y como era muy joven y mi familia no aprobaba lo que habíamos echo, no tenía el suficiente dinero como para ir más veces.

-Desde que te vi me pareciste muy familiar y sentí curiosidad por ti. Después, cuando me di cuenta de que me seguías me hice una pregunta y ahora te la planteo... ¿Qué quieres? Te pido por favor que contestes con sinceridad, sin pelos en la lengua- dije con apariencia segura aunque por dentro estaba temblando.

-Me gustaría enterrar el hacha de guerra. Me gustaría que nos viésemos de vez en cuando, conocerte, aprender contigo... Intentar recuperar todo el tiempo que hemos pasado separadas. Siempre que a tu padre y a ti os parezca bien- contestó.

-Blanca, por mí todo lo malo ya está olvidado. En el pasado, pasamos muchos momentos buenos juntos y me gustaría tener una relación cordial contigo- dijo mi padre.

-A mí también me gustaría pasar tiempo contigo- dije- Estoy muy agradecida por que hayas tenido la valentía como para contarme todo. Sé que los recuerdos te suscitan sufrimiento, lo veo en tus ojos. Me gustaría ayudarte a cerrar las heridas para convertirlas en cicatrices que ya no duelan.

-Gracias a los dos. Y gracias a usted por habernos apoyado entonces y estar aquí ahora- dijo Blanca dirigiéndose a mi abuela.

-Ayyy... Niña, tu más que nadie merece conocer a una persona tan increíble como lo es Ana. Además, os vendrá muy bien a las dos- dijo la abuela.

Al final, nos despedimos y prometimos mantener el contacto y volver a vernos.

Esa noche había descubierto muchas cosas y tenía que asimilarlas pero estaba feliz por conocer la verdad y poder pasar tiempo con mi madre.

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