cuarenta y siete

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Era la noche antes de comenzar la fase de grupos del mundial, en el nuestro estaban Inglaterra, Alemania y Francia, selecciones que estaban en el top 10 del ranking FIFA. Al día siguiente jugaríamos contra Francia, la anfitriona y gran favorita.

 Habíamos empezado a entrenar como selección hacía seis meses, compaginando los entrenamientos del Triunfo con los de esta, había sido agotador pero merecía la pena con creces. Las chicas tenía un nivel muy alto, pero no solo eso, sino que también eran supermajas. Nos habían ayudado en todo y nos habían enseñado un montón, con tanta práctica ahora podía afirmar que sentía como si hubiese jugado con ellas durante mucho tiempo. 

-Leona, mañana es el día. No me puedo creer que después de todo lo que hemos pasado por fin estemos aquí, de vuelta en París- dije tumbada en la cama mirando el techo- Ojalá también estuviese mi padre.

-Canaria, tu padre nos ve allá donde esté, tenlo por seguro- contestó Miriam.

-Me alegro de que estemos haciendo esto juntas. No sé, siento que contigo puedo con todo, es algo raro, como si con solo saber que estamos las dos en el campo lo imposible fuese un poco más fácil, más real.

-Más alcanzable- completó Miriam- Amor, cuando estoy contigo en el campo es como si supiese lo que vas a hacer, creo que llevamos tanto tiempo jugando juntas que simplemente tenemos telepatía- finalizó bromeando.

-¡Qué mujer!- exclamé- Ya te has cargado otro momento bonito- dije en un tono más ligero.

-Canaria, mañana empieza nuestro camino hacia la cima, así que vamos a por todas- dijo Miriam con convicción mirándome fijamente a los ojos.

-Sí, vamos a por todas- afirmé devolviéndole la mirada.



Sonó el silbato dando comienzo al partido. Las francesas comenzaron jugando a un ritmo lento, como si tuviesen la seguridad de que se iban a llevar los tres puntos, como si ganarnos solo fuese cuestión de tiempo.

-¡Chicas, dadle ritmo al partido! ¡No os amoldéis al suyo! ¡Subid la intensidad!- gritó Vero, nuestra capitana. Tenía toda la razón, si bajábamos la intensidad y jugábamos al ritmo de las francesas, no avanzaríamos y ellas en un ataque rápido nos podrían meter gol.

Comenzamos a jugar con más intensidad, íbamos más rápido, más fuerte y en una jugada logramos poner en aprietos a las francesas. Paños, nuestra portera, sacó en largo rápidamente después de parar un gran disparo de su delantera, el balón le cayó a Aitana, nuestra mediocentro, quien a su vez se la pasó a Miriam siendo esta última la que le filtró un gran pase a Alexia, nuestra delantera, dejándola sola ante la portera francesa, Sarah Bouhaddi. Sin embargo, esta última, quien no ostentaba el apodo de pantera en vano, salió rápidamente y logró tapar el tiro de Alexia.

A partir de esa jugada, las francesas se percataron de que había sido un error confiarse y subieron el ritmo. A pesar de ello, teníamos la mayor parte del rato la posesión del balón. No dejábamos de atacar, incluso tuvimos varias oportunidades de gol, sin embargo la pantera no dejaba entrar ningún balón. Era como un muro impenetrable.

Al final, llegó la jugada que podría resumir el partido, no porque hubiese sido común y se hubiese repetido a lo largo de este, sino porque significó el resultado final. Tras perder el balón en un ataque que no logramos finalizar, las francesas salieron corriendo como alma que lleva el diablo, nos habían cogido la espalda a todas. Me hice el sprint de mi vida, nunca había recorrido sesenta metros en tan poco tiempo, sin embargo, no sirvió para nada más que para ver de cerca como Delphine Cascarino, quien había salido de cambio en la segunda parte y estaba fresca como una rosa, lograba abatir a Paños.

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