sesenta y seis

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Tras media hora andando, llegamos a la estación.Miré mi móvil y vi un mensaje de Mimi diciendo que su tren se había vuelto a retrasar y que llegaba sobre las nueve. Avisé a mi madre del percance y me dijo que no pasaba nada, que llegásemos cuando quisiéramos.

-Amor... El tren se ha retrasado dos horas- le dije a Miriam mientras me frotaba un ojo por el cansancio- Si quieres puedes ir yendo a casa.

-¿En serio piensas que te voy a dejar sola en la estación?- preguntó Miriam con cara de "¿Estás bien de la cabeza?" -Te recuerdo que lo que más me gusta del mundo es pasar tiempo contigo y que en ese tren va nuestra mejor amiga.

-Pero son dos horas- dije sentándome en un banco.

-Como si es todo el día- dijo Miriam sentándose a mi lado. Me giré en su dirección y me recosté en su pecho- Algo me dice que alguien tiene sueño- dijo empezando a acariciarme el pelo.

-Ha sido un día muy largo- dije bostezando- Suficientes emociones por hoy- dije acurrucándome aún más.

Poco a poco, me fui quedando dormida mientras disfrutaba de las caricias de Miriam. El calor que desprendía su cuerpo era una de las mejores cosas del mundo, te arropaba en invierno y te hacía sentir segura; sin embargo, no era nada comparado con el calor que desprendía su alma. Ese calor era incomparable. Ese calor hacía que cada fibra de mi ser se sintiese amada.

Estaba soñando, lo sabía porque tenía esa sensación acogedora que sientes cuando te sumerges en los brazos de Morfeo.

Me encontraba en un tren, era un cercanías, lo reconocí por los asientos. Levanté la mirada para ver lo que había a mi alrededor y, para mi sorpresa, mis ojos se toparon con una mujer que rondaba los treinta y pico. Tenía el pelo rizado y los ojos castaños, una mandíbula marcada y una nariz y una boca que reconocería en cualquier sitio porque la había besado millones de veces; sin embargo, lo que me hizo darme cuenta de quién era en realidad, fue su mirada. La mujer estaba mirando al pequeño bebé que cargaba en sus brazos con todo el amor del mundo. Reconocería esa mirada llena de amor entre millones de personas porque era única. Eras muy afortunado si Miriam te miraba así.

Reconocí una persona a su lado, su cuerpo estaba tonificado pero se notaban los estragos que el embarazo había dejado, pero no pude reconocer su cara. No porque no me fuese familiar, sino porque su contorno no era nítido, era como si estuviese pixelada. Pude distinguir cómo acariciaba con delicadeza al bebé que Miriam sostenía en sus brazos. Me levanté del asiento y me acerqué con el fin de reconocer el rostro de la persona que acompañaba al amor de mi vida, pero justo en el momento en que Miriam se volvía hacia la figura y le daba un beso, comencé a sentir cómo mi cabeza daba vueltas.

Tenía la sensación de que todo se movía a mi alrededor. Era como si hubiese estado girando sobre mí misma durante demasiado tiempo.

Me desperté sobresaltada.

-Canaria, ¿estás bien?- me preguntó una chica joven sobre la que estaba recostada.

-Esto... Yo...- dije confusa- Sí, si estoy bien- dije apartándome de ella, avergonzada por haberme quedado dormida sobre ella- Siento si te he molestado- dije disculpándome.

-Estoy acostumbrada a que me uses de almohada- dijo la chica risueña.

Me quedé extrañada, ¿a caso yo la conocía de algo? Juraría que no, no recordaba haberla visto en ningún sito antes.

-Perdona... ¿Nos conocemos?- pregunté.

Vi cómo su cara se contraía en una mueca y cómo su mirada reflejaba sufrimiento. Me iba a decir algo, pero cuando abrió la boca para hacerlo, se lo pensó dos veces y la volvió a cerrar. Tomó una respiración profunda y, tras soltar el aire, me contestó.

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