cincuenta y nueve

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Tras una comida muy entretenida las chicas se fueron ya que tenían que regresar a sus respectivos clubes. Finalmente, llegó la hora de la despedida, cada miembro de la pandilla debía volver a su vida.

-Chicos, me alegro mucho de haber pasado estos días con vosotros- dije emocionada en un abrazo grupal.

-Y nosostros, Banana y nosotros- dijo Mimi.

-No te olvides de ir al lugar de la pista, que solo te falta ver el premio final- dijo Cepeda.

-Espero que te guste mucho- dijo Nerea.

-Más te vale, con lo que nos ha costado no es para menos- dijo Amaia.

-¡Amaia!- exclamó Aitana dándole un codazo.

-Ups...- dijo la afectada levantando los brazos como si la estuviesen apuntando con una pistola, como si fuese inocente.

-Tranquila, que seguro que me encanta- dije abrazándola fuerte.

-Bueno, nos tenemos que ir ya- dijo Alfred mirando el reloj- Si no perderemos el tren. Espero volver a verte muy pronto- dijo dejando un beso en mi frente.

-Y yo a vosotros. Os quiero mucho- dije dándoles un beso a cada uno con su correspondiente abrazo.

-Y nosotros Anita, y nosotros.

Después de ver como todos se marchaban, Miriam y yo nos dirigimos a la biblioteca del barrio donde se encontraba mi antigua casa junto a la de Miriam. De pequeñas nos pasábamos tardes enteras en ella. Tenía una especie de mini cafetería donde podías leer durante horas disfrutando de una buena bebida. Recuerdo que la descubrimos por casualidad una tarde de invierno y que en poco tiempo se convirtió en uno de nuestros sitios favoritos.

Flashback

En el colegio nos habían mandado leer Crónicas de la Torre para la clase de Lengua, ya que entrería en el examen de Lectura. Así que Miriam y yo estábamos en la calle en busca de una librería donde vendiesen dicho libro.

-¡Mira!- dijo Miriam señalando una biblioteca- Tengo una idea, ¿por qué no entramos y tomamos prestado el libro? ¡Así nos podríamos gastar el dinero que nos han dado en ir al cine o tomarnos un helado!- exclamó emocionada.

-Ay... No sé, no sé... Si mis padre supiera lo mala influencia que eres...- dije.

-¡Venga! ¡Por fi! ¡Canaria!- dijo dirigiéndose hacia la puerta de la biblioteca.

Finalmente la seguí y entramos al edificio. El lugar se encontraba en un silencio sepulcral, no se oía ni una mosca. Estuvimos un rato dando vueltas, buscado dos ejemplares de Crónicas de la Torre.

-Buenos días, ¿en qué puedo ayudaros?- preguntó la señora que estaba en el mostrador.

-Verás, queremos coger estos libros prestados- dijo Miriam tendiéndole los dos volúmenes.

-Está bien, ¿me dáis vuestros carnets?- preguntó amablemente.

-Esto... No tenemos- dije rascándome la nuca.

-Lo siento, solo hacemos préstamos a los socios.

-¿Y no nos podemos hacer socias ahora?- preguntó Miriam.

-No, necesitáis la autorización de vuestros tutores legales- explicó la dependienta.

-Por fa, necesitamos leernos esos libros para el exámen de Lectura- dijo Miriam haciendo un puchero.

Nada más ver la carita de perro abandonado que le había puesto a la señora, supe que ya no había nada que esta pudiese hacer. Nadie se podía resistir al encanto de Miriam, eso lo había descubierto hacía más de seis años, cuando lo sentí por primera vez en mis carnes.

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