sesenta

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Continué observando el álbum. Encontré varias fotos con la pandilla, una de mis favoritas era aquella en la que aparecíamos saludando al público después de terminar la obra de teatro de la graduación. También había varias con las juveniles del Triunfo y con las chicas del primer equipo. Además, de varias con la selección, entre las que se encontraba el momento en que Vero levantó la copa del mundo. Pero no solo había fotos, encontré varios dibujos que había intercambiado con la pandilla cuando éramos pequeños, o al menos copias de ellos, junto a postales de todos los sitios a los que había viajado y mis poesías y canciones favoritas escritas con una letra preciosa.

Finalmente, me encontré con una frase que había marcado mi vida: <<Cuanto más difícil es la victoria, mayor es la felicidad de ganar>>. Y es que esa gran frase de Pelé podría definir mi existencia, siempre que se habían presentado dificultades en mi camino, con esfuerzo y dedicación había logrado superarlas y terminar con una sonrisa en la cara por el camino recorrido; sin embargo, tenía serias dudas a cerca de si podría superar este último obstáculo.

Levanté la mirada del libro y me encontré con que se había hecho de noche. Miriam estaba dormida en su sillón con el libro sobre su regazo. Tenía la cabeza colgando y podía afirmar que si la dejaba en esa postura más tiempo, se despertaría con tortícolis.

-Preciosa... Despierta- dije acariciándole la cara para espabilarla.

-Mmm... Estaba teniendo un sueño muy chulo...-dijo adormilada.

-¿Me lo cuentas?

-Estábamos tú y yo en la playa. El sol estaba poniéndose y el viento revolvía tus cabellos. Desearía grabar esa imagen en mi memoria para siempre...- suspiró.

-¿A sí?

-Sí, porque no estábamos solas. Había una pequeña criatura acompañándonos- dijo acariciándome la tripa.

-Amor, si tú deseas grabar esa imagen en tu memoria para no olvidarla jamás, yo deseo con todas mis fuerzas que se convierta en nuestra realidad- dije sonriendo con ternura.

-Y yo Canaria, y yo.

-He terminado con el álbum. Anda, vámonos a casa que es de noche.

-Sí, pero antes avisemos a nuestros padres y a Laur y a Mila- dijo frotándose los ojos.

-Voy a buscarlos- dije yendo a dar una vuelta alrededor de la biblioteca.

No había nadie más que dos estudiantes y la recepcionista, así que cogí el móvil para llamar a mi madre. Me encontré con que me había mandado un mensaje.

<<Cariño, nos vamos ya. Os hemos visto tan a gusto que no os hemos querido molestar. Os queremos mucho>>

-Amor, se han ido. Regresemos a casa, ha sido un día muy intenso- dije dirigiéndome hacia la salida.

-Hasta luego- nos despedimos de la recepcionista.

-Hasta pronto.

Era verano, pero la noche refrescaba y, aunque de la biblioteca a casa había unos diez minutos andando, el frío se me estaba colando hasta los huesos. Me entró un escalofrío. Sentí cómo Miriam me rodeaba con su brazo.

-Vamos Canaria, que ya no queda nada- dijo apretándome contra ella.

Continuamos caminando, pero el frío cada vez se hacía más presente. Mi cuerpo estaba comenzando a entumecerse.

-Miriam... No puedo seguir andando. No me responden las piernas- dije sujetándome a ella.

-¿Llamo a emergencias?- preguntó preocupada.

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