cincuenta y ocho

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-Mi niña, ¿cómo estás?- preguntó Bárbara dándome un abrazo.

-Muy bien Barbi, me alegro de verte.

-Toma, espero que las disfrutes- dijo tendiéndome su típico paquete con galletas de chocolate.

Lo abrí emocionada y me encontré con que, no solo había galletas, sino que también había un pequeño papel donde se leía...

"El lugar donde decidiste que merecía la pena luchar por tu sueño, tanto que la semana siguiente a visitarlo por primera vez no te separaste de la pelota ni para ir al baño"

-Muchísimas gracias- dije volviéndola a abrazar-Esto es algo que no olvidaré jamás- dije intentando cumplir mi promesa- Te quiero mucho, has sido una persona muy importante en mi vida- dije dejando escapar una lágrima por la emoción.

-Tú también mi niña. Tus amigos me han hablado de tu enfermedad y quería decirte que, no te preocupes si alguna vez no me recuerdas o si me olvidas para siempre, porque yo no lo haré. Me alegro de haberte podido ayudar-dijo de forma afable- Y ahora continúa con el gran juego que te han preparado tus amigos- dijo señalando la nota.

-Está bien. ¡Chicos! ¡Ya se donde ir! ¡Vamos a las instalaciones del Triunfo!

Flashback

Desde que descubrí que el equipo favorito de Miriam era el Triunfo, a lo largo de estos años habíamos ido numerosas veces a ver cómo jugaban las chicas los fines de semana. Me encantaba ver cómo se movían, las jugadas colectivas, los centros, los remates... y, en definitiva, las jugadas individuales; sin embargo, lo que más admiraba era que, aunque la mayoría de las veces fuesen bastante superiores en juego debido a la gran calidad de las jugadoras, todas y cada una de las veces en las que el partido se había torcido, siempre habían sabido seguir adelante. Por ese motivo también se habían convertido en mi equipo favorito, porque tenían garra para luchar hasta el final; sin embargo, siempre me preguntaba... ¿Cómo era posible que fuesen un equipo tan unido? ¿Cómo era posible que con un solo grito de ánimo de la capitana todo el equipo se viniese arriba?

Tenía el presentimiento de que pronto lo descubriría, ya que ese día iríamos a verlas jugar; sin embargo, esta no era como las otras veces en las que íbamos a verlas al estadio, esta vez tendríamos el privilegio de verlas entrenar en las instalaciones deportivas.

-Venga chicas, concentración- se escuchó decir a la entrenadora- El próximo partido será uno de los más difíciles de la temporada- cierto, jugaban contra el segundo, el Barça- Así que quiero que aprovechéis este entrenamiento al máximo. Ya sabéis, se juega como se entrena, así que más os vale entrenar bien.

-¡Sí!- exclamaron todas.

Comenzó el entrenamiento. Era todo un espectáculo. Todas luchaban los balones como si su vida dependiese de ello. Aun siendo compañeras, iban con todo, sin miramientos. Incluso podría afirmar que en ese entrenamiento, la intensidad era más alta que la de algunos partidos a los que habíamos asistido.

En ese momento descubrí el gran "secreto" que tenía el equipo, el motivo por el que se entendían a la perfección en el campo, por el que jugaban como si fuesen uno. El gran "secreto" era que se dejaban la piel en todos y cada uno de los entrenamientos. Todo el mundo trabajaba y se esforzaba al máximo, tanto las jugadoras como la entrenadora. En ese momento entendí que su compenetración era fruto del esfuerzo realizado. Era simple. Tenían esa conexión única que une a aquellas personas que aman algo con pasión y lo dan todo por ello.

Después de dos horas en las que Miriam y yo pudimos disfrutar de ver jugar al fútbol a grandes estrellas, nos dirigimos hacia la salida.

-Hola chicas, ¿cómo os llamáis?- preguntó una chica que había por allí.

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