cincuenta y cinco

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Querido diario, siento no haberte escrito en tanto tiempo, pero es que he estado muy atareada. Durante este tiempo, me he planteado el dejar o no la universidad. Finalmente, me he decantado por continuar, creo que aunque yo esté pasando por todo esto todavía puedo ayudar a los demás, así que seguimos dando Guerra.

Tengo buenas noticias, en las dos semanas que llevo de universidad no he tenido ningún lapsus. No quiero ser muy optimista, pero parece que el doctor tenía razón, si fortalezco mi cerebro y tomo los medicamentos el asunto no se agrava. Bueno, te dejo que hoy me espera otro día agitado, tengo que presentar un proyecto y además... ¡Es el cumpleaños de Miriam!

Tras actualizar el diario bajé a preparar el desayuno. No era muy partidaria de comer en la cama, pero había una razón de peso para ello, mi amor se hacía un poquito más mayor y no iba a desaprovechar la ocasión de picarla con ello.

Cuando tuve todo listo, me dirigí a la habitación. Dejé la bandeja en la mesilla y me acerqué a la cama. La chica más hermosa del mundo estaba tumbada durmiendo tranquilamente, tenía el rostro relajado como si estuviese en el mismísimo cielo, lugar del cual yo sabía con certeza que provenía. Pero esa tranquilidad no le duró mucho, de repente arrugó la frente y empezó a agitarse en sueños, me disponía a despertarla cuando dijo mi nombre.

-Ana-pero no solo eso, sino que continuó hablando en sueños- Mi amor, soy yo, Miriam- dijo con voz triste mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

Tras decir eso se despertó.

-Amor, ¿estás bien?-pregunté preocupada.

-Sí, tranquila no pasa nada-contestó secándose otra lágrima-¿Qué es eso que huele tan bien?- preguntó cambiando de tema. Me dolía que tuviese pesadillas por mi culpa, pero lo dejé pasar. No era quería empañar un día tan especial con mis problemas.

-Pues es el desayuno de la vieja de la casa-dije picándola.

-Me parece muy egoísta que te prepares el desayuno y encima vengas a la cama a comértelo delante de mí-dijo devolviéndome la broma.

-Está bien, lo entiendo, ¿qué le vamos a hacer si la Leona no quiere estos manjares? Bueno, se me ocurre una forma de aprovecharlos, me los tendré que comer yo-dije haciendo un amago de irme de la habitación.

-Canariaaaaaa-dijo haciendo un puchero- Que es mi cumpleeeee-continuó poniendo voz de niña pequeña.

En ese momento me giré, la miré y estallé en risas, contagiando en el proceso a Miriam.

-¿Debería ser buena y compartir el desayuno?- me pregunté en voz alta-No sé, no sé, esto se ve delicioso-dije meditando mi respuesta. Finalmente, tras unos segundos de reflexión, dejé la bandeja en la cama y me senté enfrente de Miriam.

-Feliz cumpleaños mi amor-dije dándole un beso de buenos días- Espero que te guste.

-Seguro, tengo a la mejor cocinera del mundo de prometida-contestó sonriente.

Desayunamos tranquilamente y, tras estar haciendo un poco el vago en la cama, disfrutando la mutua compañía, nos dirigimos a la universidad. Cuando estábamos llegando, unas chicas se abalanzaron sobre nosotras para darnos un abrazo.

-Buenos días chicas, ¿qué tal mi teatrera favorita?- preguntó Lauren, ganándose un codazo en broma de Camila-Vale, vale, lo pillo- dijo Lauren- ¿Cómo está una de mis teatreras favoritas?-repitió.

-Bueno, teniendo en cuenta que me han despertado de la mejor manera posible, puedo afirmar que me encuentro de la mejor forma posible-dijo guiñándome un ojo.

-¡Feliz cumpleaños Leona!- exclamó Mila dándole un abrazo de koala.

-Muchas gracias Mila.

-Te hemos preparado un regalito-dijo Lauren entregándole un paquete. Miriam se dispuso a abrirlo, pero Camila la interrumpió-Leona, te aconsejo que mejor lo abras en casa-dijo guiñándole un ojo. ¿Qué sería? Me lo podía imaginar, pero con ellas nunca se sabe.

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