Todo un drama.

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Las horas pasaban y con ellos la ansiedad de dos enamorados a punto de vivir una fantasía añorada, una espera como la de la luna que aguarda que el sol se oculte y hacer las fechorías que acostumbra hacer cuando la oscuridad acechaba. Arnold y Helga así se sentían, ambos harían una locura, pero no cualquier imprudencia si no una de esas que saben a todo menos a dolor.

Ella estaba lista con el vestido rosa que ajustado a su cuerpo parecía ser una hermosa princesa, su escote pronunciado detrás de ella dejaba ocultarse por lo largo de su cabellera suelta, larga y rubia que solo presumía el moño rosa que la caracterizaba que sostenía un mechón de cabello de cada lado.

El, más que un profesor escolar, ahora era un galante novio enamorado del amor, un traje gris satinado y una camisa negra solo hacía resaltar lo fuerte que los años lo había hecho estar, y sobre uno de sus bolsillos una rosa roja el color del amor.

Eran cerca de las 8 de la noche Helga subió apresurada al auto y Olga tomó el papel de chófer esta vez.

—VAMOS OLGA, APRESÚRATE—dijo Helga ansiosa.

—Hermanita tranquila, tenemos buen tiempo.

—Odio lo paciente que eres—se cruzó Helga de brazos con enojo.

Olga reía ante la impaciencia de su hermana mientras conducía a casa de los Shortman, y Helga miraba a través del cristal de la ventana del auto pensando en todo el drama que tuvo que hacer para conseguir que precisamente el de día de hoy, Olga no arruinará ese momento con su hombre de cabellos dorados.  

—Tok tok..

–Helga abrió la puerta rápidamente y Olga traía con ella un estuche de maquillaje, cualquier mujer debe salir con una de ellas y esta ocasión lo ameritaba.

—Entra Olga, tardaste una eternidad— grité impaciente.

—Lo siento Helga, pero papá me pidió que les ayudara con lo de…

—Olvídalo, no quiero saberlo—le dije molesta.

Mi hermana dejó sobre la mesa la estuchera que traía consigo, para poder hablar lo que una noche antes había dejado pendiente, sabía que ella insistiría, no era como Miriam que acostumbraba a dejar las cosas inconclusas, pero ¿que podía hacer en una situación así?, ella quería saberlo y yo no quería hablar, así que solo fue al grano al llegar.

—Helga, no más secretos, ¿que sucede? ¿Que paso con nuestro padre?—me cuestiono firme.

—Olga este no es un buen momento.— insistí.

—Entonces¿ cuándo lo será?,  no tienes por qué ocultarlo, no hay secretos entre nosotras, no es así.

Evadía la mirada, no era un solo secreto el que le ocultaba a Olga,  pero ella no lo hacía más fácil poniéndose de lado de Bob, las palabras me querían salir como vómito después de viajar en una larga carretera en donde todo el recorrido solo eran curvas con ese sensación de mareo, pero necesitaba que alguien más de la familia, alguien de mi propia sangre supiera que estaba pasando con Bob, ¿pero acaso era el momento?

—No insistas Olga, tal vez mueras en vida como yo hace mucho al saber sobre todo lo que realmente es nuestro padre— empeze a hacerme la víctima.

—Helga, dime, habla hermana, ¿que es papá?, ¿qué hizo?.—preguntó más confundida.

Empeze a buscar salida alguna, pero Criminal, todos esos años de actriz no estaban dando frutos en este momento, esta vez la improvisación era algo que había olvidado, y Olga estaba frente a mi exigiendo respuestas ,sabía que recurrir a ella había sido un grave error, mi hermana me enfrentaba. No había nadie más que pudieran intervenir, sabía que al pedirle ayuda tendría que enfrentarme a hablar sobre la noche anterior así que por fin supe que hacer.

Recordar, no siempre duele. Arnold Y Helga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora