Tan fácil como el Gratin dauphinois

584 42 46
                                    

Recien llegabamos a casa, parecía silenciosa pues era notorio que todos los inquilinos ya había desocupado la casa en ese momento para ir a sus actividades del diario, Arnold tomaba las bolsas y las dejaba sobre la mesa en la cocina, me preparaba justo para cocinar Gratin dauphinois, unos de los platillos favoritos de Olga y mio. Lave las patatas muy bien antes de que Arnold se ofreciera a ayudarme a pelarlas y comenzar con el guisado. Sonreí ante su gesto.

—Arnold no olvides ponerlas dentro de este contenedor, ponles en un poco de sal con agua—observaba impresionada lo atento que se comportaba.

Era mi nueva vida a lado del hombre que amaba, muy pocos días de casados llevábamos, pero parecía que la eternidad había pasado en cada uno de nuestros sentimientos que conectados hacían un mismo corazón, un mismo latido, Podía sentir la mirada de él sobre mi rostro, contemplando enamorado mientras picaba cada patata que él terminaba de pelar.

—Listo,—dijo sacudiendo sus manos golpeando una con la otra para después tomar un cuchillo para seguir ayudandome a cortar.

Mire ligeramente hacia él, su mirada busco la mía y coincidimos en la mirada más dulce que solo los enamorados pueden darse.

—Te amo—dijo con su voz enternecida.

Sonrojo mis mejillas desviando mi mirada a lo que estaba cortando, para evitar cortarme un dedo antes de volver a el y decirle.

—También te amo.

Se acercó hacia mí besando mis labios sintiendo el sabor durazno del labial que aun traía sobre mí, respondí a su beso deseando que no terminara, quería decirle y hacerle miles de cosas pero no era el lugar, pues eran cosas que solo podían hacerse en la habitación, eres mio Arnold Shortman, pensaba entusiasta mientras aun me besaba, sabiendo que lo que siempre quise y me fue negado, ahora había vuelto a mi y nadie me lo quitaria.

Me aleje recordando la carne que empezaba a salpicar dentro del sartén indicando que sus jugos se habían resecado, era el momento de retirarla del fuego.

—¿Casi se quema?—dijo Arnold mostrandose divertido ante la situación.

—Ammm… no, asi debe ser—dije ocultando mi vergüenza por distraerse ante sus besos.

—Bueno, entonces…¿ ahora que hago?—dijo Arnold con ganas de seguir ayudandome.

—Sigue besándome—pensé decirle pero no era el momento, mire el reloj pero ya era tarde para eso.

—Enciende el horno y ponemos mantequilla en el molde de horno y colocamos una capa de patatas, repartamos con ajo machacado y con las nueces moscadas trituradas, después pongamos otras capa y así sucesivamente ¿entendiste Arnoldo?—dije tratando de que entendiera para evitar equivocarse.

—Entendido amor—dijo como un soldado ante las órdenes de su sargento.

—Bobo—dije entre risas.

Nos apresuramos hacer todo eso, y mientras se cocinaba el gratin dauphinois, Arnold se dirigió a la nevera, y como todo príncipe que conoce de su damisela, sacó aquel helado de chocolate que compramos en el super, tomó dos cucharas, me dio una y lanzó la mirada de travesura como lo hacía de niño para insinuar hacer algo que no debíamos hacer.

—¿Nos adelantamos al postre?—dijo divertido.

—Oh Camarón con pelos, me conoces bien—lanze una mirada de aprobación.

Arnold hundió la cuchara dentro del cremoso helado de chocolate, tomando un poco en ella, para ser yo la primera quien lo probara, su mirada se ahogaba ante mis labios probando con ansiedad como deseaban hacerlo con mis labios.

Recordar, no siempre duele. Arnold Y Helga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora