Capítulo 14

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—¿Viste hacia dónde se fue Hope?

—La vi hace un momento pero se me perdió, parece que escapa de cualquiera que le hable por más de dos minutos— dijo Tanner.

—Qué costumbre tan irritante de perderse en los eventos tiene esa mujer— escuché a Joe detrás de mí.

No aparecía y no podía escuchar su risa o su voz en ningún lado.
Seguí pasando la vista por todos lados hasta que en medio de la gente me topé con un chico igual de perdido que yo, pero no tan furioso.

La mata de cabello de princesa de Marcus apareció al otro lado de un pequeño tumulto y no hubo persona en el camino que me impidiera llegar hasta él.

—¡Kas, espera!— uno de los muchachos me gritó, pero yo ya había llegado hasta el enfermero y lo había hecho caer al suelo de un sentón por el golpe en la cara.

Escupió salgre y luego me miró.

—¿¡Pero qué diablos te pasa!?

—¡Levántate! Dime que no la cuidé de nuevo y que tu estuviste con ella para que no sienta culpa en mandarte al hospital esta vez como paciente— me quité la chaqueta y la lancé al piso.

Nunca había visto a Marcus enojado, pero en ese momento puse ver como se encendía algo en sus ojos.
Se levantó con los puños cerrados y me golpeó en el estómago.
Un dolor intenso me llenó el cuerpo, pero no caí gracias a que la furia me mantuvo en pie.
Primero lo mato y luego me muero.

Le devolví el golpe de la misma manera y pronto estábamos peleando en medio de mucha gente que animaba el espectáculo.

—¡Te dejé cenar en mi casa! ¡Te permití ser su mejor amigo y confié en ti!— le grité mientras lo tenía debajo de mí y le daba dos golpes en la nariz sosteniendo lo también del cuello.

Me sostuvo con las piernas y me derribó. Ahora era él quien me sostenía, pero no me golpeó más de una vez. Quería hablar.

—¡Sabías lo mucho que la quiero! ¡Por supuesto que se apoyaría en mí cuando las cosas se pusieran difíciles!

Esa frase me dio una nueva descarga de adrenalina y logré que ambos nos levantaramos.

Me limpié la sangre y levanté los puños de nuevo cuando alguien gritó su nombre.

Fue todo demasiado rápido.
Primero estaba enojado y herido porque me hubieran quitado lo que más amaba, hubo golpes y sangre.
Después escuché su grito, estaba en algún lado alarmada. Me sentí culpable de inmediato de poner mi enojo antes que su seguridad.
Yo estaba golpeando a Marcus mientras a ella le pasaba algo.

Hubo un golpe seco... , como el de algo explotando a lo lejos.
Y gritos, mucho gritos desesperados que se escuchaban sobre todo, más cuando apagaron la música al escuchar y ver la explosión del otro lado de la playa.

Entonces no importó que hubiéramos estado golpeandonos o que los chicos nos hubieran querido separar sin éxito, todos corrimos a buscarla.

Era inconfundible, la que gritaba era ella. Apenas podía escucharla ya porque la gente se estaba moviendo mucho otra vez, pero sabía de donde había venido el estallido y corrí hacia allí.
No me detuve hasta llegar al viejo grupo de casas rodantes avandonadas desde hace mucho tiempo.
En una de ellas Hope se había entregado a mi por primera vez y ahora estaban ardiendo en llamas.

Miré aterrado el panorama, los gritos no se escuchaban ya, no había manera de saber en cuál estaba o si había salido.

—¡Kas, ahí!— Marcus, quien había corrido detrás de mi junto con los chicos, me señaló una de las casas rodantes.

En la ventana de la cocina se veía un puño golpeando el cristal sin mucha fuerza... Era la mano de Hope. 

No esperé mucho más de unos segundos para darme cuenta de que esta vez, al ver a alguien que me importaba en peligro mortal, no quería quedarme lejos. Tenía que sacarla de ahí.
No repetí el mismo error que con mi padre o mi madre de quedarme inerte, esta vez el dolor y el pánico me hizo simplemente correr a salvarla.

Me metí entre las casas rodantes de enfrente. Sentía la presencia de Marcus junto a mi pero no me molestaba ya, era como si la pelea se hubiera borrado cuando nos dimos cuenta de que Hope estaba en peligro.

Tomé la manija de la puerta y me quemé la mano.

—¡Carajo!— maldije y usé mi camisa para volver a intentarlo.

No pude abrirla, entonces comencé a patear.

El calor era insoportable y el olor mareaba. Pronto comencé a sentir como me picaba la garganta. Marcus estaba tosiendo junto a mi mientras buscaba algo para romper el cristal.

—¡Hope!— grité y el humo entró más rápido en mi garganta.

No quería imaginar cómo se sentía Hopy, llevaba ahí mucho rato.

—¿Y si le pasó algo ya? El fuego está muy...— el hollín hizo que Marcus se callara volviendo a toser.

La puerta no se movía y el enfermero no encontraba nada que sirviera para romper la ventana
Fue la adrenalina y el miedo de perder a Hope lo que me hizo cambiar de posición y golpear con todas mis fuerzas una vez más la puerta de la casa rodante.
El fuego la había hecho perder fuerza y pude abrirla haciendo que volarán cenizas y llamas.

—¡Hope!— volví a gritar su nombre.

Ya no estaba de pie, se encontraba tirada en el suelo de la pequeña cocina con el fuego rodeandola. Un momento más y las llamas la abrían alcanzado.

Simplemente corrí hacia ella sin pesar en que yo podría quemarme y la tomé en brazos.

—Ya te tengo, Hope, vas a estar bien.

Salté fuera de la casa rodante y corrí un poco más de lo necesario para alejarla del humo y las cenizas que volaban.

Me arrodillé y la dejé en la arena donde ya no corría peligro de que el fuego la lastimara.
Marcus hablaba por teléfono, no le puse atención aló que decía, todo se redujo a la chica frente a mí.

Era como querer gritar y hacer muchas cosas pero sen incapaz de hacerlas, el sentimiento de querer que todo sea una pesadilla, de que el amor de mi vida no estuviera frente a mí, cubierta de hollín, sin respirar e inconsciente.

—No.

Toqué su rostro y lo sostuve con toda la delicadeza que pude. Acomodé su cabello como a ella le gustaba y como tenía la manía de ponerlo cuando estaba nerviosa o molesta.

—No, bombón, tu no. Por favor, no me dejes tu también...

Y comencé a rogar con todo mi ser: Seas quien seas..., estés donde estés y... si es que existes. Ella no se merece esto, no te la lleves, por favor. No a ella.
Si necesitas más ángeles es tu problema, este ángel pertenece a la tierra, no puedes llevartela así porque sí.

Tomé su mano y la puse contra mi mejilla intentando sentir algo, un pequeño pulso que me dijera que estaba bien, que no había abierto esa puerta muy tarde, pero no pude sentir nada y eso me provocó un dolor profundo que me martillaba el pecho.

El que quisiera dejarme o hubiera estado con alguien más, incluso el que pueda estar esperando un hijo de otro pasó a ser una niñedad. Lo único que quería era volver a verla de pie y sonriendo. Conmigo o sin mi, de cualquier manera, pero viva. Su luz no debía apagarse.

A lo lejos escuchaba jadeos y llantos, una insesante negativa y ruegos.
Cuando el zumbido de mis oídos se calmó, me di cuenta de que todos estaban en silencio, y quien estaba haciendo todos esos ruidos era yo.

—No, no, no, no, no— repetía mientras lloraba y mecía nuestros cuerpos. —Si te mueres yo me moriré contigo, bombón, por favor despierta. No me hagas esto.

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora