Capítulo 51

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Llegó la noche y el ambiente se refresco aún más por la ausencia del sol.
Dereck llevaba en los brazos a su nieta, quién había caído dormida luego de un juego de policías más donde ella tenía que escapar después de robar un banco imaginario.

Hope estaba en el sofá casi dormida fingiendo que veía una película.
Cuando entramos se frotó los ojos y se levantó.

—¿Está dormida?— preguntó.

—Como un tronco— dije.

Hope le acarició el cabello y besó su frente sin moverla de los brazos de su padre.

—Vayan a descansar, me gustaría acostarla yo mismo— nos pidió. —Voy a llevarla a tu cuarto.

—¿Está seguro?

—Hace mucho que no tenía niñas risueñas que se me durmieran en los brazos, Kasaquir— me contestó con una enorme sonrisa. —Claro que quiero llevarla a la cama yo mismo.

Hope estaba contenta por como su padre se había encariñado con nuestra hija.

—El abuelo enamorado— dijo.

—Oh, no sabes cuánto. Y estaré peor cuando lleguen esas dos princesas que cargas

No discutimos más. Él llevó a Alice a la habitación rosa y la arropó con los endredones que antes habían arropado a Hope.
Ella me llevó directo a la silla del escritorio en la antigua habitación de Dean. Me obligó a dejarla curarme las heridas.

—Bombón no es necesario que...— intenté levantarme pero me tomó y de los hombros y me sentó de nuevo. —Uy, adoro cuando te pones ruda, ¿pero en casa de tu padre?

Rio divertida.

—No seas idiota y quítate la camiseta.

—¿Por qué no me desnudas tú, eh?— me crucé de brazos.

No entendí su mirada retadora hasta que tomó mi camiseta por el borde y la levantó lentamente arrancando las costras que se habían formado a lo largo del día en mis raspones.

—¡Mierda!— maldije tratando de sonar bajo. —Era eso...

Alejé sus manos y lo hice yo mismo.
Las heridas quedaron al rojo vivo de nuevo pero con pelusa y tierra entre todo lo demás. Se veía mal.

—Tratame con amor, bombón, porque soy muy delicado en las costi...— me puso un algodón don alcohol en el lugar y me hizo saltar por el ardor, —¡Maldita sea!

—¿Qué dices?

—Que te amo, mi cielo— me puse el puño entre los dientes y respiré profundo mientras me seguía limpiando los raspones de las costillas.

—No quiero lastimarte, pero tengo que limpiar toda la mugre que insististe en no quitar durante el día— dijo bajito.

—Tu sigue, estoy bien— mentí para no hacerla sentir mal.

Terminó con mi torso y puso gasas sobre su trabajo como una enfermera profesional.

—¿Te lo enseñó Marcus?— pregunté.

—Solo es limpiar y cubrir, cielo— dijo concentrada en su trabajo ahora en mi brazo.

Negué.

—No, tu eres buena en todo, es eso— con la mano libre la acaricié en el rostro. —¿De verdad estás bien?

Paró un momento y se quedó simplemente viendo el algodón pensando en la respuesta.

—Con el River's y lo de mi accidente— le quité el algodón y moví la silla más cerca de ella. Ella sonrió.

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora