Capítulo 24

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—No puedo creer que nos haya pedido venir aquí a esta hora solo para cumplirle un antojo—  dijo Marcus sentándose en una de las mesas del restaurante medio abierto mientras yo sacaba un pastel de zanahoria del refrigerador.

—Eso no es lo sorprendente, sino que hayamos venido.

—¿Y en realidad es sorprendente?

Lo miré y pensé en la situación.
Se trataba de Hope Julian.

—No, no lo es— concluí.

—Ya que estás ahí, saca la botella que dice Merlot y trae dos copas. Creo que la necesito— Marcus se recargó en la mesa y frotó sus ojos.

Yo también necesitaba un trago.
Algo menos elegante que un vino caro me hubiera ido mejor pero no me quejaría. Dejé el pastel de Hope en el mostrador y fui a la mesa con el enfermero.

Desde que salió totalmente vestido de su departamento y bajamos juntos en el elevador, lo había notado más serio de lo normal. Y no serio referente a lo estirado, sino serio como decaído.

Tomó la botella y le quitó el corcho, ya antes removido varias veces, para luego servirnos en las copas.

—No me importa, pero no te ves feliz como alguien que acaba de tener sexo.

—Si no te importa entonces no hablaré de eso.

Me reí.

—Bueno, pero puedo escucharte y así te pago el haberte arrastrado hasta aquí— me recargue en la mesa. —No me gusta deberte nada.

—Es complicado— dijo.

—Parece que la chica dentro de tu departamento no te dio la alegría que esperabas— me burlé. —Dale mis disculpas, invitala al bar... Bueno, creo que si es de tu clase le gustaría más una cena aquí...

—No fue por el sexo, Kas— miró su copa y le dio varias vueltas. —E... Se enfadó porque no los presenté. Cuando me iba le pedí que no saliera a cerrarme la puerta porque estarías ahí.

Levanté ambas cejas sorprendido.

—¿Y por qué no la dejaste saludarme? De cualquier manera soy papa casada— mi chiste hizo que pusiera los ojos en blanco.

—Es complicado. Mucho más de lo que crees— suspiró. —Pensó que solo me importaba tener compañía una noche y me reprochó... Creo que lastimé sus sentimientos.

Probé el vino y me pareció el trago de jugo de uva con alcohol más caro que había tomado en la vida. No me gustó mucho así que dejé la copa en la mesa.

—¿Seguro que no está exagerando?

—No, esto... ya se lo hice muchas veces y debe sentirse horrible— se tomó de golpe lo que quedaba en su copa, que era bastante. —Kasaquir, estoy enamorado. No quiero hacerle daño.

Así que era eso. El enfermero tenía corazón y la dueña estaba enojada con él, por eso se veía tan raro.

—Y yo que creí que eras gay— él sólo sonrió sin verme.

—Estoy esperando, y no creí nunca que fuera a decir esto, que me des un consejo, idiota.

Subí los pies a la mesa y me acosté en mi silla. La mirada horrorizada de Marcus era oro.

—Escucha: con ellas siempre es fácil herir sus sentimientos, pero la magia de amarlas radica en que el hombre perfecto no es el que nunca se equivoca, sino el que enmienda sus errores porque quiere estar junto a su mujer y verla feliz.

—¿Lo sacaste de internet?

—Hablo muy seriamente— lo señalé. —Te lo dice el hombre que después de hacer tantas cosas locas y malas en el pasado ahora cruza la ciudad a las tres de la mañana para conseguir el pastel que su novia embarazada quiere.

Soltó un par de risas.

—El pastel, es verdad— miró hacia la barra. —Llevale los dos, uno para el antojo y otro por la tardanza.

—Gracias— me tomé igual que él mi copa de vino de un trago. —Vamonos y así puedes regresar con tu chica.

Marcus asintió sin ganas y se levantó.

—Dile que vendrá la gente de la comida para la fiesta en la tarde, supongo que le encantaría venir a probar los platillos con su recién despierto voraz apetito.

Estrechamos la mano y yo golpeé su mano más fuerte de lo normal en el momento de juntar las palmas, una cosa de hombres.

Me dirigí a casa con las dos cajas de pastel sobre el tanque de la moto, teniendo cuidado de no tirarlos en las vueltas y de no aplastarlos.
La sonrisa con la que me recibió Hope cuando abrió la puerta y vio las dos cajas blancas en bajo mi brazo fue mi pago.

—Eres el mejor, cielo— dijo con la boca llena una vez que estuvimos en el sofá juntos. —Te amo. Te amo muchísimo.

—¿Se lo dices al pastel o a mi?— dije bromeando apartando un mechón de sus rizos rojizos para que no se lo mancharse de crema y le di un beso en la mejilla.

—A los dos— se rió. —Disculpame por hacerte dar vueltas por la ciudad, ¿cómo estuvo el trabajo?

Me acosté sobre el respaldo y me estiré.

—Agotador, pero terminamos todo.

—¿Eso significa que eres mío todo el día hasta que te lleven más motos?— extendió el tenedor hasta mi boca y me comí el trozo de pastel que me ofrecía.

—Bombón, soy tuyo desde que te metiste al River's con tus faldas tiernas y zapatos de Tinkerbell.

Arqueó la ceja.

—Hubo un par de momentos que no te sentí exactamente mío.

La imagen de Hope observándome desde lejos sobre el hombro de Marcus mientras una exuberante rubia me ayudaba a darle celos regresó a mi mente.

—¿Quieres más pastel?— sonreí como si no hubiera entendido y me golpeó en el hombro. —Hay que dejar el pasado en el pasado, princesa.

—Estoy de acuerdo...

—Me alegra, entonces le diré a Marcus que oficialmente quedó olvidado. Él es más o menos de esa época también— bromee y me gané de nuevo otro golpe. —¡Es broma! ¿De dónde sacamos pastel de zanahoria si no está el enfermero? Y hablando de idiotas, me dijo que mañana irían las personas de la comida para hacer pruebas.

—Fantastico. Ya puedo oler la pechuga de pollo con crema y puré de papa...— dejó de hablar de pronto y puso gestos de aguantarse un eructo. —Olvida el puré, me dio asco de solo pensarlo.

Se levantó corriendo y subió las escaleras de dos en dos para llegar antes al baño.

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora