Capítulo 58

1K 92 8
                                    

No podía hacer más que mirar pasmado a Alice, pero Candice seguía en el suelo frente a nosotros.
La odiaba por utilizar a mi familia para insultarme. Yo soy más padre de Alice de lo ella puede llegar a comprender y Hope es más mi esposa de lo que pudo llegar a ser Candice en su vida.

—Toma tus cosas y lárgate— murmuré.

—Kas, podemos encontrar otra forma de que nos regresen a Hope. No creo que le hayan hecho algo, ellos no...

Cuando tomé aire, solo avivé el fuego dentro de mi.

—Vete antes de que te saque a patadas de mi casa.

Me volví a verla cuando se levantaba para ir a buscar sus cosas junto a la escalera con mala cara y luego subía con trabajo las escaleras para buscar lo que faltaba en la segunda planta.

Quería ir a vigilarla, pero Alice no me dejaba.
Se había aferrado a mi mano y me obligó a sentarme con ella en el sofá.
No pude decirle nada, ella se había encargado de solucionar mi arranque de violencia con una sola frase y ahora simplemente estaba ahí frente a mí, mirándome con sus dos profundos ojos oscuros y enfadados.
Pero detrás de su enojo por haber visto como lanzaba a su abuela al suelo, no podía evitar pensar en el bonito hecho de que me había llamado "papá".

Afuera de la casa los muchachos obligaban a hablar al imbécil que había tenido el valor de venir a mi casa luego de llevarse al amor de mi vida. No quería que Alice viera eso, ya había sido suficiente con lo que vio de mí.

—Dilo de nuevo— pedí.

Negó dos veces sin dejar de verme enojada.

—Vamos, solo una vez y te prometo que no volveré a golpear a nadie en la vida— ella estaba enojada. No iba a hablar. —Alice, ella es una mala persona...

—Ella es mala porque hizo que se llevarán a Hope— dijo. —Tu eres bueno, pero las personas que castigan a las personas malas se hacen malas.

Solo una niña tan pequeña que estaba siendo criada por Hope Julian sería capaz de analizar las cosas tan bien.

—De acuerdo, no quiero ser malo. Ya no actuaré así— la tomé de la mano.

—¿Juras?

No.

—Puedo intentar contenerme.

—No.

Sonreí un poco.

—No si las tocan a ustedes— a ella no le dio gracia. Bajó la mirada a sus pies mientras los movía intentando distraerse. —Vamos, no te enfades.

De un salto se puso de pie y comenzó a caminar a las escaleras.

—Quiere robarse tu dinero.

Avanzó unos pasos más antes de que yo me diera cuenta de lo que había dicho y le pidiera que parara para que me explicara.

—El dinero que escondes en el baño— dijo. —Cuando jugaba con Hope a las escondidas lo encontré debajo del mueble en el baño.

La sangre se me fue a la cabeza...
Ese dinero no era mío, tampoco de Hope.

—Alice, hazme un favor y ve a tu habitación— frunció el entrecejo. —Quiero ver si la vieja radio de Hurley aún sirve. Enciendela y sube todo el volumen, por favor.

Era una niña muy inteligente, pero a pesar de todo seguía siendo una niña.
Subió las escaleras de mala gana porque le había impuesto una tarea y yo fui detrás de ella.

Cuando entro a la habitación de Hurley y encendió la radio, yo fui hacia el baño.

La puerta estaba entreabierta y desde el espacio libre entre la madera pude ver a Candice.

Pensé que no podía haber en el mundo una persona que me generara tan asco al punto de tenerme tan enojado que lo único que quisiera es sacarla de mi campo visual cuanto antes.

Había billetes sobre el lavabo y tirados al rededor del mueble. Ella los trataba de organizar desesperadamente para poder irse con ellos.
Abrí la puerta de golpe cuando la vi meter algunos a su bota y ponérsela de nuevo.

—Kas...

Me miró a los ojos con miedo. No sé que expresión pude haber tenido en el rostro para que ella pareciera aterrada, pero no me importó.

Tomé los billetes que se habían quedado regados y agarré el huesudo brazo de Candice para sacarla de mi casa.

Ya no iba a soportarla más tiempo al rededor de mi familia.

—¡Kas!

—Guarda silencio si no quieres que Alice se asuste de nuevo— dije entre dientes arrastrándola escaleras abajo. —Pudiste habernos pedido ayuda. Pudiste haber admitido que cometiste el mismo maldito error de nuevo y te hubiéramos sacado de él, arpía. En esta familia nadie es perfecto y hemos estado metidos en cosas peores que las apuestas, ¿pero sabes una cosa?

La solté una vez que estuvimos en el pórtico y ella se abrazó a los postes de madera.

—Por favor, Kas, no me hagan nada. Lo lamento.

Me reí y seguí hablando como si no la hubiera escuchado.
Los muchachos afuera guardaron silencio atentos a lo que pasaba.

—Lo que te hace peor que todos nosotros juntos es que hiciste que se llevaran a tu hija y a pesar de tener la solución a todo no quisiste mover un dedo para salvarla— aventé los billetes y estos cayeron encima de ella. —Quedate tu asqueroso dinero y úsalo para alejarte lo más que puedas, porque si esos malditos con los que estabas le hicieron algo, te buscaré, te encontraré y vas a desear no haber conocido nunca a un River.

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora