Último poema

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Había estado trabajando en la casa todo el día, todos los días, a todas horas desde hace meses para que por fin hoy lo tuviera todo listo. 

Estaba la antigua habitación de Hurley ambientada ahora Alice y la que antes había sido de mi padre que ahora sería el cuarto de mis bebés.
A la de Alice le había puesto paredes rosas como me lo pidió y una mariposa grande sobre la cabecera también como la princesa de la casa me lo especificó a mí y a su abuelo.

A la de esas hermosas niñas que venían en camino le tuve que mantener los colores y juguetes neutros porque aún Hope y yo nos manteníamos en desacuerdo sobre el sexo de nuestros hijos. 
Mientras que los doctores y yo alegábamos que serían dos nenas, ella juraba que en un sueño mi padre le había hablado de un niño.
Para no alterar los nervios de la embarazada más complicada de la historia, no me emocioné con las cosas de niña.

Los muchachos, junto con Dereck y Marcus me habían proporcionado algo de ayuda por turnos, pero me enorgullecía decir que las partes más significativas de ambos cuartos eran mérito mío.

Terminaba de darle las últimas pasadas con la lima a la cuna doble que había armado desde cero cuando Hope comenzó a sentir dolores.
Había leído cuantas y cada cuanto tiempo tenía que sentir las contracciones antes de que fuera necesario ir corriendo al hospital y eso la mantenía calmada en el sofá haciendo respiraciones controladas cada vez que le dolía, pero a mi no me ponía en paz nada de lo que venía en los folletos de los doctores o los libros que había comprado sobre paternidad.

Eran las ocho de la noche cuando Marcus llegó junto con Demian a la casa, yo me encontraba aun trabajando en el jardín mientras Alice daba vueltas de carro a mi alrededor. 

—¿Dónde está?— me preguntó.

—Aun leyendo en el sofá— suspiré. —Dice que aun no tenemos que irnos pero yo ya puse todo en el auto.

Miró hacia la casa y sonrió cansado. 

—Bueno, está bien instruida, seguro sabe cuando hay que irnos...

—¡¿Y tengo que calmarme con eso?!

—Voy a revisarla si te hace sentir mejor— me palmeó en el hombro y entró a la casa.

—¿Está bien si te dejo un momento con mi hija?

No necesité la respuesta, Demian ya estaba practicando igual que Alice las vueltas de carro pero sin tanto éxito.
Entré junto con el enfermero a la casa. Hope estaba aun con el libro en las manos pero ahora cerrado y le respondía preguntas sobre las contracciones a Marcus.

—Dile que Kas que se calme o me va a dar algo antes de llegar al hospital.

Marcus me miró.

—Dice tu mujer que te calmes o le va a dar algo antes de llegar al hospital...

—Sus ejercicios de respiración me hacen querer cargarla al auto.

—Son para soportar el dolor— alegó Hope. —Aun no me dan tan seguidas como deberían para tener que ir al hospital. No será tiempo hasta dentro de unas horas...

Me reí nervioso y al borde del ataque de pánico.

—¡¿Acaso quieres que pierda la cabeza?!— le di un golpe a Marcus en el hombro. —Dile algo, enfermero.

—Pues yo la veo bastante tranquila y tiene contracciones cada media hora. Creo que podemos esperar un par de horas.

Morí.

—Quisiera terminar de leerle el libro a Alice— sus palabras me provocaron tener que pasarme la mano por todo el rostro. —Sólo faltan un par de páginas.

—Le pongo la película, si quieres.

—Es un libro de poesía...

—Bombón, seguro que no le importará que no acabes el libro esta noche. Nos sabemos los poemas de memoria.

Hubiera tenido algo de credibilidad y un punto a mi favor de no ser porque mi niña entró en ese momento a la casa junto con Demian.

—Ya son las ocho quince, es hora de mi poema antes de dormir— dijo dando saltos a mi lado.

Su madre me miró con una expresión llena de arrogancia triunfal... No me quedaba ya nada de autoridad en esta casa.

—¡Bien!— me dí por vencido. —Después de eso me dejarás llevarte al hospital. 

Marcus y Demian estaban divertidos con mis conflictos familiares. Ambos se sentaron en el sofá de enfrente a Hope mientras que yo me posicioné junto a ella poniendo sus pies sobre mi regazo y a Alice del otro lado debajo de mi brazo.

Mi novia sonrió ampliamente. 

—Hacerme perder la calma te hace feliz— dije.

—Tú en general me haces muy feliz.

Y con esa simple frase aunado a sus pies buscando calor entre mis piernas, comencé a calmarme y a confiar en que lo tenía todo calculado y controlado. También me obligó a reconocer que todo este estrés valdría la pena cuando las bebés estuvieran en casa con nosotros. 

Suspiré por última vez. Relajé los músculos y me perdí en el abrazo de bomboncito y la voz dulce de bombón. 

—Este es corto, es de Dulce María Loynaz. Es el último del libro...

—Pero podemos leer otro, ¿verdad?— se apresuró Alice a preguntarnos. 

—Puedes elegirlo tú misma esta vez— le contesté para después darle un beso en el cabello. 

—Libros nunca faltarán en esta casa— Hope le sonrió también y comenzó a leer. —Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra... 

Ella no tiene partes de sombra. Todo es luz deslumbrante y cálida que me deja maravillado cada que me concentro mínimamente. Aún si las tuviera, estoy seguro de que amaría igualmente sus zonas oscuras.

Si me quieres, quiéreme negra y blanca, y gris, verde, y rubia, y morena...

La querría de cualquier color, de cualquier sabor, de cualquier forma. Porque me enamoré de ella incluso cuando mis colores no existían y mi sabor era amargo, cuando yo no tenía forma y mi vida tampoco. Ella llegó a colorearme completamente como una mejor persona.

Quiéreme día, quiéreme noche... ¡Y madrugada en la ventana abierta!...

De día cuando el sol me calienta igual que su cariño, de noche cuando la luna brilla igual que su sonrisa, y en la madrugada donde su piel junto a la mía y el simple hecho de mantenerla junto a mi cuerpo me calma. 

Si me quieres, no me recortes: Quiéreme toda... o no me quieras.

Había estado acariciando su mano mientras leía. Al terminar la lleve a mis labios y la besé.
La calidez del momento había llegado hasta la pareja frente a nosotros que se abrazaban con amor escuchando a mi novia leer.

No le recortaría nada. La quiero inmensamente a toda ella, y la querré hasta que deje de respirar en este mundo.

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora