Capítulo 27

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Cuando llegamos a la casa nos encontramos con dos cajas negras en la puerta. Me hubiera parecido una amenaza de alguna pandilla de no ser por el elegante moño dorado y los gritos de emoción de mi novia al verlas ahí.

Entró inmediatamente a la casa y abrió una de ellas donde se encontraba un vestido fino como el empaque de color rosa claro.

-Abre la tuya, ya quiero verlo- me dijo y yo fruncí el entrecejo. -¿Qué? ¿Pensaste que bromeaba con el traje? Te dije que lo pediría.

Abrí la caja que tenía mi nombre y, ¿cómo no? Había un pantalón, zapatos, camisa y corbata.

-¿No te faltó el saco, bombón?- me burlé.

-Sabía que lo lanzarías al perchero y no ibas a usarlo en toda la noche así que pensé en ahorrar ese dinero y dejarte usar alguno de los que te regalé el año pasado en navidad- dejó su vestido de lado y sonrió al verme revisar la camisa blanca. -Me encanta cómo te quedan esas camisas elegantes.

Me reí y dejé la ropa de lado.

-¿Te encanta verme como pingüino?

-Si- asintió inocente. -También me encanta quitarte el traje de pingüino. Es sexy desabotonar algo.

La tomé de ambas manos y la atraje hasta mi levantándola del sofá.

-Si quieres puedo ponerle a mis camisetas botones o ponerme esta cosa antes de dormir pero no me hagas usar traje diario, ¿quieres?- soltó una sonora carcajada.

-De acuerdo- puso ambas manos en mi rostro y me besó. -Espero con emoción ese día.

Y hablando de esperar con emoción algo...

-Ya que estás en ese canal, bombón...- comencé a hablar despacio y mirarla de manera distinta a hace dos minutos, -¿qué te parece si subimos antes de que llegue Hurley y...?

-Detente- me puso una mano en el pecho. -Antes que nada, deberías darte una ducha, tienes olor a botarga sudada en todo el cuerpo. Así no entras a mi cama.

Abrí la boca sorprendido.

-¿¡Tu cama!? Fue mía antes que nuestra creo que tienes menos derecho a llamarla tuya- señalé, pero luego ella me hizo esos bellos ojitos brillosos y sonrió tan bonito que tuve que corregir. -Aun que siempre se siente vacía si no estás así que debe ser tuya.

Se alejó de mi cuerpo y tomó su vestido del sofá para comenzar a subir las escaleras.

-Eso pensé, te veo en el cuarto después de tu ducha.

Y me dejó ahí.

-¿No me vas a ayudar a lavarme la espalda?- pregunté.

-¡Apestas!

Eso era un no.

.-.-.-.-.-.-.-.-.

Desde el baño podía escucharla.
Estaba leyendo en voz alta, recitando como solía hacerlo cuando pensaba que nadie la escuchaba o no le ponían atención.

Por mi parte jamás fue un placer leer, pero lo que si adoraba era escucharla a ella hacerlo. Solo imagina al par de labios perfectos y cualquier historia, por más fatídica que sea, te va a sonar a fantasía dulce si es ella quien lo recita.

-¿Te vas a marchar? Todavía no se acerca el día; era el ruiseñor, y no la alondra, lo que traspasó el temeroso hueco de tu oído; de noche, canta en ese granado; créeme, amor, era el ruiseñor.

Me recargue en el marco de la puerta sin hacer ruido para que no parara pero aún así me notó en el cuarto.

-Ven, quiero que partícipes- me dijo haciéndome señas para que subiera a la cama.

-¿Qué lees?

-Romeo y Julieta, por décimo novena vez, pero ahora lo hago para que lo escuchen los gemelos- una vez que estuve junto a ella tomó y mano y la puso en su abdomen, el cuál no dudé en comenzar a acariciar haciendo circulos con mi mano. -Leí que desde las primeras semanas de embarazo leer en voz alta y rutinariamente les hacía bien a los bebés. Se forman vínculos con los padres y además aumenta su léxico cuando tengan la edad para usarlo.

-Como si les hiciera falta con la mamá que tienen- levanté su blusa y besé cerca de su ombligo. -¿Cómo están mis frijolitos? ¿Su madre los aburre con Shakespeare? Yo ya la he escuchado más de diez veces...

-¡No les digas eso! Solo dales amor mientras leo- aclaró la garganta y yo hice lo que me pedía sin molestarme. -Era la alondra, heraldo de la mañana, y no el ruiseñor; mira, amor, qué envidiosas franjas ciñen las nubes dispersas allá a oriente: las candelas de la noche se han extinguido, y el jovial día se pone de puntillas en las neblinosas cimas de las montañas: tengo que irme o vivir, o quedarme y morir.

-Quiere decir que era de día y si no se escapaba, el señor Capuleto descubriría al pillo de Romeo pervirtiendo a su hija- susurré.

-Kas...

-Solo le doy mi versión a los frijolitos- me reí.

-Eso me pone a pensar... - dejó su ejemplar de Romeo y Julieta en la mesa de noche. -Tenemos que pensar en muchos nombres.

Me acosté a la altura de su barriga, de tal manera que podía estar totalmente acostado mientras seguía acariciando a mis hijos dentro de ella.

-Solo tendremos dos, amor.

-Lo sé, pero no sabemos si es niño y niña o si son dos niños, quizá sean dos niñas- señaló. -De tal manera que debemos decidir dos nombres de niño y dos de niña.

No se me había ocurrido pensar en los nombres. Hasta ahora solo me había referido a ellos por apodos.

-¿Te molesta el nombre de "Frijolito"?

-Le harían muchas burlas a un niño que se llame como una comida típica mexicana- bromeó. -Piensa seriamente, ¿qué nombres te gustan para una niña?

Busqué en mi cabeza y por unos minutos no encontré nada.
Luego me fui atrás en mi memoria y apareció claro.

-Jenell- dije bajo y al decirlo me pareció más bonito que en mi cabeza.

-Ese es hermoso, ¿es francés?

-No tengo idea, era el segundo nombre de mi madre- seguí acariciando su abdomen. -Me gustaría llamar a mi hija así.

-Me encanta Jenell, ¿qué te parece Margareth para la otra niña?- me reí. -¿Qué tiene?

-Me suena a anciana.

-Le diremos Magy de cariño.

Cerré los ojos y me imaginé a dos princesas corriendo por la casa haciéndome perseguirlos, o a esas mismas dos angelitos arropadas en sus camas mientras su madre les lee Romeo y Julieta de nuevo.
Sin duda alguna era bonita la visión de Jenell y Magy.

-De acuerdo, ¿y para los niños?- pregunté.

-Alfred- dijo sin pensarlo y de alguna forma yo pensaba en lo mismo. En mi padre.

Era único el que el nombre de tu padre significara tanto para la chica que amas también.

-Y Charles- sonreí.

-¿Charles?

-Me gusta, es elegante como su madre y puedo decirle Chuck cuando no estés...

-Me gusta Charles pero si te escucho decirle así a mi hijo dormirás en el sofá, River, lo juro- bromeó.

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora