Capítulo 39

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Tener con nosotros a Candice en casa fue una mezcla de calma y angustia.

Desconfiaba dejarlas solas juntas por lo que pudiera llegar a decirle, pero por otro lado cuando volvía y las veía riendo juntas o haciendo cualquier actividad que alegraba a mi novia, me ponía a dudar sobre si era necesario preocuparme por la llegada de su madre en vez de verlo como lo que era: una oportunidad de hacer la familia grande y funcional.

¿Qué mejor para los bebés que el cariño de una abuela?
Una muy loca, posiblemente alcohólica y demente abuela, pero a fin de cuentas todos sus tíos adoptivos también lo eran y no por eso serían una amenaza.

La barriga de Hope había crecido mucho para la semana catorce. No pensé que fuera a crecer tan rápido, pero teniendo en cuenta que venían dos bebés en camino, lo entendía.

Estaba dormido profundamente, soñando con la moto llevándome a casa luego de trabajar para ver a mi familia. Era un sueño recurrente últimamente, pero nunca podía llegar a casa, siempre Hope me despertaba antes de que pudiera verlos.

Esta noche no fue la excepción.
Yo sabía que trataba de no despertarme, pero sus movimientos no eran cuidadosos.
Me mantenía alejado de ella durante la noche por miedo a golpearla por accidente pero ella siempre encontraba una forma de meterse entre mis brazos a media noche cuando hacía más frío y mi sueño era más profundo.

Me desperté al sentirla sentarse sobre el colchón.

—¿Qué ocurre?— dije tratando de despertar completamente. —Esta ves casi llego a la vuelta de la esquina, bombón.

Abrí los ojos y la vi moviendo sus pies en círculos de una forma extraña.
Me incorporé también.

—Los piés y la espalda me están matando— dijo.

Intentó alcanzar su pie para masajearlo pero se detuvo al recordar la movilidad que le restaba el vientre abultado. Ese balón de fútbol que contenía a mis hijos.

Me levanté de la cama para ir a conectar el colchón caliente para la espalda que el señor Julian le había regalado a su hija para el dolor de espalda y mientras se calentaba me senté del lado donde estaban sus pies.

—Dejame— tomé uno y comencé a hacer círculos con mis pulgares.

—Ay, si. Así— exclamó dejando caer la cabeza hacia atrás. —Me gusta, no pares.

Solté una risa silenciosa.

—Baja el volumen o Hurley pensará que estamos haciendo algo— bromeé.

—No tengo ganas de eso, no creo que la tenga en un futuro próximo— se cubrió el rostro con el brazo.

—Si no fueran mis hijos la razón ya me hubiera lanzado por la ventana— tomé su otro pie y le hice el mismo masaje que al otro. —¿Cómo te sientes?

—Siento hormigueos en las piernas y que me taladran la espalda baja. Eso junto con el dolor de cabeza y de pies...

Varias noches malas como esta habían ocasionado que yo tuviera menos horas de sueño que las horas que he pasado sin subirme a la moto.

—Puedo traerte un medicamento...

—¡No quiero drogar a mis bebés!

—¡De acuerdo! Solo decía— me reí. —¿Crees que pueda hablarles?

Me miró con el ceño fruncido.

—No tienes que preguntar, Kas.

—Lo hago porque a veces no tienes humor de quedarte quieta— dije y me acerqué más a ella hasta quedar sentado junto a su hermosa pancita.

Me acerqué y con una mano a cada costado del vientre de Hope le di un beso sobre el ombligo.

—Hola, niños— susurré contra la piel tibia de Hope. —Soy yo de nuevo, su padre. ¿Cómo se sienten esta noche?

Acaricié al mismo tiempo con ambas manos y volví a besarla.

—Ya sé lo que pasa— sentencie.

—¿Te lo dijeron?— bromeó Hope.

—Tenemos un vínculo, bombón. Estos genios se comunican conmigo telepáticamente— acerqué mi oreja a la barriga. —Si. Los frijolitos están nerviosos por la cita de mañana y quieren que te des cuenta.

—Yo también estoy nerviosa.

La cita de mañana con el obstetra era la cita que tanto había estado esperando, cuando iban a decirme qué sexo tenía cada bebé, ya era tiempo suficiente y solo quedaba esperar que se dejarán ver.
O quizá eran muy pudorosos como su madre lo era y van a ocultarse, de ser así tendré que esperar aún más.

—¿Qué te gustaría qué fueran?— me preguntó bombón haciendo círculos en mi cabello mientras veía como seguía acariciando a los bebés.

No me había detenido a pensar en si una opción me gustaba más que la otra.

—Cuando los imagino veo a un niño y una niña— dije. —Pero creo que es sólo porque no tengo idea de qué serán. Estaré completamente feliz tan sólo con que me digan que están saludables.

Seguí masajeando las piernas dormidas de mi novia mientras el colchón para la espalda se calentaba.

—Y... ¿cómo te gustaría que hiciéramos la boda?

Sus preguntas me tomaron por sorpresa, no era algo normal que me preguntara sobre algo que se debía organizar. A ella le encantaban ese tipo de cosas y a mi me gustaba hacerla feliz. Cualquier cosa que hiciera o quisiera para nuestra boda me gustaría.

—No tienes que preguntarme eso. Yo solo sé que quería comprarte un anillo y que me dijeras sí— la hice reír.

—Pero debes tener algo en mente, una fantasía...

—Tengo bastantes, bombón, pero me dijiste que no tenías ganas— pasé mis ojos por todo su cuerpo mordiéndome el labio.

Me dio un almohadazo junto a la cabeza.

—¡Céntrate en lo que te digo!— me regañó riendo. —No quiero derrochar dinero que no tenemos.

—No te preocupes por eso, trabajé y ahorré bastante— me levanté de la cama para ir por el colchón caliente. —Y creo que tú también. Sé que sabrás hacer algo muy bueno con todo el dinero.

Mis ahorros de un par de años estaban guardados en una cuenta bancaria esperando para ser usados. Yo pensaba que solo para mi boda, pero resulta que también para mis hijos.

—Tendremos que hacer algo muy pequeño.

—No necesariamente— desconecté el artefacto y se lo entregué para que lo pusiera en su espalda. —Dime qué quieres, bombón. ¿Un arco con flores?  Puedo construirlo con madera y plantar las flores yo mismo. ¿Un fotógrafo? Compraré una cámara y que las tome Hurley, puedo hacer la boda de tus sueños, lo prometo.

Me miraba con los ojos cristalizados y una sonrisa dulce llena de amor. Me encantaba ser el que provocaba esa expresión en ella.

—Solo...— se quedó a media frase y se cubrió la boca. —Oh, eres un tonto. Sabes lo sensible que estoy y me haces llorar.

Me reí y me acerqué para abrazarla.

—Si quieres venderé la motocicleta...

Me golpeó el pecho.

—Estás completamente loco.

—Oh, qué bueno. Iba a volverme loco si querías eso...

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora