Capítulo 6

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Hope me hacía perderme en la felicidad siempre que quería, pero cuando todo se quedaba en silencio, las preocupaciones sobre lo que dijo Marcus regresaron.

—El lunes podríamos reunirnos en mi casa. Todos los River's tienen clase de protocolo y etiqueta para que no se sientan fuera de lugar en la cena.

Suspire y con el aire en mis pulmones, la cabeza de Hope recostada sobre mi pecho, se elevó.

—Si es por la mañana no tengo objeción.

—¿De verdad tienes que trabajar tanto?.

—Tu te la pasas en el bar trabajando también— me reí.

—Es distinto porque el lugar donde trabajo es el mismo lugar donde bebo con mis amigos— levantó la mirada para verme y yo seguí acariciando su cabello. —¿Tienes alguna deuda o...?

—No, para nada. Nunca nos fue mejor, podría comprarte una nueva camioneta pronto.

—¿Entonces? Puedes bajar la intensidad un poco.

No tenía idea de qué era lo que me tenía trabajando tanto. No podía ni imaginarselo seguramente.

Le pasé un dedo por el puente de la nariz cariñosamente.

—Si me necesitas, voy a estar ahí, bombón— le besé la frente.

—Tampoco quiero ser la novia posesiva que no te deja trabajar, ¿sabes? Solo quiero saber si estás en problema de dinero, puedo ayudarte. Somos una pareja madura que...

—Todo está bien. No me hace falta nada— traté de tranquilizarla con una sonrisa y por su rostro funcionó. —Te amo, creo que no te lo había dicho hoy.

Me dio un beso en la mejilla por no alcanzar mis labios y volvió a recostarse sobre mi pecho.
No pienses en nada, Kasaquir, solo estás tú y la mujer más maravillosa del mundo. No pienses en nada más. Disfruta de esto.

—Tenemos que ir por la camioneta para hacer las compras— murmuró Hope haciendo círculos con su dedo en mi pecho.

—Son las nueve, bombón, la única luz que quieren ver mis ojos tan temprano es la tuya.

De ley, a las ocho de la mañana mi chica abría los ojos y si no estaba yo despierto, salía del cuarto y se ponía a hacer cualquier cosa para ayudar con la casa a mi y a Hurley. Algunas mañanas como esta yo lograba retenerla en mis brazos una hora o poco más antes de que comenzara su productivo día.

—Anda, sabes que te encanta que hagamos las compras— me besó y luego se levantó.

—Es lindo verte regañandome por toda la chatarra que quiero poner en el carrito, pero prefiero quedarme en la cama...

Bostezó y buscó en los cajones de mi armario algo de su ropa para ponerse.
Mientras se metía en un pantalón negro ajustado y una de mis camisetas la observé detenidamente. No se veía como una mujer embarazada, estaba en forma..., y que buena forma.

—¿Qué pasa?— la oí preguntar. —¿Se me nota algo fuera de su lugar?.

Se acercó al espejo y criticó mentalmente su propio reflejo. Se dio la vuelta para ver su trasero y levantó la camiseta para ver su abdomen.

—Por supuesto que esta fuera de su lugar. Debería estar al alcance de mis manos y no es así.

—¡No! Me refiero a que tengo rollos y mi trasero se ve más triste que las obras de Shakespire...— no pude evitar reírme de su chiste. —¡Te ríes porque es verdad!.

—Claro que no, bombón— le lancé un beso. —A tus veintiuno te ves igual o más perfecta que a los diesiseis.  

Se giró hacia mi con el ceño fruncido. 

—Gracias por recordarme que ya no soy una adolescente— se tocó las caderas. —El metabolismo cambia, ¡subí un kilo la semana pasada!.

Me recorrió un escalofrío. ¿No era el subir de peso un síntoma del embarazo?

Me puse de pié y la abracé por la espalda mientras ella seguía viendose al espejo. Puse mis manos al frente de su cuerpo sobre su abdomen, para ella que no sabía en lo que estaba pensando debía parecer como un abrazo normal de todos los días.

—Estas perfecta— la besé en la mejilla sin dejar de verla en el espejo. —¿Un kilo solamente?

Pero lo tomó a mal. Se dio la vuelta y me golpeó en el hombro.

—¡Tolete!— y se dirigió a la puerta de la habitación. —Quítate la pijama. Te espero con la Yamaha en el jardín.

Me quedé parado un momento ahí solo.
¿Soy idiota o se me va el avión? ¿Cómo se me ocurrió preguntarle por su peso luego de que me dijera que se siente gorda?

—¡Bombón, espera!

En todo el camino de mi casa a la suya en la moto ni siquiera me tocó. Incluso en algunos tramos de la carretera traté de acelerar un poco mas para ver si soltaba las agarraderas del tanque y se sujetaba a mi espalda, pero no lo hizo en ningún momento. Estaba muy seguro de que había metido la pata pero tenía que preguntarle, la manera en como se comportaba me ponía nervioso y me hacía pensar que Marcus tenía razón.

Llegamos a su casa y paré la moto en su jardín. Ella bajó y se quitó el casco.

—Si quieres ahorrarte las miradas furibundas puedes esperar aquí en lo que traigo las llaves de la Jeep— me dijo mientras se sacudía el cabello.

En los años que tenía a su lado había aprendido varias cosas. Dos de las más importantes: Nunca te dirá cuando has lastimado sus sentimientos, y nunca te dirá qué quiere que hagas.
Pero eso de que comprender a las mujeres era imposible no aplicaba con nosotros, yo sabía exactamente que era lo que la hacía feliz y lo hacía con gusto.

Por la ventana vi asomarse a su padre. Él era un hombre difícil, pero no me enterraria vivo mientras siguiera manteniendo una sonrisa en el rostro de su hija.
Por suerte para mi, esa era la razón de mi existencia.

—Entraré contiguo— apreté su nariz. — Quiero saludar a tu familia.

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora