Capítulo 46

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—¿Les hablas?

Alice se comenzó a sentir tan cómoda con el tema de las bebés que había hecho ya varias preguntas y yo no podía estar más contento de escuchar su voz.

Mientras yo había ido a preparar su cama en la habitación de Hurley, Hope la había entretenido en la habitación acostada junto a ella mientras acariciaban juntas a las mellizas.

—Les leo, últimamente Romeo y Julieta.

—Romeo— repitió la niña.

—¿Te gusta el nombre? Es muy elegante y me hace pensar en amor, quizá por la historia. Puedo leertela si quieres también— Hope tomó el EBook de la mesa de noche cuando yo me senté de regreso, esta vez con la pijama, en el otro borde de la cama y dejando a Alice entre nosotros.

—Me gustaría leerselas yo esta vez— dije mirando a Hope.

Me sonrió ampliamente y me ofreció el lector electrónico.

Aclaré la garganta y me acomodé mejor usando como respaldo las almohadas.

—Bien...— Alice se acomodó también y Hope la siguió, — Así el amor quebranta nuestras vidas. Siento el pecho pesado con mis penas. ¿Tú quieres aumentarlas con las tuyas? Mi dolor es tan grande que tu afecto me hace daño. El amor es una nube hecha por el vapor de los suspiros. Si se evapora brilla como el fuego en los ojos que aman, si se ataca hacen un mar de lágrimas de amor. ¿Qué más es el amor? Una locura benigna, una amargura sofocante, una dulzura que te da consuelo.

No podía ser parte de una escena más maravillosa.
Debajo de mi brazo libre y abrazada a mi pecho estaba Alice, tratando de seguir con sus ojos las diminutas letras aún que no las entendía, mientras que con la mano del brazo que la abrazaba, yo acariciaba a mis otras dos hijas aún no nacidas, y su madre me hacía círculos con las uñas en el brazo.

Así seguí leyendo un buen rato hasta que sentí el peso de Alice caer más sobre mí y la mano del pulgar que chupaba se cayó.

Suspiré y sonreí. Se había quedado dormida. Y gracias al cielo, porque yo estaba a punto de imitarla.

Dejé el EBook en la mesa de noche de mi lado y traté de liberar mi mano del abrazo de Hope para luego levantar a Alice, pero apenas me moví, mi novia me apretó más fuerte.

—Espera...

—Ya se quedó dormida, voy a llevarla a la cama de Hurley— se revolvió un poco y cerró sus brazos al rededor de la niña. —¿Qué pasa, bombón?

—Siempre ha dormido sola, Kas— susurró. —Dejemosla aquí un par de noches hasta que su cuarto esté lindo, ¿si?

Me acomodé mejor en la cama y asentí.

—Tienes razón.

Estiré la mano para apagar la luz y me quedé profundamente dormido con Hope y Alice a mi lado.

No recordaba la última vez que dormí tan cómodamente.
Siempre pensé que aquella noche en la habitación de Hope mientras ella dormía había sido la más pacífica.

Yo la había sacado a una fiesta y al regresar tuve que pedirle que me escondiera en su casa mientras su padre dejaba de perseguir a los chicos en las motos.
Usé como excusa el querer ver su habitación y con lo poco que había bebido, cayó rendida en cuanto tocó la cama.

Esa noche sentí por primera vez que algo dentro de mi estaba cambiando por ella y aproveché que no estaba en sus cinco sentidos para decírselo.
Me quedé horas y horas solo viéndola dormir. Pensaba en lo que me hacía sentir cuando la tenía cerca, en como una chica tan tierna podría llegar a querer compartir tiempo con personas como yo y como era posible que su carácter y dulzura ablandara el corazón de cualquiera que se cruzara con ella.

Ahora era lo mismo con Alice. Era encantadora, y fuera de lo que todos piensan, es una niña muy tierna, solo era cuestión de conocerla y entender que el abandono es su más grande temor.

Por eso está noche se sumó a la corta listas de las noches más tranquilas y placenteras de mi vida.
Al despertar me encontré en una escena encantadora: Hope estaba sentada frente al espejo poniéndose cosas en la cara para embellecerse mientras que Alice seguía dormida abrazada a mí.

Era tan temprano que aún no terminaba de salir el sol.
Por supuesto: Hope me acostumbra a despertar temprano.

—¿Qué hora es?— pregunté.

—Casi las seis de la mañana, vuelve a dormir.

Solté un gran bostezo y Alice se revolvió a mi lado.

—No, le dije a Hurley que iría al taller hoy. ¿Tú irás al River's?

—Así es, tengo que aprovechar que el tamaño de mi sandía aún me deja trabajar— giró su silla y se concentró en la pequeña y en mí. —Es un ángel.

Sonreí.
Me moví fuera de la cama poco a poco y sin mover mucho el brazo para hacerla soltarme sin despertarla.

—Me hace quererla tanto que se parece a ti— bromeé. —Es la mini bomboncito. Me sacan lo blando.

Me acerqué a ella y la besé en los labios.

—Buen día— dijo.

—Hola— amplie mi sonrisa. —Bombon, ¿no quisieras acompañarme a tomar una ducha? Hay un par de cosas para las que necesito tu ayuda...

—No, yo tomé la ducha anoche, pero gracias.

Maldita sea, está mañana no era una de esas mañanas.

—¿Estas 100% segura?— pregunté.

—Totalmente. Iré a preparar algo para desayunar mientras tú le ayudas a tu bomboncito a elegir su ropa para hoy— señaló detrás de mí.

No entendía que quería decir su seña hasta que me giré y ví a Alice mirándonos fijamente con la frente arrudaga con su genérico gesto de enfado.

—Oh— dije. —Buenos días a ti también.

No respondió. Me dirigí a mi novia de nuevo.

—Tú ayúdale con eso, yo me encargo del desayuno.

Podría decirle también a Candice que lo hiciera, pero eso era más improbable que el que Hurley lo hiciera.

Bajé las escaleras pensado en ella y me encontré con las mantas revueltas del sofá pero no con su persona.
La busqué con la vista no la encontré por ningún lado hasta que se me ocurrió asomarme por las cortinas y me la encontré fuera de la casa en el césped con un montón de herramientas y un cacharro viejo entre las piernas.

Salí a ver qué estaba haciendo.

—Buenos días, querido yerno.

—Qué falsa— me crucé de brazos y me recargue en el marco de la puerta.

—De acuerdo. Buen día, dominado— me miró con ambas cejas levantadas. —¿Mejor?

—Si, es más realista— apunté a su caos en el jardín. —¿Qué es eso?

—¿No es obvio? ¡Mi regalo de bienvenida para Alice!

Era algo como una bicicleta.
Digo "algo como" porque estaba oxidada, decolorada por el sol y la cadena apenas parecía aguantar el roce del viento.

—¿Crees que quiero matarla apenas llegó?

—No, tonto. Por eso la estoy arreglando. ¿Crees que eres el único que sabe de herramientas?

Volví a ver el cacharro.

—Al parecer sí.

—Ya está bien, solo necesito que me digas dónde puedo reemplazar las ruedas.

Una bicicleta. Eso era una buena idea para hacerle un regalo a Alice teniendo en cuenta que estaba encantada con la moto.
El que Candice se la diera haría feliz también a Hope.

Suspiré.

—Bueno, si quieres puedo comprar una de camino al taller.

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora