Capítulo 25

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Cuando entramos al restaurante de Marcus al día siguiente, había olores diferentes por todos lados de diferentes platillos en las diferentes mesas. Mucho más agradable que el olor a tierra mojada que había afuera por la lluvia que comenzaba a caer.

Me preocupó que Hope fuera a correr al baño de nuevo a vomitar, pero al parecer solo quería comer.
Las pruebas de comida elegante fueron más rápidas de lo que pensamos y luego de eso Hope nos arrastró a todos al hogar de los huérfanos.

No me mal entiendan, no era que odiara ir con los niños, pero cada vez que vamos regresamos al bar con los corazones rotos. Los huérfanos logran ablandar hasta las almas más frías, ni se diga las almas del club River.

—¡Nely, hola!— saludó enérgicamente mi novia a la cuidadora de la recepción, a quien después saludé yo también con un beso en la mejilla.

—Bienvenidos, muchachos. Tenía a los niños deprimidos— respondió mientras abrazaba a Tanner.

—Lamento haber tenido que cambiar la cita, es que los de las botargas nos entregaron tarde y no teníamos nada con qué entretener a los pequeños.

Todos los hombres en la habitación nos miramos incómodos.

No habíamos preparado nada para los huérfanos, entonces Hope se había encargado de armar todo sola, lo que quiere decir que sería muy humillante para nosotros.

—¡Ya quiero que los vean! Estoy emocionada— dijo la señora. —Avisenme cuando estén listos, pueden vestirse aquí en lo que reúno a todos los niños.

Nos dejó solos en la recepción y cerró la puerta detrás de ella que conectaba con la sala común donde estaban algunos niños jugando.
Inmediatamente comenzamos a quejarnos por el plan que recientemente nos había sido revelado en el camino aquí.

—Bombón, no me pondré esa cosa— dije apuntando a la camioneta afuera.

—¿Es mi culpa?— arqueó las cejas. —Todos ustedes sabían que teníamos una cita con los niños y nadie se tomó el tiempo para plantearles algo lindo. Ahora les explico de qué va la cosa.

Entonces terminé en un cuadrilátero de espuma en el estacionamiento de la casa hogar intentando que mi botarga de muela gigante con carie no se cayera mucho y me impidiera ver a Marcus, disfrazado de pasta dental con un enorme cepillo de dientes de esponja en las manos.

—Esto es simplemente estúpido— casi inmediatamente todos los niños me comenzaron a abuchear por las malas palabras, (y por ser la carie malvada).

—No se dicen groserías frente a los niños— Marcus me apuntó con el cepillo gigante.

—Si me golpeas con esa cosa, mis amigos te moleran— apunté a Hurley, Joe, Bob y Tanner con sus botargas de caramelo, chocolate, galleta y oso de goma.

Se suponía que yo llegaba después de todos ellos, ¿porqué me mandaban a pelear primero?

—¡Dale fuerte!— gritó un pequeño niños.

—¿Por qué son tan violentos estos ni...?— pero antes de que pudiera acabar, Marcus me había golpeado con el cepillo en la espalda y caí de rodillas en el cuadrilátero.

Me quedé un momento arrodillado y vencido, con la vergüenza de la derrota en la espalda.
Las risas de mis amigos, de los niños, de mi novia, de todos.

Me levanté y me giré para verlo desafiante.

—Te crees muy rudo con tu cepillito, ¿eh?— me puse en posición de ataque. —No sobreviví a las amalgamas para caer con una pasta sin blanqueador.

Y me lancé a taclearlo.
Los niños gritaron eufóricos cuando lo derribe y le arrebaté el cepillo gigante para comenzar a golpearlo con él sin quitarme de encima.

—¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!

—No estás dando el mensaje que yo quería dar, cielo— me dijo Hope sobre los gritos de los niños.

Me puse de pie dejando a mi víctima en el piso.

—Este mensaje les gusta más— me dejé caer sobre Marcus con el codo doblado directo a las costillas.

—¡Hijo de...!

—No se dicen malas palabras, enfermero— me burlé. —¿¡Algún alimento dañino para los dientes quiere golpear a la pasta dental!?

Mientras luchabamos en un "todos contra todos" miré a varios niños abrazando a Hope, aferrándose a ella como rogando que los lleváramos a casa como lo había hecho aquella niña pequeña la primera vez que ella nos trajo aquí.

Esa era la parte que nos rompía a todos el corazón.
El momento en que se acaban los juegos y las risas, el momento en el que nos dábamos cuenta de que en realidad estos niños no tienen una familia que los cuide y juegue con ellos, por eso lo hacíamos nosotros.

Poco después de la pelea de botargas llegó la hora de la comida.
Cuando era visita River, acostumbrabamos a prepararles hamburguesas como las que sirven en el bar, y sentarnos todos juntos en el césped a comerlas con los niños.

Me senté en un círculo con Tanner y cinco niños de diferentes edades, pero todos varones.
Mi amigo les contaba como eran los arrancones y qué se hacía para participar mientras ellos lo escuchaban atento.

Yo concentré mis ojos en Hopy.
Estaba sentada con las piernas cruzadas rodeada por muchísimos niños, más que cualquiera de todos nosotros.

Una niña de más o menos diez años le puso una mano en el abdomen y mi novia sonrió ampliamente.
Les estaba contando sobre los bebés y todos la escuchaban atentos y alegres mientras les hacía una seña con los dedos dando a entender el número de bebés dentro de ella.

—Será maravillosa con ellos.

—¿Qué?— pregunté distraído.

—Hope... Será una mamá excelente— miré a Tanner y volví a la realidad donde los niños habían ido por otra hamburguesa y estábamos solos. —¿Cómo te sientes?

Me reí.

—Como si estuviera en las nubes, hermano. Siento que ella es como un ángel, una deidad, alguien a quien debo dirigirme como mi dueña...

Tanner soltó una carcajada.

—Si, creo que ya hablas como alguien casado.

—¿Tu no ves de esa forma a tu esposa?

—Es complicado— se recargó sobre los codos y vio hacia Hope también. —Adoro a mi esposa, pero... El amor que ustedes se tienen, la forma en la que se expresan uno del otro y como se miran... Esa clase de amor no se da en muchas ocasiones.

Definitivamente no.

—¿Quién lo diría?— pregunté nostálgico. —¿Cómo creer que el viejo hubiera reaccionado al saber que Hope y yo tendremos gemelos?

—Hubiera estado igual de emocionado que todos nosotros— me contestó. —Y quizá te hubiera dicho también que eres un promiscuo pobre que tiene que trabajar el doble de lo normal...

Nuestra charla fue interrumpida por la cuidadora de la recepción, quien entró al jardín con una niña llorando en los brazos.
Sus llantos se escucharon incluso antes de que cruzara la puerta y la expresión del rostro de la mujer que la cargaba nos dio a entender que había ocurrido algo lamentable.

—No puede ser, ¿Alice de nuevo?— pregunté para nadie en concreto pero esperando que me dijeran que me equivocaba.

La pequeña de cinco años asomó su rostro hacia la luz y confirmé que era la pequeña Alice.
Durante nuestras visitas nos la encontramos un par de veces y siempre estaba llorando.

—Debe ser la cuarta vez.

—La quinta— corregí a Tanner. —No deberían dejarla ir con cualquier familia que luego la abandona aquí de nuevo. Son unos malditos bastardos.

Me levanté y caminé hacia donde estaba.

¿Soy bueno ahora?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora