Como habíamos dicho, esa noche Hope se quedó en casa mientras yo y Hurley íbamos a trabajar en las motos que entregaríamos el fin de semana.
Trabajamos desde las diez de la noche sin parar hasta las dos de la madrugada y la mayoría de las motos ya estaban reparadas y luciendo como nuevas. No había rastro de los violentos golpes que habían hecho que las tuvieran que traer aquí en primer lugar.
—Ya solo queda una— dijo Hurley tirándose al piso cansado.
Maquina de Matar llegó trotando en sus cuatro patas con saltitos alegres y se tiró a lamerle la cara.
—Mira, Hurley, alguien te quiere aún con tu mal olor— me burlé mientras me secaba el sudor de la frente con la manga del overol. —Anda, levántate y acabemos para que pueda alcanzar a Hope en la cama.
Mi hermano suspiró y se incorporó con el perro en los brazos.
—Presume que te esperan en casa— dijo. —Si yo no las llamo no me piden nada.
—Creí que eso era lo que te gustaba, que estuvieran para ti y no tu para ellas— me senté en el banquillo junto a la moto y comencé a trabajar.
—Claro que me gustaba— se rió. —Para chicas tiernas que te cuiden y se preocupen por ti tenemos a Hope en el club, pero... No lo sé, creo que llega el punto en el que te dan ganas de ponerte la correa y darle el mando de tu vida a una mujer que no solo te quiera por el regalo que te puso Dios entre las piernas.
Antes me molestaba que se refiriera de esa forma a mi novia, como si fuera la novia de todos en el club. Pero luego entendí que se referían todos a Hope como una hermana o para los más mayores incluso como una hija.
Habían tratado con ella de tantas formas y tanto tiempo que no podría verla jamás con interés romántico.—No creo que encuentres a una chica seria en una fiesta de los barrios bajos a las cuatro de la mañana, ¿sabes?
Me lanzó un trapo y se sentó en el otro lado de la moto para ayudarme a trabajar.
Cuando estábamos por acabar y solo faltaba una media hora para poder ir a casa, mi celular comenzó a sonar.
—¿Tu dama en apuros?
—No debe ser nada— contesté. —¿Bombón?
—Amor...— su voz era tranquila pero dudosa. —¿Ya vienes?
—En un momento más, solo nos queda una, ¿pasa algo?
—Es qué...— se quedó callada un momento, —es algo vergonzoso.
Sonreí sabiendo por donde iba el asunto.
—Lo que sea, dime.
—Bueno yo...,— suspiró —tengo muchas ganas de pastel de zanahoria.
Miré a Hurley quien esperaba a que le dijera qué había pasado y me reí.
—No te rías, idiota. Me desperté hace unos diez minutos y moría por pastel de zanahoria con crema. Me comí las donas de Hurley para ver si eso me quitaba el antojo pero sigo sintiendo que moriré sin el pastel.
A mi hermano seguro no le gustaría la parte de las donas.
Miré el reloj y eran cerca de las tres de la madrugada.—Bombón, ¿dónde compraré pastel de zanahoria a esta hora?— Hurley comenzó a reírse menos preocupado por la situación. —La panadería abre hasta las seis...
—Pero no quiero un pastel común, quiero de los que hace Marcus con crema y todo lo que le pone extra— dijo como una niña pequeña suplicando por un juguete.
Me llevé la mano al tabique de la nariz.
—¿Y dónde tiene ese maravilloso pastel?
—En el restaurante— casi pude escuchar su sonrisa. —Amor, ¿sería mucho pedir que lo llamaras para que te abriera el lugar y me trajeras un poco? O un par de platos, para estar seguros.
Era increíble, me estaba riendo de mí mismo.
De verdad iba a despertar al enfermero a las tres de la mañana para que fuéramos hasta tu restaurante y sacaramos pastel de zanahoria para mi novia embarazada.—Claro que no, bombón— dije. —Te lo llevo en cuanto el enfermero idiota me abra, ¿okay?
—¡Ay, muchas gracias! Te amo.
—Y yo más a ti, nena.
Me lanzó un beso y cortó.
—¿Qué pasa, papá?
—Solo porque te burlas de mi no voy a pagarte las donas que se comió Hope— me comencé a quitar el overol y me quedé en la camiseta y los pantalones de mezclilla.
—Espera, ¿qué?
Tomé el casco de la pared y lo ignoré.
Salí del taller y el frío de la noche me caló en ellos huesos, estaba helado el aire y no me di cuenta hasta que dejé de trabajar.¿Qué se supone que iba a hacer? ¿Llamarle al enfermero y decir qué?
Al final decidí ir por él a su departamento y llamar a la puerta. Lo que diría después esperaba que se me ocurriera en el camino, pero no fue así.
No sabía pedirle favores a Marcus, y no había una manera amenazante y sería de decirle que me tenía que acompañar a su restaurante para sacar pastel de zanahoria que le quitaría el antojo a Hope.Cuando golpee la puerta dos veces con el puño seguía en blanco.
Marcus vivía en un gran edificio de muchos pisos y lujosa seguridad, pero no tuve problemas para que el portero me dejara pasar porque ya me conocía de algunas veces que vine a recoger a mi novia.
Tampoco tuve tiempo de pensar en mi petición cuando subía por el ascensor porque solo me dirigía al quinto piso.El enfermero no mostró señales de vida cuando llamé a su puerta la primera vez, ni la segunda.
Estaba por la sexta vez cuando comencé a pensar en el sueño tan pesado que tendría o que no estaba en casa.
Solté una carcajada imaginandomelo mientras jugaba con la piel colgada de la anciana que lo acosaba en el hospital.De pronto la puerta se abrió y me dejó ver a un Marcus en ropa interior y con el cabello alborotado.
—Cúbrete, no quiero ver tu mini Marcus— dije tapándome los ojos.
—Kasaquir, son las tres de la mañana, ¿qué haces en mi edificio?— se cruzó de brazos.
Bajé la mano de mi cara y suspiré.
—Hope necesita...
—Otro novio.
—¿Crees que quería venir a hacerte una visita nocturna, idiota? Si no te necesitara ya estuviera en casa— señalé.
—¿Qué necesita?— preguntó y miró hacia adentro del departamento, donde se escucharon ruidos.
Apareció una amplia sonrisa de maldad en mi rostro.
—¿Tienes compañía, pillo? ¿Esa bella anciana, quizá...?
Me asomé hacia adentro pero me puso una mano en el hombro y salió por completo del apartamento para cerrar la puerta detrás de sí.
—Estaba ocupado en algo importante, neandertal.
—Noooo— dije sorprendido como si no me lo pudiera creer. —¿Tienes a una chica ahí dentro? ¿Tienes sexo con algo vivo...?
—Dime qué tengo que hacer para que me dejes tranquilo...
—Pastel de zanahoria— solté sin más. —Tiene antojos y necesita tu pastel de zanahoria o morirá. Eso dice.
Me miró como si le hubiera dicho que lo quería.
—No estás siendo rápido, y si no tengo un pastel en mis manos seguiré jodiendote la noche con la chica que tengas dentro del departamento, amigo...
—Pero solo hay pastel en el restaurante, no lo hago en mi casa— dijo.
—Me voy en la moto, tú llegas en tu auto y nos vemos allá— le di un golpe en el hombro relativamente amistoso. —Ponte algo menos expuesto. Gracias por cooperar, esa chica dentro te lo pagará.
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¿Soy bueno ahora?
Teen FictionUn niño rebelde que perdió a su madre en una moto, un adolescente descarriados que una hermosa chica metió en cintura, un joven asustado que perdió también a su padre y por pensar que era mejor estar solo, casi pierde al amor de su vida. Fui todos y...