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¿Emocionado? Demasiado. ¿Quién no lo estaría en su caso?

Había sido contratado por una de las mayores empresas en Asia.

Esa había sido su única motivación por atender a la primera tocada su alarma.
Tal vez debía hacerlo más seguido, así tendría más tiempo para vestirse y desayunar bien.

Con su corbata perfectamente anudada, emprendió camino a su cocina. En el momento en el que escucho una puerta abrirse, suposo que se trataba de sus hijos. Hablando de ellos...
Hace mucho no les cocinaba algo que no fuese cereal a los niños.

Con esa aura que había estado irradiando toda la mañana comenzó. Hyunjin y Yeji se alegrarían.

Lastima que dejara algunos ingredientes fuera del refrigerador.
-  -  -

Cuando la pequeña niña despertó no dudo en también hacer que su hermano estuviera a también despierto.

La energía de un niño al despertar era rebozante. Y claramente los mellizos Im no eran la excepción.

Ambos salieron de su habitación y corrieron hacia la sala, con la intención de encender la televisión.
Sin embargo al notar que esta se encontraba desconectada, sabían perfectamente que su padre los castigaria por encenderla con el dormido.

—¿Hace cuanto no jugamos béisbol? –Preguntó Yeji a su hermano con cierto aburrimiento.

—Desde que papá rompió una ventana, cuando intento enseñarnos a batear. —Aún recordaba a la despanpanante mujer de la que tuvieron que huir.

—Juguemos.

Y ahí comenzó.

Yeji tenía en sus manos una revista enrollada, y Hyunjin tenía un  huevo en sus manos.

—Ahí va. —Hablo el niño y con la afirmación de su hermana lo hizo.

–¡Yeji! ¡Hyunjin! Vengan a comer. —Se dirigió a donde escucho las agudas voces.

Y todo sucedió en cámara lenta.

Hyunjin lanzó.

Yeji lo golpeó.

Y Jaebum lo recibió contra su frente.

Y entre las muchas malas decisiones estaba el haberse cambiado para salir antes de cocinar.

-  -  -
Había agradecido a todo el haber llegado barrido al gran edificio de JYP.

Después de volver a ducharse y cambiarse, tuvo que salir prácticamente corriendo de su hogar para que sus hijos llegarán a la guardería. De ahí el maldito tráfico lo mantuvo retenido dejándole inmóvil en su auto.

Al llegar a la recepción, varios novatos estaban ahí, y conforme recorrían el edificio, cada uno era dejado en su zona de trabajo. El lugar parecía un laberinto a comparación de su trabajo anterior, cada pasillo llevaba a varios lugares, algunos se cerraban, lo suyo no era la arquitectura pero para el era extraño ese tipo de construcción.

Siendo el único en quedar, el paseo por el lugar fue alargado, el hombre que le acompañaba, era nada más y nada menos que el dueño del lugar, Park Jinyoung.
Era maravilloso tener el honor de estar junto al gran empresario pero sinceramente estaba impaciente por trabajar.

La mirada de su jefe se posó en otro lugar. Y el por inercia la siguió.

Bendita sea aquel chico.

Era bastante fresco. Eso irradiaba. Su ternura era refrescante. Su sonrisa, ¡Dios! Era perfecta.

Y sus labios... La textura que era visible, lucia como algodón de azúcar.
Moría por comprobarlo.
Sus ojos mostraban ese brillo lleno de ilusión.

Tan lindo.

Tan su tipo.

Estaba tan perdido en aquel chico que no noto cuando este estaba frente a él.

—Park Jinyoung.

Jae pareció despertar de su ensoñación. Y rápidamente extendio su mano.

—Im Jaebum.

No iba a dejarlo ir. No sin dar pelea.

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