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Todo estaba en orden. Demasiado orden para Jae…

Bueno era de esperarse después de todo eran las ocho de la mañana. Los mocos entraban a las nueve a la guardería.

Se veían tan tiernos mientras dormían… Pero si no se levantaban enseguida llegarían tarde.

—¡HYUNJIN! ¡YEJI! — El mayor grito recargado en la entrada de el cuarto de los menores.

Ni un solo movimiento.

Entendía el porqué sus hijos no se levantarán, ¿Quién se despertará con gusto un lunes? Era hora de recurrir al plan B. Salió de la habitación para dirigirse hacia la puerta principal.

—¡Bien! Ya me voy. El monstruo del ropero los cuidara mientras estoy fuera. —Grito a todo pulmón.

Im tomó las mochilitas de sus niños y con sus dedos comenzó a contar mentalmente hasta diez… para el número siete sus hijos bajaron despavoridos de su cuarto.

Sonrió triunfante. Cerró la puerta y los menores subieron al auto.

De alguna manera estaba agradecido de haberse mudado de la casa de su madre después de mucho tiempo.

—Appi. —La aguda voz se hizo presente en el auto.

—¿Si? —A sus tres años los mellizos ya hablaban fluidamente, y con los errores mínimos al conversar.

—¿Podemos ir a cenar contigo? —Esta vez hablo su hija.

Había hablado con sus hijos toda la semana acerca de su cita de esa noche, algo así como una capacitación. Quería que ese chico bonito el cual Comenzaba a tomarlo en serio no se escapará.

—Lo siento chicos, hoy se quedarán con la abuela, ¿Acaso no es más genial?

Oh claro que lo era… Porque según las cabecitas de aquellos niños la venganza sería dulce y fría, tal como el helado.

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Se que algunos pensaran que un niño pequeño aún no es capaz de hablar bien o pensar a los tres años, pero en base a mi experiencia con mi sobrina, no creerían todas las que me ha hecho pasar gracias a su boquita.

Bueno eso es solo una nota.

Gracias.