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En la vida de padre soltero había cosas que amaba, escucharlos balbucear, verles crecer, su primera caminata, sus primeros dientes, la primera vez que lo llamaron papá, entre esas y cientos de cosas más, sin embargo muy cerca de ellas estaban las cosas malas, uno de los miles de ejemplos para Jaebum era hacer las compras.

¿Por qué? Bueno ahora que caminaban y hablaban, era como ir a la guerra, los ataques; todo lo que Hyunjin y Yeji hecharan al carrito sin su consentimiento, las balas; su paga quincenal, y el contraataque enemigo; Todas las travesuras que hacían al llevarlos.

Aunque de vez en cuando le causaba gracia... Como ahora...

Con Yeji dentro de un carrito de compras, Hyunjin aferrado con sus manos extendidas al manubrio de este, se impulsaba a toda velocidad por el pasillo de las verduras.

Y con Jaebum escondido observándolos desde cerca, estos siguieron sin el concentimiento de ello las risas opacaban el hecho de que podrían alejarse de su papá.

Pasando de las frutas al pasillo de pan, y del pan a los lácteos.

—¡Más rápido!

Hyunjin movía su pie con fuerza para sentir la brisa de la velocidad. Sin ver la gran montaña de papel higiénico.

Im los veía esperando todo.

¡ZAZ!

El carrito estampó contra la montaña, Yeji salió del carrito por el impacto cayendo por suerte sobre los empaques de rollos, mientras que Hyunjin tuvo que soltar el carrito llendose de frente contá el suelo.

Ambos veían lo sucedido. Oh oh.

A su padre no le iba a gustar nada lo que hicieron, iba a castigarlos. Ya de por sí no les iba a dar su añorado canino ahora no lo haría en sueños.

—Jinnie, ¿Donde esta papá?

El mencionado volteo hacia todas direcciones. No había nadie.

—¿Estamos perdidos? —Preguntó a la anda el niño.

Las mejillas de ambos comenzaron a sonrojarse al pensarlo. Todas las historias de los vegetales vivientes que se llevaban a los niños para comerlos llegaron a su mente. Obviamente todas inventadas por Jae con tal de asustarlos.

¿Y el responsable?

El padre de los niños no podía aguantar la risa, mocosos babosos. Pensó al verlos. Una ruidosa carcajada salió de su boca y tuvo que taparla con ambas manos para seguir en incógnito.

Im después de su largo ataque de risa iba dirigirse con ellos para calmarlos, o tal vez... ¿Asustarlos más?

La segunda opción sonaba tentadora.

—¡Jae! —Conocia esa voz.

Al voltearse encontró al guapo castaño que robaba sus suspiros.

—¿Haciendo la compra?

—¿Qué más haría aquí? —Respondió con sarcasmo. Aún tenía el recuerdo recién de los revoltosos.

Jin sólo rodó los ojos.

—¿Vienes soló? —Le parecía raro no ver al rededor del chico a los mellizos.

—Claro que no por allá están... —Jae quizo señalar el lugar de la tragedia... Pero... Ya no había ni un alma ahí. —Debo irme...

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